9 de octubre de 2008

MANUAL DE ETIQUETA PARA BANQUETES




28 DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO- A




En aquel tiempo volvió a hablar Jesús en parábolas a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo, diciendo:
-El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados encargándoles que les dijeran: tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Vengan a la boda.
Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados:
-La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Vayan ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encuentren, convídenlos a la boda. Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo:
-Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?
E1 otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros:
-Átenlo de pies y manos y arrójenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.


Mt 22,1-14


Este domingo nos hallamos con una nueva parábola que nos resume de una sola plumada toda la historia de la salvación... que no es otra cosa que el plan de Dios para la historia de la humanidad. ¿Cómo es esto? Muy fácil... el domingo pasado el Maestro nos explicaba la historia de una viña encomendada a unos siervos que, una vez que el dueño mandó a sus emisarios, éstos los maltrataban e incluso mataban... hasta que mandó a su hijo. A ésta también lo asesinaron. ¿No nos parece conocida esta historia? Y el riesgo del fracaso del ser humano pasa por no hacer caso a la vocación a la que Dios lo ha llamado en esta tierra.


Creer esto significa confiar que mi historia, tu historia y nuestra historia no son presa de un futuro ya pensado y zanjado por otra persona. Dios tiene un plan, que podemos definirlo como un sueño. Dios ha soñado nuestra historia en clave de esperanzas y anhelos. Y podemos pensar nuestra vida como el esfuerzo de ser coherentes con el sueño de Dios para mi vida. Lisa y llanamente, esto. Naturalmente, como todos los sueños, hay cosas difíciles, que exigen esfuerzo. En el caso del sueño de Dios, también esto se da: cuánto querría Dios que no nos tropezáramos con la misma piedra, cada día... la piedra de nuestras inseguridades, de nuestros defectos... son parte nuestra, nos acompañan cada día; y si a esto le añadimos nuestros pecados, si no confiamos en que las cosas irán mejor, podríamos sumirnos en la desesperación. En esos momentos, conviene recordar que Alguien tiene un sueño sobre nuestras vidas, y confía plenamente en que lo conseguiremos, con su ayuda. Hoy domingo experimentamos juntos la ayuda más profunda que Él nos puede dar: compartir su Palabra, como brújula y pan para el viaje; compartir el Cuerpo y la Sangre de Cristo como alimento para nuestra vida, y al recordar su Pasión, Muerte y Resurrección, y les dejó un ejemplo a fin de que sigan sus huellas (1 Pe 2,21). ¿Cuál ejemplo? El ejemplo de vivir en perfecta coherencia la vida, con el ideal de amar hasta entregar la vida por los que se ama. Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de él. (1Jn 4,9) Y el alimento de la Eucaristía nos hace ser cada vez más –en la medida en que nos esforcemos para que su Gracia no quede en vano dentro de nosotros- parecidos a Él. El sueño de Dios es que volvamos a nuestra imagen más verdadera, más transparente, más pura: amar a Dios como Padre, crear la verdadera fraternidad en nuestra tierra, donde reine la justicia, la paz y el perdón, y amándonos a nosotros mismos porque somos seres únicos en el mundo, salidos de la mano de Dios.


Nuestra vocación es esa, en palabras bien suscintas. Suena bonito, pero el esfuerzo de hacerlo provoca dolor, cansancio –porque continuamente este camino pone delante de mí mis incoherencias, mis infidelidades, mis amores desordenados por personas o cosas- y me defiendo porque tengo miedo, porque es demasiado difícil cambiar o estar pendiente de mi camino- e ignoro, ridiculizo o mato a quienes vienen a recordarme cuál es el camino justo, porque me anuncian lo que debo hacer, y denuncian lo que está mal en mí. Podemos ser tan crueles con el otro cuando viene hacia nosotros sólo con el deseo de vernos mejores...


Sin embargo, este domingo se nos recuerda nuestra vocación: hemos sido llamados a compartir un banquete, que en la mentalidad antigua era la ocasión de compartir la vida, porque en la comida se hace común un único alimento... como en la Eucaristía... pero el ser invitados –el ser cristianos- no nos hace desde ya seres salvados, o buenos... Produzcan los frutos de una sincera conversión, y no piensen: “Tenemos por padre a Abraham”. Porque yo les digo que de estas piedras Dios puede hacer surgir hijos de Abraham, decía Juan el Bautista en su predicación (Lc 3,8). Tenemos la invitación, gozamos de la amistad del Padre Dios, prepara una mesa ante nuestros enemigos, como dice el salmo de hoy... pero nuestro esfuerzo será usar el traje adaptado para la circunstancia. El traje elegante, limpio, planchado, perfumado de la propia vida, tratando de hacer en cada momento realidad el sueño de Dios en ella. Así, cuando el dueño de casa nos vea entre los comensales, nos diga: Bien, veo que has aceptado mi invitación y has venido con el mejor traje. Celebra conmigo... estoy orgulloso de ti, porque todo lo que te he dado no ha sido en vano. Has sido coherente con tu ser cristiano.

Que ojalá sintamos al fin de nuestra vida estas palabras. En el intertanto, dejemos la mediocridad de andar con trapos viejos y vivamos de acuerdo a la maravilla de ser hijos de Dios, de ser cristianos.


Te pedimos Señor que tu gracia continuamente nos preceda y acompañe, de manera que estemos dispuestos a obrar siempre el bien.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

¿Quieres comentar esta noticia?