XXVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO- C
Nota: Quienes visitan el Blog desde Chile este domingo deberán remitirse al comentario correspondiente a Nuestra Señora del Carmen. Hagan Click sobre estas líneas para leerlo.
Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes. A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas. El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado.
En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces exclamó: “Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan”. “Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí”. El rico contestó: “Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento”. Abraham respondió: “Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen”. “No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán”. Abraham respondió: “Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán”».
Lc 16,19-30
La foto que acompaña hoy estas líneas es real. Fue sacada en el Barrio El Golf, uno de los más exclusivos de Santiago de Chile. Muestra la desigualdad que hoy, como en los tiempos en que la Palabra fue escrita, aún azota la humanidad.
* Había una vez un hombre rico... Con la sencillez de una parábola. Jesús denuncia dramáticamente el eterno problema de los hombres, su división en ricos y pobres. Más aún, denuncia, sobre todo, la situación y la indiferencia de los ricos para con los pobres. Con cuatro pinceladas -vestía de púrpura, banqueteaba, desperdiciaba las migajas, no hacía caso del pobre- hace un perfecto retrato del rico epulón, de todos los ricos. El retrato robot de la parábola identifica igualmente a los países ricos frente a los pobres. E igualmente la parábola denuncia la desigualdad del mundo contra el tercer mundo. Tampoco Amós, en la primera lectura, se queda corto al describir la soberbia y autosuficiencia de los ricos de Israel.
No entenderíamos, sin embargo, la enseñanza de Jesús, si nos quedásemos, como frecuentemente se hace, y no siempre sin segunda intención, con ciertos detalles de la parábola, que no alteran en nada su mensaje. Porque a veces se ha pretendido interpretar que los ricos, que se lo pasan bien aquí, se irán al infierno cuando mueran, y que los pobres, que lo pasan mal aquí, lugo de morir se irán derechitos al cielo. Y eso no es lo que Jesús quiere dar a entender. La distinta suerte en la otra vida del rico y del pobre es sólo un recurso para demostrar de qué distinta manera ve Dios la desigualdad entre los hombres. Pero de ninguna manera quiere decir que los pobres se conformen siendo pobres, que ya les llegará su turno en el cielo. El sentido de la parábola no es brindar consuelo ultraterreno a los pobres, sino avisar severamente a los ricos y a los que ponen su confianza y su gloria en las riquezas y en el poder que de ellas obtienen.
El sentido de la parábola es también una fuerte denuncia contra los países ricos, que se glorían en contarse en los primeros puestos del ranking internacional de los países con mayor renta, y que ponen su confianza en su poder económico, despreciando y manteniendo a los países subdesarrollados en su penosa y difícil situación.
* ¡Se acabó la orgía de los disolutos! El juicio de Dios sobre la desigualdad entre los hombres no es sólo un juicio válido para la otra vida, es ya un juicio en esta vida. En la primera lectura el profeta Amós lanza el juicio de Dios contra esa situación de desigualdad, inaceptable de todas todas: "Se acabó la orgía de los disolutos!". Y eso no es un anuncio de lo que sucederá en el último día, sino la advertencia de lo que ya está sucediendo y acelerando en esta vida. Porque la palabra de Dios no es una palabra vacía, sino que penetra y mueve el corazón de los creyentes y de los hombres.
Quizá no siempre la Iglesia haya tenido el mismo coraje para denunciar la injusta distribución de la riqueza. Pero en la historia de la Iglesia nunca han faltado voces proféticas, que han denunciado la orgía de los disolutos. Buena prueba de ello son los testimonios de los santos Padres (ver PROPIEDAD). Pero no son los únicos. Ni son una excepción. En este sentido la doctrina social de la Iglesia, de acuerdo con la conciencia social de otras iglesias y de otros muchos hombres, lleva más de un siglo repitiendo machaconamente la denuncia de Jesús, y tratando de clarificarla de acuerdo con las nuevas y cambiantes situaciones. En todo caso, en la Iglesia y fuera de ella, son muchos los que están profundamente convencidos de que la desigualdad no puede perpetuarse y que hay que tomar medidas para acabar con la injusticia social.
Se acabó la orgía de los disolutos, de los que ponen su fe y su dios en el dinero. Se acabó también la orgía de los países ricos, que siguen explotando y enriqueciéndose a costa de los países pobres. También en los pueblos va calando fuerte la conciencia de su derecho y de su dignidad.
