Los habitantes de esa antigua ciudad, los más afectados por el sismo.
Por: Gustavo Sierra
Fuente: TALCA. ENVIADO ESPECIAL
Fuente: TALCA. ENVIADO ESPECIAL
Son 15 cuadras del centro histórico de Talca. Por ahí pasearon y salieron de compras varias generaciones. Fue desde siempre la calle para ver y mostrarse. Todo eso ya no va ser posible. No existe más. Son 1.500 metros de escombros. Toda el área comercial más importante de la ciudad por donde comienza la zona más afectada por el terremoto y el tsunami fue destruido por el desplazamiento de las placas de la Tierra.
Apenas uno entra en la Calle 1 Sur, se encuentra con los restos del café más antiguo de la ciudad "El Naturista". Jaime Verdugo mira azorado lo que fue la barra y la máquina de hacer café que ahora está aplastada bajo una viga. "Estuvo 60 años en mi familia. Ahora lo único que nos queda es derribarlo", dice con los ojos aguados.
En realidad, toda la zona va a ser demolida y los comerciantes apuran el traslado de las pocas cosas que les quedaron antes de que lleguen las escavadoras para derribar todas las estructuras que se pueden desprender ante cualquier réplica. Juan Marín es el administrador del almacén Retamal que tienen más de 100 años en ese lugar. Lo encuentro tratando de salvar unas ollas de cobre que quedaron atrapadas entre unos ladrillos y unas maderas. "Vamos a tener que empezar todo de nuevo. Pero si tiene que ser en otro lado no será lo mismo. Nuestro negocio era una referencia. Decían de la Retamal para allá o de la Retamal para acá", cuenta Marín.
En la cuadra siguiente unas quince mujeres con delantal azul y barbijos blancos sacan vitrinas rotas, lápices de colores que recogen de todos lados y libretas de almacenero. Son las empleadas de la librería Tucán que pasaron de vender artículos de escuela a levantar escombros. Enfrente, el abogado Gabriel Caamaño sale con unas cajas de archivos. La apila sobre otros que tienen los nombres de edificios y varios comercios de la zona. Eran sus clientes de la oficina de cobranza que ahora es apenas un pila de cascotes. "¿A quien le vamos a cobrar ahora? Si la mayoría de mis clientes perdieron todo", dice preocupado.
En la joyería Omega están igual. Tuvieron suerte porque la estructura aguantó bastante bien y no hubo víctimas pero perdieron muchos relojes y joyas que quedaron bajo un metro de cal, hierros, arena y ladrillos. "Estos van a ser los escombros más codiciados de la ciudad. De repente se pueden encontrar unos aro con unos diamantes o un buen reloj", dice Eduardo González con buen humor pero mirada de dolor. Sus vecinos de ABCDin, una tienda de electrodomésticos no la sacaron mejor. Perdieron más de 50 televisores, 20 lavarropas y un número aún no determinado de celulares y computadoras.
Al final de la calle se puede ver la antigua iglesia del Corazón de María. Pero cuando uno se acerca entiende que la cúpula ya no está en su lugar, permanece torcida hacia la codillera. Las otras tres pequeñas torretas que la acompañan están esparcidas por la esquina. Del otro lado, una escavadora tira lo poco que queda de las paredes de adobe de lo que fue un garage. Ahí y en la siguiente esquina murieron seis personas.
Pero la comidilla de la ciudad está a dos cuadras de ahí en 3 Sur y 11 Oriente. Esa es la "zona roja" de Talca. Ahí, donde ahora hay sólo una pila de hierros y materiales, funcionaban tres prostíbulos. Unos vecinos que acampan en la esquina aseguran que de allí sacaron tres cadáveres. "Eran dos hombres y una mujer y estaban desnudos. Todos creen que murieron felices", dice Antonia, una mujer desdentada que vivió en ese lugar por 40 años.
Pero la mejor imagen la dan unos muchachos que están ayudando a despejar la calle 1 Sur, cuando terminan, sobre una pila de escombros plantan una bandera chilena que recuperaron poco antes de entre los colchones y las sábanas de una casa derruida y fantasmal.
Apenas uno entra en la Calle 1 Sur, se encuentra con los restos del café más antiguo de la ciudad "El Naturista". Jaime Verdugo mira azorado lo que fue la barra y la máquina de hacer café que ahora está aplastada bajo una viga. "Estuvo 60 años en mi familia. Ahora lo único que nos queda es derribarlo", dice con los ojos aguados.
En realidad, toda la zona va a ser demolida y los comerciantes apuran el traslado de las pocas cosas que les quedaron antes de que lleguen las escavadoras para derribar todas las estructuras que se pueden desprender ante cualquier réplica. Juan Marín es el administrador del almacén Retamal que tienen más de 100 años en ese lugar. Lo encuentro tratando de salvar unas ollas de cobre que quedaron atrapadas entre unos ladrillos y unas maderas. "Vamos a tener que empezar todo de nuevo. Pero si tiene que ser en otro lado no será lo mismo. Nuestro negocio era una referencia. Decían de la Retamal para allá o de la Retamal para acá", cuenta Marín.
En la cuadra siguiente unas quince mujeres con delantal azul y barbijos blancos sacan vitrinas rotas, lápices de colores que recogen de todos lados y libretas de almacenero. Son las empleadas de la librería Tucán que pasaron de vender artículos de escuela a levantar escombros. Enfrente, el abogado Gabriel Caamaño sale con unas cajas de archivos. La apila sobre otros que tienen los nombres de edificios y varios comercios de la zona. Eran sus clientes de la oficina de cobranza que ahora es apenas un pila de cascotes. "¿A quien le vamos a cobrar ahora? Si la mayoría de mis clientes perdieron todo", dice preocupado.
En la joyería Omega están igual. Tuvieron suerte porque la estructura aguantó bastante bien y no hubo víctimas pero perdieron muchos relojes y joyas que quedaron bajo un metro de cal, hierros, arena y ladrillos. "Estos van a ser los escombros más codiciados de la ciudad. De repente se pueden encontrar unos aro con unos diamantes o un buen reloj", dice Eduardo González con buen humor pero mirada de dolor. Sus vecinos de ABCDin, una tienda de electrodomésticos no la sacaron mejor. Perdieron más de 50 televisores, 20 lavarropas y un número aún no determinado de celulares y computadoras.
Al final de la calle se puede ver la antigua iglesia del Corazón de María. Pero cuando uno se acerca entiende que la cúpula ya no está en su lugar, permanece torcida hacia la codillera. Las otras tres pequeñas torretas que la acompañan están esparcidas por la esquina. Del otro lado, una escavadora tira lo poco que queda de las paredes de adobe de lo que fue un garage. Ahí y en la siguiente esquina murieron seis personas.
Pero la comidilla de la ciudad está a dos cuadras de ahí en 3 Sur y 11 Oriente. Esa es la "zona roja" de Talca. Ahí, donde ahora hay sólo una pila de hierros y materiales, funcionaban tres prostíbulos. Unos vecinos que acampan en la esquina aseguran que de allí sacaron tres cadáveres. "Eran dos hombres y una mujer y estaban desnudos. Todos creen que murieron felices", dice Antonia, una mujer desdentada que vivió en ese lugar por 40 años.
Pero la mejor imagen la dan unos muchachos que están ayudando a despejar la calle 1 Sur, cuando terminan, sobre una pila de escombros plantan una bandera chilena que recuperaron poco antes de entre los colchones y las sábanas de una casa derruida y fantasmal.
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