Hemos sido claros en que nuestra petición no anula ni contradice el imperio de la ley y la justicia, sino que lo supone y lo exige.
Por Mons. Alejandro Goic, Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile
La Iglesia Católica ha planteado a las autoridades de la nación una solicitud de clemencia para personas privadas de libertad con ocasión del Bicentenario de la Independencia de Chile, invocando una tradición religiosa de raíz bíblica que es, incluso, anterior al mundo cristiano.
Esta petición de misericordia la hemos presentado al señor Presidente de la República y a las máximas autoridades del Congreso, en el marco del respeto a la institucionalidad vigente, a nuestra Carta Fundamental y a los tratados internacionales suscritos por Chile. Son los actores de la sociedad democrática los llamados a tomar las decisiones sobre esta materia, y todo diálogo de ideas que se produzca en un marco del respeto y altura de miras puede ser un aporte a un adecuado discernimiento. Los obispos hemos sentido el deber de poner en la agenda pública un tema que no es fácil ni cómodo, que comporta diversos y grandes riesgos. Y lo hacemos con humildad, pero sin ambigüedades, invitando a iluminar esta realidad desde los valores que brotan del Evangelio.
La realidad de las cárceles es una situación límite de las más dolorosas que nos toca conocer. Cualquier discurso sobre este drama social es insuficiente para explicar sus alcances y consecuencias. Los laicos, diáconos y sacerdotes que visitamos en forma periódica a las personas que están cumpliendo condenas, sabemos bien que la cruz que ellos viven en prisión, ciertamente ayuda, a no pocos de ellos, a tomar conciencia de la cruz que ellos mismos obligaron a cargar a otros hermanos inocentes, al cometer sus delitos.
Nuestra mirada al dolor en las prisiones va mucho más allá de los casos por violaciones a los derechos humanos. Y sobre esa materia particular, hemos sido claros en que nuestra petición no anula ni contradice el imperio de la ley y la justicia, sino que lo supone y lo exige. Porque sentimos que "nada es más injusto que la impunidad", nuestra solicitud salvaguarda el pleno imperio de los derechos humanos en materia de crímenes de lesa humanidad.
Algunas de las reacciones críticas que ha recibido nuestro planteamiento son comprensibles a partir del inmenso dolor de hermanos y hermanas nuestras que han sufrido la pérdida de vidas humanas. No nos resulta ajeno su dolor. Hemos estado y seguiremos estando a su lado. Y no les abandonaremos. Pero en un tema de tanta trascendencia para el país en su conjunto, no es sano replicar desconociendo la verdad de nuestra solicitud, cuyo texto hemos puesto a disposición del país e invitamos a leer con detención.
Se ha dicho que iniciativas como el indulto que solicitamos están obsoletas en una sociedad moderna. Quienes nos confesamos discípulos de Jesucristo, el Señor, acogemos como parte de nuestra vida su invitación al amor y la misericordia. Dios quiera que en las leyes siempre exista un espacio para ejercer estos valores tan necesarios para la convivencia humana. Y es en este principio en el que fundamos la petición de indulto en estos días formulada.
No buscamos reabrir heridas ni pretendemos que ellas se cierren por decreto. Tampoco queremos que nuestra petición se convierta en pretexto de banderas de lucha política. Simplemente anhelamos que la sociedad, a través de nuestras autoridades, pueda favorecer un gesto de misericordia y clemencia hacia algunas personas encarceladas, juzgadas y con gran parte de sus condenas cumplida. Ellos y ellas también forman parte de Chile, la patria que amamos y que en este Bicentenario invocamos como una "mesa para todos".
Fuente: Diario La Tercera
Esta petición de misericordia la hemos presentado al señor Presidente de la República y a las máximas autoridades del Congreso, en el marco del respeto a la institucionalidad vigente, a nuestra Carta Fundamental y a los tratados internacionales suscritos por Chile. Son los actores de la sociedad democrática los llamados a tomar las decisiones sobre esta materia, y todo diálogo de ideas que se produzca en un marco del respeto y altura de miras puede ser un aporte a un adecuado discernimiento. Los obispos hemos sentido el deber de poner en la agenda pública un tema que no es fácil ni cómodo, que comporta diversos y grandes riesgos. Y lo hacemos con humildad, pero sin ambigüedades, invitando a iluminar esta realidad desde los valores que brotan del Evangelio.
La realidad de las cárceles es una situación límite de las más dolorosas que nos toca conocer. Cualquier discurso sobre este drama social es insuficiente para explicar sus alcances y consecuencias. Los laicos, diáconos y sacerdotes que visitamos en forma periódica a las personas que están cumpliendo condenas, sabemos bien que la cruz que ellos viven en prisión, ciertamente ayuda, a no pocos de ellos, a tomar conciencia de la cruz que ellos mismos obligaron a cargar a otros hermanos inocentes, al cometer sus delitos.
Nuestra mirada al dolor en las prisiones va mucho más allá de los casos por violaciones a los derechos humanos. Y sobre esa materia particular, hemos sido claros en que nuestra petición no anula ni contradice el imperio de la ley y la justicia, sino que lo supone y lo exige. Porque sentimos que "nada es más injusto que la impunidad", nuestra solicitud salvaguarda el pleno imperio de los derechos humanos en materia de crímenes de lesa humanidad.
Algunas de las reacciones críticas que ha recibido nuestro planteamiento son comprensibles a partir del inmenso dolor de hermanos y hermanas nuestras que han sufrido la pérdida de vidas humanas. No nos resulta ajeno su dolor. Hemos estado y seguiremos estando a su lado. Y no les abandonaremos. Pero en un tema de tanta trascendencia para el país en su conjunto, no es sano replicar desconociendo la verdad de nuestra solicitud, cuyo texto hemos puesto a disposición del país e invitamos a leer con detención.
Se ha dicho que iniciativas como el indulto que solicitamos están obsoletas en una sociedad moderna. Quienes nos confesamos discípulos de Jesucristo, el Señor, acogemos como parte de nuestra vida su invitación al amor y la misericordia. Dios quiera que en las leyes siempre exista un espacio para ejercer estos valores tan necesarios para la convivencia humana. Y es en este principio en el que fundamos la petición de indulto en estos días formulada.
No buscamos reabrir heridas ni pretendemos que ellas se cierren por decreto. Tampoco queremos que nuestra petición se convierta en pretexto de banderas de lucha política. Simplemente anhelamos que la sociedad, a través de nuestras autoridades, pueda favorecer un gesto de misericordia y clemencia hacia algunas personas encarceladas, juzgadas y con gran parte de sus condenas cumplida. Ellos y ellas también forman parte de Chile, la patria que amamos y que en este Bicentenario invocamos como una "mesa para todos".
Fuente: Diario La Tercera
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
¿Quieres comentar esta noticia?