22 de febrero de 2008

EL SIGNO DEL AGUA






III DOMINGO DE CUARESMA- A



En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José: allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía.
Llega una mujer de Samaría a sacar agua, y Jesús le dice:
-Dame de beber.(Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida.)
La Samaritana le dice:
-¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? (porque los judíos no se tratan con los samaritanos).
Jesús le contestó:
-Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.
La mujer le dice:
-Señor, si no tienes cubo y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?
Jesús le contesta:
-El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.
La mujer le dice:
-Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla.
El le dice:
-Anda, llama a tu marido y vuelve.
La mujer le contesta:
-No tengo marido.
Jesús le dice:
-Tienes razón, que no tienes marido: has tenido ya cinco y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad.
La mujer le dice:
-Señor, veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.
Jesús le dice:
-Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Ustedes dan culto a uno que no conocen; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos.
Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así. Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.
La mujer le dice:
-Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga él nos lo dirá todo.
Jesús le dice:
-Soy yo: el que habla contigo.
En esto llegaron sus discípulos y se extrañaban de que estuviera hablando con una mujer, aunque ninguno le dijo: «¿Qué le preguntas o de qué le hablas?»
La mujer, entonces, dejó su cántaro, se fue al pueblo y dijo a la gente:
-Vengan a ver un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho: ¿será éste el Mesías?
Salieron del pueblo y se pusieron en camino adonde estaba él.
Mientras tanto sus discípulos le insistían:


-Maestro, come.
El les dijo:
-Yo tengo por comida un alimento que ustedes no conocen.
Los discípulos comentaban entre ellos:
-¿Le habrá traído alguien de comer?
Jesús les dijo:
-Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra. ¿No dicen ustedes que faltan todavía cuatro meses para la cosecha? Yo os digo esto: Levanten los ojos y. contemplen los campos, que están ya dorados para la siega; el segador ya está recibiendo salario y almacenando fruto para la vida eterna: y así se alegran lo mismo sembrador y segador.
Con todo, tiene razón el proverbio «Uno siembra y otro siega». Yo les envié a segar lo que no han sudado. Otros sudaron y ustedes recogen el fruto de sus sudores.
En aquel pueblo muchos samaritanos creyeron en él por el testimonio que había dado la mujer: «Me ha dicho todo lo que he hecho.»
Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer:
-Ya no creemos por lo que tú dices, nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo.


Jn 4, 5-42

Meditamos hoy el tercer signo de esta Cuaresma: el agua. Desde hoy, y por tres domingos, tendremos como compañero de ruta, en este viaje que todos realizamos descubriendo la Palabra del Señor, al Apóstol Juan, quien en su evangelio nos ofrece siete signos para reflexionar acerca de la persona de Jesús –siete es el número perfecto en la Biblia-. Por eso, abramos nuestro espíritu a escuchar el sonido del agua en nuestra vida, cuánto la necesitamos y miremos al Maestro hoy, que se nos presenta como el Agua Viva.