* Practica la justicia, la religión, la fe, el amor: Ante el desafío de la desigualdad hiriente, del escándalo de la pobreza y del hambre, los cristianos no podemos cruzarnos de brazos. La consigna de Pablo -de practicar la justicia y la religión- enlaza con toda la tradición del Antiguo Testamento, principalmente los profetas, y con la mejor tradición del Nuevo Testamento. No es casualidad esta asociación entre la justicia y la religión, como no lo es la asociación que Jesús hizo entre el amor a Dios y al prójimo. Y es que no se puede llamar de verdad a Dios "padre" y al mismo tiempo negar lo que dicen nuestros labios, tratando a los hermanos como desconocidos y menos aún con desprecio o indiferencia.
La denuncia de Jesús en la parábola de hoy tiene que servirnos de aviso, porque, aunque tal vez no nos consideremos ricos, ciertamente pertenecemos a los países ricos, al mundo desarrollado. Pero debe, sobre todo, estimularnos y comprometernos en la causa de los pobres. Cualquier cosa que hagamos por ellos y con ellos, es como si la hiciéramos por Jesús y con él. Este es también el gesto y el sentido de la eucaristía que celebramos. Partimos el pan y la palabra de Dios en señal de que estamos dispuestos y repartimos el pan y la palabra, la comunicación de bienes con todos los hombres y entre todos los pueblos.
-La riqueza condenada.-"Os acostáis en lechos de marfil, coméis los carneros del rebaño, bebéis vinos generosos, os ungís con los mejores perfumes. Y no os doléis de los desastres de José". Así hablaba el profeta Amós a los ricos de su tiempo, como hemos escuchado en la primera lectura.
Y una historia semejante repetía Jesús en el evangelio: "UN HOMBRE RICO que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y UN MENDIGO llamado Lázaro que estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico, pero nadie se lo daba".
No sé yo si os parecerá que Amós y Jesús exageran, con esas descripciones. Y no sé tampoco si el final de las dos historias os parecerá demasiado fuerte. Amós termina diciendo: "Esos irán al destierro, a la cabeza de los cautivos. Se acabó la orgía de los disolutos". Y Jesús termina colocando al rico en el infierno, "en medio de los tormentos", "torturado por las llamas". Y aún añade Jesús algo más: en el diálogo entre el rico y Abrahán, Abrahán le dice que, cuando uno se mete de lleno en el afán de la riqueza, y del tener, y del vivir bien, difícilmente llega a ver otras cosas: es como una droga que devora el alma.
Nos parezca exagerado o no, éste es el mensaje de la Palabra de Dios que hoy debemos reflexionar. Un mensaje que ya escuchábamos también el pasado domingo, cuando el mismo profeta Amós y Jesús nos decían que debíamos ESCOGER ENTRE SEGUIR EL CAMINO DE IR EN BUSCA DE LA RIQUEZA Y DEL DINERO, O IR EN BUSCA DEL EVANGELIO: entre ser "hijos de este mundo" y ser "hijos de la luz".
Jesús, es sin duda, MUY DURO en este tema. Pero lo es con mucha razón: la búsqueda del dinero, EL MOVERSE PENSANDO POR ENCIMA DE TODO EN EL DINERO Y LA RIQUEZA, ES EL MAYOR CÁNCER QUE CORROE NUESTRO MUNDO. Porque hace que la gente que se mueve por esto sea insensible a toda otra cosa, hasta secársele el corazón. Y porque hace que los más débiles y desafortunados vivan en condiciones cada vez más tristes y dolorosas, sin lo necesario para vivir con dignidad. Y porque hace, además, que muchos países pobres se vean ahogados por los países ricos, que les imponen unas condiciones comerciales insostenibles, y los hunden cada vez más en el hambre y la miseria.
Jesús se pone muy duro, absolutamente duro con este pecado, y condena sin paliativos a los que lo cometen y no están dispuestos a cambiar de actitud. Y esta dureza de Jesús debería ser también una lección para nosotros. Porque NOSOTROS PODEMOS CAER TAMBIÉN en esta actitud de pensar sólo en tener cosas, con todas las excusas que queráis, y desentenderse con demasiada tranquilidad de la pobreza que hay a nuestro alrededor, y no preguntarnos nunca si estaremos contribuyendo a la pervivencia de las situaciones injustas que se dan en nuestro mundo.
