29º DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Después Jesús les enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse: «En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: “Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario”. Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: “Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme”». Y el Señor dijo: «Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?».
Lc 18,1-8
Moisés, con las manos en alto, primera lectura de este domingo, es el símbolo de la oración, y la expresión gráfica de que las batallas humanas, sin dar a esta palabra un sentido necesario ni principalmente guerrero, hay que ganarlas mirando a Dios, levantando la vista a lo alto. Contando con Dios y esto es orar.
Las parábolas de Jesús, ésta de hoy y aquélla del amigo a quien hay que despertar por la noche, hay que entenderlas con cierto humor, con el que sin duda Jesús las dijo. Porque a Dios no se le puede comparar con un juez injusto o un amigo perezoso que no quiere salir de la cama, ni Dios nos va a conceder las cosas para que lo dejemos en paz. Es un modo de hablar, lo que sí hace Jesús expresamente y claramente es invitarnos a orar con insistencia. Y esto en un mundo secularizado, indiferente y a veces ateo, es algo a tener muy en cuenta. También en ciertos ambientes religiosos de nuestros días que han caído en un espiritualismo vacío o en un horizontalismo chato.
La oración es el acto de fe por excelencia. Sin la fe la oración no tiene sentido. Como tampoco tiene sentido creer en Dios como alguien vivo y presente y no comunicarse con él. No basta hablar de Dios, esto lo puede hacer un ateo, hay que hablar con Dios, que no sea un El o Ello, sino un Tú. Quién evangeliza sin rezar termina por no evangelizar (A. George). Si no se cargan las baterías, se cae rápidamente en la oscuridad, el vacío o la hipocresía. Jesús ora constantemente. Jesús nos enseña a orar.
La oración de Jesús parte de la oración de su pueblo, de los salmos, de la Biblia, se une a la oración que se hace en la sinagoga, en las fiestas sube a Jerusalén, oraba como un judío piadoso de su tiempo. Esto nos puede hacer pensar en la religiosidad popular con sus valores y sus peligros.
La oración de Jesús es una oración personal, muy personal, insondablemente personal en su unión íntima con el Padre. En esa hondura hay cosas que se nos escapan, pero hay otras que nos describen los Evangelios. La oración de Jesús va muy unida a su misión como aparece en su bautismo, en la elección de los doce, en las tentaciones, en Getsemani, en su muerte. Jesús convierte los momentos fuertes y decisivos de su vida en momentos de oración. Oración filial (Abba), confiada, constante, a veces dramática como en el Huerto de los Olivos, de perdón ("Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen"). Jesús enseña a orar a sus discípulos, y en ellos a todos nosotros. No les exige que oren desde el primer momento, espera a que ellos se lo pidan, a que brote de la madurez de su fe.
Y les enseña el Padrenuestro, síntesis del Evangelio y de lo que hay que sentir y hacer para pertenecer al Reino de Dios y extenderlo. En primer lugar, hay que entender a Dios como Padre y así dirigirse a El. De ahí brota la exigencia de fraternidad que es posible porque Dios es el Padre común de todos los hombres. Sin un Padre común no hay fraternidad posible.
El nombre de Dios en lenguaje bíblico es lo mismo que Dios, y pedir que sea santificado es pedir que se manifieste su gloria, que se convierta en acción salvadora para los hombres, que se haga presente su poder y su fuerza...
El Reino de Dios ya sabemos que es la tarea de Jesús, la alternativa de Jesús frente a este mundo, algo que hay que empezar a realizar ya y aquí, pero que tiene un horizonte escatológico. Un Reino que es paz, amor, libertad, justicia, perdón, gracia, fraternidad. La voluntad de Dios es que nos salvemos todos, que el Reino de Dios pueda ser una realidad para todos los hombres.
El pan de cada día es el alimento diario y necesario. Pan del cuerpo, porque no puede haber fraternidad si algunos hermanos pasan hambre, si no hay justicia. Un cristiano no vive a gusto, no come él a gusto, si un hermano tiene hambre. No sé si es pura casualidad, pero en el Evangelio de hoy se une la oración al hacer justicia cuatro veces.
Jesús nos enseña a unir el perdón a la oración, y expresamente nos dice que el perdón de Dios se condiciona a nuestro perdón para con los hombres. Perdonar es ser cristiano y es alegría para renacer.
No se le escapó a Jesús el hablar en esta breve oración de la tentación y del mal. La tentación implica la libertad, que es una de las mayores grandezas del hombre y también el riesgo de obrar mal, de ponerse al margen o en contra del Reino de Dios.
DABAR 1980/53
Dios todopoderoso y eterno, aumenta nuestra fe, esperanza y caridad; y para conseguir tus promesas, concédenos amar tus preceptos. Por Jesucristo Nuestro Señor.
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