27 de noviembre de 2009

Viene Dios

homilia

I DOMINGO DE ADVIENTO

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: clip_image002

-- Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y del oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad, ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros temblarán. Entonces, verán al Hijo del Hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.

Lc 21, 25-38.34-36

Nos disponemos a celebrar el Adviento, tiempo en que los cristianos celebramos la venida de Dios, que eso es lo que significa la palabra. Son muchas las venidas de Dios: al final de las cosas, en cada momento en nuestra vida, y en esa venida especial de Jesús en la historia que celebramos el día de Navidad.

Adviento es un tiempo de esperanza y de alegría, de salvación. También de espera, de preparación y esfuerzo vigilante. Desde la fe parece claro, para un creyente, que viene Dios. Si miramos, en cambio, a nuestro entorno y a nuestra sociedad, esa venida de Dios se hace problemática: ¿de verdad viene Dios a nuestra sociedad?, ¿de verdad nuestro hombre de hoy busca a Dios? Estamos a las puertas del tercer milenio, y la venida de Dios no aparece muy clara en el horizonte actual. La revista "30 días" acaba de preguntar a tres teólogos sobre la fe y la Iglesia en los próximos diez años. Para el alemán Kasper, el proceso de descristianización, al menos en Europa va a seguir, no ha llegado aún a su término. El italiano Colombo señala, como síntomas alarmantes, la poca fidelidad al magisterio del Papa y de los Obispos y el desapego a la moral católica. Para el austriaco Schödorn, el fondo de la cuestión se reduce a saber si existe hoy la fe personal en Jesús, y la verdadera pregunta que la Iglesia tendrá que formularse, y todos nosotros, es la que Cristo dirigió a Pedro: ¿Me amas? Los que estamos en la brega de la pastoral diaria vemos la poca importancia que la mayoría de nuestros adultos, especialmente la llamada segunda juventud (veinte a treinta y cinco años), dan a la religión. Y lo difícil que está resultando la evangelización.

En el evangelio se nos pide vigilar y estar atentos a los signos de los tiempos. Tenemos que saber lo que pasa. Existen también signos positivos, pero una venida de Dios o un tiempo propicio para esta venida no están muy claros al empezar el tercer milenio.

El tiempo del evangelio

Tampoco en tiempo de Jesús el horizonte estaba claro. Las palabras de Jesús se dicen en Jerusalén, en el Templo. Aquel pueblo esperaba ciertamente la venida de Dios, pero equivocadamente: no iba a quedar piedra sobre piedra de aquel templo, lo más sagrado para aquel pueblo; ni su religiosidad tal como la vivían.

Es un tiempo apocalíptico: vemos desplomarse los cielos y la angustia y el miedo adueñarse del corazón del hombre. De acuerdo que es un modo de hablar, un cierto lenguaje; pero hoy sabemos que el lenguaje va unido a las formas de vida. Y aquí se está hablando de una forma desgarrada del fin de un lugar sagrado, del fin de una nación, del fin del hombre y del final de los tiempos. Y todo esto es una realidad histórica y existencial.

La venida de Dios en aquel momento histórico es la presencia de Jesús, que está siendo rechazado por la religión oficial que lo llevará a la muerte. Sorprendentemente, y estos son los caminos de Dios o la dialéctica de la fe, ahora está más cerca que nunca la venida de la salvación de Dios. El creyente tiene fe en que esto va a ser así, aunque el horizonte no aparezca muy despejado, como veíamos en nuestros días, en este momento histórico. Por eso la llamada de atención a que sepamos leer bien los signos de los tiempos y a estar despiertos o vigilantes, a tener cuidado para que ni el vino ni los agobios de la vida emboten nuestra mente.

Aquí habría que hacer un análisis de lo que en este momento está embotando concretamente nuestra mente.

Tiempo de salvación

"Cuando empiece a suceder esto, poneos derechos y alzad la cabeza, que se acerca vuestra liberación", dice el Evangelio. La salvación va unida a la venida en poder de este hombre, de Jesús.

Sin duda se alude aquí a la venida y salvación definitivas al final de los tiempos, aunque ese tiempo final se ha inaugurado ya con la presencia de Jesús. Es un todo unido: la venida de Jesús en un momento histórico, la venida por la fe en cada momento existencial, la Navidad que se acerca y la venida final. Aunque para nosotros todo gravita en torno a este momento que estamos viviendo, porque Dios ya está entre nosotros y lo definitivo ya ha comenzado: aquí y ahora es cuando se tiene que hacer realidad la venida de Dios.

Tres cosas, por lo tanto, a tener bien en cuenta:

-El Adviento de Dios para el hombre es Jesús.

-Esa venida tiene que ser una liberación, una salvación. Una liberación que se hace realidad en el aquí y ahora de nuestra existencia.

-En la dialéctica de la fe, en el lenguaje apocalíptico anuncia la esperanza y la alegría de la salvación cercana, más allá de las catástrofes. Si el hombre de hoy no tiene nada de qué salvarse, si no necesita de Dios, difícilmente lo buscará, y menos aún lo encontrará: la salvación de Dios tiene que incidir en la condición del hombre.

M. MARTÍNEZ DE VADILLO
DABAR/88/01


Dios todopoderoso, aviva en tus fieles, al comenzar el Adviento, el deseo de salir al encuentro de Cristo, acompañado por las buenas obras, para que colocados un día a su derecha, merezcan poseer el reino eterno.


La venida que el Señor realiza cada día en su Iglesia (San Agustín)

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Y entonces verán al Hijo del hombre que viene sobre una nube en gran poder y majestad (Lc 21,27). Veo que eso puede entenderse en dos sentidos. Puede venir en la Iglesia cual sobre una nube, como no cesa de venir ahora, según lo dicho: ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder viniendo sobre las nubes del cielo (Mt 26,64). Pero entonces vendrá con gran poder y majestad, porque aparecerá más en los santos su poder y majestad divina, porque les aumentó la fortaleza para que no sucumbieran en la persecución. Puede entenderse también que viene en su cuerpo, el que está sentado a la derecha del Padre, en el que murió, resucitó y ascendió al cielo, según está escrito en los Hechos de los Apóstoles: Dicho esto, una nube lo recibió y lo ocultó de sus ojos. Y allí mismo los ángeles dijeron: Así volverá, como le habéis visto ir al cielo (Hch 1,9.11). Por eso tenemos motivos para creer que vendrá no sólo en su cuerpo, sino también sobre una nube; vendrá como fue, y al irse una nube lo recibió.

Es difícil juzgar cuál de los dos sentidos es el mejor. El sentido obvio indica que al decir: Y entonces verán al Hijo del hombre venir sobre una nube con gran poder y majestad se entiende que viene por sí mismo y no por su Iglesia, cuando venga a juzgar a los vivos y a los muertos. