12 de diciembre de 2008

ALÉGRENSE, LA LUZ ESTÁ CERCA

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO- B



Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venia como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. Y éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran:
-- ¿Tú quién eres?
El confesó sin reservas:
-- Yo no soy el Mesías.
Le preguntaron:
-- Entonces, ¿qué? ¿Eres tú Elías?
El dijo:
-- No lo soy.
--¿Eres tú el Profeta?
Respondió:
-- No.
Y le dijeron:
-- ¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?
Contestó:
-- Yo soy la voz que grita en el desierto: "Allanad el camino del Señor" (como dijo el Profeta Isaías).
Entre los enviados había fariseos y le preguntaron:
-- Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?
Juan les respondió:
-- Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, que existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.
Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

Jn 1,6-8.19-28

Hoy se nos ha proclamado todo un pregón de alegría. El profeta Isaías pone en boca del Ungido, del futuro Mesías, un canto optimista, lleno de imágenes poéticas: "desbordo de gozo en el Señor, me alegro con mi Dios", "como un novio que se pone la corona, como una novia que se adorna con sus joyas..." ¿A quién de nosotros se le hubiera ocurrido comparar al Mesías con un novio o una novia con flores en el pelo, con joyas en los vestidos de fiesta? Y sin embargo es así como nos lo anuncia el profeta. Y es así como al mismo Jesús le gustaba presentarse: como el novio y el esposo.


Mientras que a veces nosotros nos imaginamos al Salvador enviado por Dios como a un Juez riguroso, como un predicador de desgracias, o un adusto aguafiestas. Las palabras que hoy hemos escuchado las leyó una vez el mismo Jesús en la sinagoga de su pueblo, Nazaret, y predicó sobre ellas: "me ha enviado Dios para dar la Buena Noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos".


¿Qué anuncio podríamos imaginar con más carga de esperanza? El evangelio, más que una lista de deberes, o de pecados a evitar o de exigencias, es una Buena Noticia, es una invitación a una fiesta: el "banquete de bodas del Hijo", como el mismo Jesús gustaba de describir el Reino que él predicaba.


Por eso no nos extraña que Pablo nos haya insistido hoy: "estad alegres, y dad gracias en todo momento", "y que el Dios de la paz os consagre en cuerpo y alma". El motivo nos lo dice él mismo: "el que nos ha llamado es fiel, y cumplirá sus promesas".


-Una noticia que compromete Claro que esa buena noticia es también exigente. No hay en el fondo nada más exigente que el amor y la amistad. Las tres voces que hoy hemos escuchado nos invitan a este compromiso. "El Señor hará brotar la justicia", nos ha dicho Isaías. No puede ser profunda una alegría si no trabaja por mejorar las cosas, la vida, la sociedad. "Guardaos de toda forma de maldad", ha sido el lema de Pablo.


Precisamente porque entendemos como noticia festiva la venida de Cristo, eso nos obliga a aceptar su programa: su forma de vida, y a rechazar la maldad, el pecado: todo lo anti-cristiano. Y lo mismo el Bautista, que nos repite hoy la consigna que ya el domingo pasado le escuchábamos: "allanad el camino del Señor". Y todos sabemos que preparar el camino al que viene es una actitud muy activa y comprometida.


-Alegría y trabajo: programa para todos Nuestro mundo de hoy necesita en verdad las dos llamadas: a la alegría y a la responsabilidad.


Todos necesitamos un respiro de alegría y optimismo. Nuestra sociedad tiene muchos quebraderos de cabeza y anda ya de vuelta de tantas promesas y programas que no logran mejorar gran cosa nuestra vida.


Cristo Jesús, el Mesías que viene, el que ya está, ofrece a esta humanidad, según la palabra que hoy hemos proclamado, luz, paz, justicia, alegría. Esa es su Buena Noticia. Y a la vez es su programa de trabajo en profundidad.


Con la fuerza del Señor Jesús es posible dar a este mundo un poco de esperanza y de futuro. Para ello nos convoca a todos, y nos compromete a preparar sus caminos, a trabajar por mejorar la justicia, por conquistar la paz, por evitar el mal y hacer que triunfe el bien...


Alegrémonos, hermanos. Y que nuestra Eucaristía de hoy sea con más sentido que nunca un auténtico himno de acción de gracias y una bendición a Dios: porque es el Dios fiel, que cumple sus promesas, que viene con poder, que viene a transformar, a salvar, a liberar. Ese Dios que viene siempre, que se llama Xto Jesús, se nos hace presente de modo muy especial en nuestra Eucaristía: como Palabra que creemos y como Pan y Vino que comemos con fe. Él es el motivo de nuestra alegría y de nuestra esperanza.



J. ALDAZABAL

MISA DOMINICAL 1978/23





Estás viendo, Señor, como tu pueblo espera con fe la fiesta del nacimiento de tu Hijo; concédenos llegar a la Navidad –fiesta de gozo y salvación—y poder celebrarla con alegría desbordante.

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