-¿Qué podemos hacer nosotros?.-Permitidme, pues, terminar esta homilía con una sencilla lista de cuestiones que afectan a este tema, y que podríamos reflexionar:
* 1.HAY QUE TENER MUY CLARO QUE ESTE MUNDO ESTA MAL ORGANIZADO, y que las cosas deberían funcionar de otro modo. No puede ser, que el mundo funcione a base de ver quién puede ganar más. Porque desde luego que eso estimula la creación de riqueza, pero al mismo tiempo hace que todos vivamos pendientes del dinero. De modo que un cristiano debe tener claro que esto habría que cambiarlo. Y prestar atención a los distintos intentos sociales y políticos que se puedan hacer para lograr ese cambio. Y no mirar de entrada desconfiadamente a todo aquel que proponga algo que no sea el resignarse y el ir tirando.
* 2.TODO EL QUE PUEDA TENER ALGUNA INFLUENCIA EN LA VIDA ECONÓMICA Y SOCIAL, debe preguntarse con qué criterios actúa, y si esos criterios son criterios cristianos. El empresario en la creación de riqueza, en la creación y el mantenimiento de lugares de trabajo en cuanto le sea posible y en la mejora de las condiciones de trabajo. El trabajador, en el trabajo responsable y al mismo tiempo en la audacia inteligente cuando haya que conseguir mejoras. Y, sobre todo, en el ser solidario con los demás y en el no dedicarse a intentar subir en solitario a costa de los demás.
* 3.HAY QUE PREGUNTARSE QUÉ HACEMOS CON NUESTRO DINERO. Preguntarnos qué parte de lo que ganamos debemos dedicar al servicio de los demás, a través de Cáritas u otras instituciones, a través de acciones de ayuda al Tercer mundo, etc. Y preguntarnos, especialmente los que están mejor situados, a qué cosas deberíamos renunciar para llevar una vida más austera, más acorde con el Evangelio. Porque decir simplemente que "puesto que me lo he ganado, me lo puedo permitir", no es ningún criterio evangélico.
* 4.TAMBIÉN HAY QUE PREGUNTARSE EN QUÉ UTILIZAMOS NUESTRO TIEMPO. Y ver si podríamos dedicar alguna parte de él a visitar enfermos, o a ayudar a gente que necesite algo (que les hagan la compra, por ejemplo). O comprometernos a trabajar en alguna asociación de ayuda a los demás.
* 5.Y FINALMENTE, REVISAR TAMBIÉN COMO EDUCAMOS A LOS HIJOS. ¿Les enseñamos a creerse los dueños del mundo, a pensar que pueden tener todo lo que quieran? ¿O más bien les enseñamos a ser activos, a preocuparse por los demás, a pensar que no es necesario tenerlo todo para ser feliz, a renunciar a algo para ayudar a los demás?
¡Oh Dios!, que manifiestas especialmente tu poder con el perdón y la misericordia; derrama incesantemente sobre nosotros tu gracia, para que, deseando lo que nos prometes, consigamos los bienes del cielo.
Estimado José Ignacio:
ResponderBorrarMuy impactante la homilia, y también la foto que publicas. A ese mendigo suelo verlo a menudo al pasar por ese barrio tan lujoso (Isidora Goyenechea con El Bosque). Choca verlo, dan ganas de llevárselo de ahi. Pero él sigue presente, recordándonos con su "molestia" que hay cosas que no queremos ver, que queremos esconder. Pero no por ello tales cosas no existen, es más, empeoran.
Impresionante la firmeza de Jesús ante el dinero. Una verdadera lección. Claro, pues a todos nos mueve y lo necesitamos. Pero ¿vale la pena dedicarle tanto tiempo al dinero? ¿Dedicamos tiempo a la solidaridad, a la fraternidad, incluso a la familia?
Gracias por tu reflexión y por aterrizar estos temas a nuestras realidades personales.
Recibe un afectuoso saludo de tu prima Paulina, tu sobrino Lucas y tu amigo Rafa. Y reza por tu nuevo sobrino hombre, quien llegará en febrero. Probablemente se llame Pedro. Pedazo de nombre, no?
Un fuerte abrazo
RTL