"Antes me muero de sed que pedirle un vaso de agua", se dice en nuestra tierra como juramento de una amistad rota. Expresión válida, porque pedir un vaso de agua habla de la limpieza de un acercamiento cordial.
"Dame de beber" abre Jesús un diálogo de acercamiento con una mujer desconcertada. Era una vieja historia. Cuando un rey desterró a una parte de Israel, lo repobló con hombres traídos de cinco naciones que llegaron con sus dioses respectivos. Pero quiso el rey que un sacerdote les enseñara el culto al Dios de la tierra; y así aprendieron el culto a Yahvé. Le construyeron un templo en el monte Garizím. Destruido el templo, ahora adoraban a Dios en el monte mismo. A pesar de su conocimiento de la Escritura, de su veneración por Moisés y su espera del Mesías, eran considerados cismáticos por los judíos. "No se hablan los judíos con los samaritanos". Establecidos entre Judea y Galilea, boicoteaban el camino de los galileos al templo de Jerusalén. Al mismo Jesús le negaron el sagrado derecho oriental a la posada, sólo porque iba a Jerusalén.
Cuento esto porque se me antoja que, en medio de nuestro mundo cristiano, se establece una nueva Samaria. No delimitada por fronteras, porque andamos mezclados en la calle. No sé si exagero la comparación; pero hay entre nosotros gente que proviene del más puro paganismo. Tienen sus dioses: dinero, placer, partido, raza, violencia... Alguien les ha enseñado también el culto a Dios; y asisten a liturgias de funerales, se bautizan y hacen la Primera Comunión. Pero no comulgan con la Iglesia. Hasta hemos visto el paralelismo de que se opongan al paso de procesiones por sus barrios. Son cosas que crean tensiones, e incluso odios en el corazón de cristianos de siempre y de estos nuevos "samaritanos". No quiero exagerar diferencias. El espíritu samaritano -cinco dioses y culto a Dios- afecta a cualquiera que guarda el templo para Dios pero tiene su vida, familia, negocios o política bajo el patrocinio de los dioses ambientales.

Una mujer samaritana. Dado el estilo simbólico de Juan, es probable que la historia de hoy se esté refiriendo al encuentro de Jesús con el pueblo samaritano, y al deseo de llevarles su Salvación. Un pueblo samaritano. Se acerca periódicamente a la Iglesia de Jesús. Sediento siempre porque sus dioses no sacian la sed de vivir. Es preciso que la Iglesia aproveche encuentros "casuales" con la gente "del otro lado, para anunciarles sin complejos:
-Si conocieras el don de Dios y la Iglesia que lo anuncia, tú le pedirías agua, y ella te daría agua viva.
-¿La Iglesia dices? ¡Si no tiene poder ni prestigio! Nadie confía en ella.
-Te digo que, mientras sigas bebiendo lo que bebes, seguirás con sed; pero si bebes del agua que te anuncio, no tendrás sed jamás. Y aterrizar. Una Iglesia consciente, ha de estar convencida de que la existencia del hombre es lugar privilegiado para descubrir la salvación de Dios.
"Cinco maridos has tenido". Conocida la historia de Samaria y su culto a los cinco baales (baal=amo, señor, marido, dios) la frase se carga de significados:
-Cinco ídolos has tenido, y el Dios de Jesús a quien hoy te acercas, no es tampoco tu Señor que te da vida.
Andan por ahí "samaritanos" que entienden este lenguaje e inician desde ahí un acercamiento a Dios. La problemática existencial está muy en la raíz del sufrimiento del hombre.
¡Tanta gente sin horizonte, sola, angustiada, sin saber por qué vive, sufre, goza o fracasa; sin conocer la raíz del mal; acusando a diestra y siniestra, pero sin luz para orientarse! La salvación viene de la Iglesia, hay que decir sin remilgos.
Y sin permitir que los interlocutores se desvíen a las tópicas y alienantes discusiones religiosas; este monte o Jerusalén; este obispo o el otro; papa progresista o conservador... "Echar balones fuera" se llama esa figura, mientras está en juego el hombre.
¿No dicen nuestros labradores que, tras las nieves de este invierno, se vislumbra una gran cosecha a cuatro meses fecha? Pues yo les digo: Alcen sus ojos y vean muy cerca tanta gente sufridora y decepcionada, samaritanos sedientos que pueden ser la gran cosecha del Reino si la Iglesia acierta a presentarles el agua que da la vida.

MIGUEL FLAMARIQUE VALERDIESCRUTAD LAS ESCRITURASREFLEXIONES SOBRE EL CICLO ADESCLÉE DE BROUWER/BILBAO 1989 .Pág. 64


Padre, que por medio de tu Hijo hecho hombre realizas de modo admirable la reconciliación de todos los hombres; haz que nos preparemos con fe viva y generosa entrega a la celebración de la muerte y resurrección de tu Hijo.

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