24 de abril de 2012

Triduo a Nuestra Señora del Buen Consejo: Día I



PRIMER DÍA 
MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA, 
MADRE NUESTRA 

De la Primera Carta del Apóstol San Pedro (2,4-9)

Al acercarse a él, la piedra viva, rechazada por los hombres pero elegida y preciosa a los ojos de Dios, también ustedes, a manera de piedras vivas, son edificados como una casa espiritual, para ejercer un sacerdocio santo y ofrecer sacrificios espirituales, agradables a Dios por Jesucristo. Porque dice la Escritura: Yo pongo en Sión una piedra angular, elegida y preciosa: el que deposita su confianza en ella, no será confundido. Por lo tanto, a ustedes, los que creen, les corresponde el honor. En cambio, para los incrédulos, la piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: piedra de tropiezo y roca de escándalo. Ellos tropiezan porque no creen en la Palabra: esa es la suerte que les está reservada. 
Ustedes, en cambio, son una raza elegida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido para anunciar las maravillas de aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz. 


Reflexión

La Virgen está unida a Jesús; es para Jesús; es Madre de Jesús; introduce a Jesús en el mundo; ella está al vértice del destino de la humanidad. Es ella que, por el poder del Espíritu Santo, el Divino Amor, hace de Cristo nuestro hermano gracias a su maternidad, y, siendo Madre de Cristo según la carne, es Madre del Cuerpo Místico de Cristo, que somos todos nosotros; es Madre de la Iglesia. Por eso, mientras sube al Padre Celestial el sacrificio de alabanza, elevemos a nuestra querida Madre, ante su imagen, una plegaria que salga de nuestro corazón de hijos devotos. 

(Juan Pablo II) 

Dios te salve, Maria... 


Oración

Salve, oh Madre, Reina del Mundo. Tú eres la Madre del Amor Hermoso. Tú eres la Madre de Jesús fuente de toda gracia, el perfume de todas las virtudes, el espejo de toda pureza. Tú eres alegría en el llanto, victoria en la batalla, esperanza en la muerte. ¡Qué dulce el sabor de tu nombre en nuestra boca! ¡Qué dulce armonía en nuestros oídos! ¡Qué alegría en nuestro corazón! Tú eres la felicidad de los que sufren, la corona de los mártires, la belleza de las vírgenes. Te suplicamos, guíanos después de este exilio hasta tu Hijo Jesús, 

Amén.

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