11 de marzo de 2010

Falla Estructural

Por Sebastián Bowen

Venían con el sello de nuestra sociedad. Eran jóvenes, no más de diez años de construcción, su publicidad nos mostraba una pulcritud ajena que nos hacía soñar una vida que por el sólo hecho de parecer… sería. Albergando empresas, siendo grandes casinos, hoteles, aeropuertos, centros comerciales o modernos edificios residenciales, le mostraban al mundo lo que era Chile. Hasta el sábado a las 03:37, la estética de la satisfacción se encontraba en su apogeo.

Las fotos de algunos de nuestros grandes edificios modernos derrumbados o quebrados se introdujo en nuestro inconsciente. Y es que se suponía que el pasado se derrumbaría, pero el presente no. Lo que Chile mostraba y quería ser, debía resistir; su derrumbe, es el derrumbe de una fórmula que tenía en la imagen y el lucro sus factores esenciales. La caída del Mall de la Dehesa pareciera ser más simbólica que el derrumbe de la Iglesia de la Divina Providencia. La falla estructural de algunos edificios modernos fue superior a toda la grandilocuencia con que se promocionaban.
La falla estructural nos presenta un cambio de enfoque en la manera que tenemos de pensar. El derrumbe de la estética de la satisfacción hoy nos hace extrañar la ética de lo sustentable.
En estos días todo Chile comenzó a hablar de la “falla estructural”, hasta los más ajenos al mundo de la construcción comprendieron lo relevante de éste término. Podrá haber un muro con su pintura resquebrajada, podrán asomar grietas a la superficie, pero lo importante es si una construcción tiene o no tiene falla estructural. La apariencia ha pasado a un segundo plano, hoy lo determinante (en muchos casos tardíamente) es la estructura, lo que no está a simple vista, “lo que sustenta”. La falla estructural nos presenta un cambio de enfoque en la manera que tenemos de pensar. El derrumbe de la estética de la satisfacción hoy nos hace extrañar la ética de lo sustentable.

Algo no tan distinto ha lo sucedido en el plano social. Al igual que aquellas construcciones que se desplomaron, nuestra estructura social también mostró serias “fallas estructurales”. No es mi interés hacer un texto crítico y apocalíptico sobre nuestra sociedad, mucho se ha hablado en estos días sobre nuestras falencias sociales, pero hay una arista sobre la que pretendo reflexionar a modo de dibujar un camino a seguir.

El mercado, el consumo y la producción podrán satisfacer muchas necesidades, tal vez la mayoría, pero lo estructural de una sociedad radica en aquello que no puede ser mediado por el precio: las relaciones humanas, la capacidad de ser comunidad y de organizarnos.

Los tabiques de las redes productivas y de consumo sucumbieron, pero al igual que el resquebrajamiento de la pintura o las grietas superficiales, lo crucial es si nuestra construcción social tiene o no “falla estructural”, es decir, en la organización de base. Y lamentablemente, debemos responder con una afirmación. Salvo grandiosos ejemplos, el terremoto desnudó la precariedad que tenemos en la actualidad como sociedad en nuestras organizaciones comunitarias.

La promoción de la organización comunitaria no ha sido la prioridad en las últimas décadas ni en las políticas públicas, ni en la educación formal, ni en nuestras mismas familias, y es éste el principal elemento de empoderamiento, participación, de seguridad social, de democracia, de resguardo de la ética del bien común y del levantamiento de un pueblo ante una catástrofe que podría existir.

A estas alturas corresponde ver esto como un desafío antes que un problema, una responsabilidad más que una culpa, debe motivar la acción antes que la queja. Pues la materia prima para esta organización en Chile se encuentra de sobra, basta ver la reorganización que hubo al cabo de unos días, y el tremendo ejemplo del fin de semana de toda una sociedad movilizándose para ir en ayuda de sus compatriotas.

En estos tiempos, en que la reconstrucción de Chile comienza a ejecutarse, debemos ser capaces de ver que junto con la tragedia se nos abre una oportunidad, y junto con la solución práctica, una forma de comunidad. Así como queremos levantar estructuras, nuestra mirada también debe estar en la estructura social y acompañar las obras, vías y casas que reconstruyamos con un fortalecimiento de las comunidades y su organización. Ahí yacen los muros, vigas y pilares que construyen un país.

Podrá venir otro terremoto u otra catástrofe, son un rito en nuestra historia, se caerán nuevamente las construcciones, las iglesias y los caminos, pero es la organización de Chile y la de su pueblo la que no puede sufrir fallas. Cuando las construcciones se encuentran provistas del contenido de sus comunidades o son el producto de la organización de su gente, se levantan sobre los hombros de las personas y no de la tierra, viven en nuestro pueblo.

Una vez pasada la urgencia, el desafío será la promoción de la organización de base y comunitaria. Es lento, silencioso y no se aprecia a simple vista, al igual que una viga estructural, pero en tiempos de crisis, todos preguntan por ella.

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