Ruinas de la Catedral de Concepción
A las 11.30 AM del día 20 de Febrero de 1835, un espantoso terremoto asoló la zona de Concepción, la misma que un siglo más tarde se vería de nuevo en ruinas por similar desastre.
El Intendente interino de Concepción, coronel Ramón Boza, informaba al gobierno el mismo día de la catástrofe:
"Un terremoto tremendo ha concluido con esta población. No hay un templo, una casa pública, una particular, un solo cuarto; todo ha concluido: la ruina es completa. El horror ha sido espantoso. No hay esperanzas en Concepción. Las familias andan errantes i fujitivas; no hay albergue segura que las esconda; todo, todo ha concluido; nuestro siglo no ha visto una ruina tan excesiva i tan completa"
El terremoto arruinó una ancha faja de 300 leguas comprendidas entre los ríos Cachapoal y Valdivia. Concepción y Chillán quedaron en el suelo. Primero se oyó un estrépito formidable, seguido de sucesivas sacudidas de la tierra, de sur a norte, en forma de olas marinas, que impedían a los aterrados pobladores mantenerse en pie.
Al ruido ensordecedor del terremoto se sumó el del derrumbe de los edificios, desencajados desde los cimientos. Una nube de polvo, que tornaba casi imposible la respiración, envolvió los montones de escombros a que se habían reducido las ciudades. Cada nueva sacudida era acompañada de estampidos, que hacían la impresión de que un volcán había reventado bajo la ciudad.
En varios lugares, el suelo se dividió en grietas profundas. En Coyanco, departamento de Puchacay, se hundió una pequeña colina y en su lugar quedó un profundo barranco. En el patio de la casa de Mr. Evans, en Talcahuano, "reventó el suelo, vertiendo un agua hedionda y sulfurosa, y el mismo fenómeno se observó en varios lugares vecinos a Concepción".
En medio de la bahía de San Vicente se elevó una columna semejante al chorro de una inmensa ballena y al desaparecer dejó un gran remolino, como si el mar se entrase en una cavidad de la tierra. Más allá de la isla Quiriquina se alzó una columna de humo semejante a una torre.
Un maremoto de enormes proporciones arrasó las costas desde Constitución hasta el extremo sur. En la desembocadura del Maule, represó el caudal del río hasta cuatro varas de alto y al recobrar el nivel normal, arrasó la barra de arena que cierra el estuario. En Talcahuano el agua subió hasta 30 pies, arrasó la población y se retiró en seguida hasta dejar los buques en seco, para venir de nuevo, durante varias horas.
Se recogieron 34 cadáveres, desaparecieron 30 personas, se hospitalizaron 10 heridos graves y el número de heridos leves y contusos se calculó en 500.
Concepción, Chillán, Yumbel, Rere, Los Angeles, La Florida, Coelemu, Talcahuano, Penco, Tomé, Arauco y Colcura eran hacinamientos de ruinas.
En los puertos, las marejadas barrieron con los restos de las edificaciones.
El fenómeno telúrico había sido precedido de un aumento de la actividad volcánica de la zona: Charles Darwin, quien estaba a bordo del "Beagle" frente a las actuales costas de Valdivia, observó hilos delgados de lava ardiente que se deslizaban por los flancos del volcán Osorno. Cuando llegó a Talcahuano, trece días después del sismo, refiere en su diario que en este puerto las olas del mar lanzaron un cañón de cuatro toneladas cinco metros afuera de las fortificaciones.
¿Un volcán en Juan Fernández?
En la isla Juan Fernández se observó con terror la aparición de una columna de humo que surgía del mar a poca distancia del lugar llamado La Punta del Bacalao, según comunicó su gobernador Sutcliffe.
Habitantes de Juan Fernández huyendo de las marejadas
El origen volcánico del fenómeno dio lugar a la creencia popular, que perduró más de medio siglo, de que algunos indios expulsados de Talcahuano, en venganza, habían tapado el cráter del volcán Antuco, con el perverso objetivo de que reventara por aquel puerto. En las tradiciones del siglo XIX la catástrofe figura con el nombre de "la ruina" en Concepción y Chillán y del "temblor grande" en el resto de la zona afectada.
Cráter del volcán Antuco (dibujo de C. Gay)
En toda la zona que abarcó el terremoto, entre Chillán y Concepción, se recogieron unos 120 cadáveres. Se desconoce el número de los que quedaron para siempre atrapados bajo los escombros, fueron carbonizados por los numerosos incendios o fueron arrastrados por las olas del mar en los puertos. Si bien es muy difícil determinar el número de víctimas, él fue, desde luego, bajo, por la escasa densidad poblacional y por la hora en que se produjo.
Prosiguieron al terremoto grandes temporales, que malograron las cosechas que aún estaban en las eras, agravando la situación de los pobladores que estaban guarecidos en las quebradas y bajo los árboles
Fuente: Historia Ilustrada de Chile, de Francisco Encina y Leopoldo Castedo. Edit. Zig-Zag. 1985.
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