SEGUNDO
DÍA
MARÍA,
MADRE
DE
TODAS
LAS
VOCACIONES
Del
Evangelio
según
Mateo
(9,
35-38)
Jesús
recorría
todas
las
ciudades
y
los
pueblos,
enseñando
en
sus
sinagogas,
proclamando
la
Buena
Noticia
del
Reino
y
curando
todas
las
enfermedades
y
dolencias. Al
ver
a
la
multitud,
tuvo
compasión,
porque
estaban
fatigados
y
abatidos,
como
ovejas
que
no
tienen
pastor. Entonces
dijo
a
sus
discípulos:
«La
cosecha
es
abundante,
pero
los
trabajadores
son
pocos. Rueguen
al
dueño
de
los
sembrados
que
envíe
trabajadores
para
su
cosecha».
Reflexión
La
vida
debe
ser
consagrada
a
algo
grande.
No
se
puede
permanecer
inertes
e
insensibles,
cuando
se
piensa
que
tantas
manos
se
elevan
desde
los
cinco
continentes
hacia
quien,
representando
a
Cristo
en
medio
de
ellos,
pueda
colmar
sus
expectativas
y
responder
a
sus
esperanzas.
Por
esto
son
necesarios
los
sacerdotes
y
religiosos,
son
necesarias
las
religiosas,
son
necesarias
las
almas
consagradas
en
los
Institutos
Seculares:
y
lamentablemente
faltan
precisamente
allí
donde
las
necesidades
son
más
urgentes,
y
la
falta
se
va
haciendo
más
trágica
día
tras
día.
Por
eso,
todo
el
pueblo
cristiano
debe
preparar,
en
sus
familias,
el
terreno
bueno
donde
la
semilla
pueda
germinar
y
producir
fruto.
Es
todo
el
pueblo
cristiano
que
debe
manifestar
su
espera
y
su
cariño
hacia
el
sacerdote,
el
religioso,
la
religiosa,
creando
así
el
clima
favorable
para
que
los
jóvenes
se
dediquen
de
este
modo
a
las
cosas
de
Dios.
Es
todo
el
pueblo
cristiano
que
debe
pedir
humildemente
a
Dios
aquello
que
sólo
Dios
puede
dar,
orando,
según
el
mandato
del
Maestro,
para
que
mande
obreros
a
su
mies.
Todo
el
pueblo,
pero
ante
todo
deben
orar
los
mismos
sacerdotes
y
religiosos,
a
cuyo
ejemplo,
fervor
y
calidad
depende
el
entero
futuro
de
la
Iglesia.
(Pablo
VI)
Dios
te
salve,
María...
Oración
Oh
Madre
del
Buen
Consejo,
tú
sabes
lo
tímidos
e
inciertos
que
son
nuestros
pensamientos,
e
inseguros
nuestros
pasos.
Tú
conoces
mis
dudas,
mis
incertidumbres,
en
este
momento
en
que
debo
tomar
decisiones
importantes
en
mi
vida,
y
el
temor
de
no
corresponder
a
la
voluntad
de
Dios
a
veces
me
angustia.
Tú,
que
eres
la
plenitud
del
Espíritu
Santo,
y
fuiste
asociada
a
su
acción
soberana
de
gracia
y
de
salvación,
haz
que
Jesús
derrame
sobre
mí
el
mismo
Espíritu
de
Consejo
que
animó
tu
“sí”
libre
y
pleno,
a
tu
vocación
de
Madre
del
Redentor
y
de
todos
los
hombres.
Oh
Madre
y
Modelo
de
todas
las
vocaciones,
enséñame
la
escucha
de
la
Palabra,
ayúdame
a
acogerla
y
a
dejarla
resonar
en
mi
mente
y
en
mi
corazón.
Enséñame
a
ser
humilde
y
dócil
a
la
llamada
del
Espíritu,
para
que
un
día
pueda
yo
unirme
a
tu
cántico
de
alabanza
con
todos
tus
hijos,
que
han
creído,
como
tú,
al
cumplimiento
de
la
Palabra
del
Señor,
Amén.
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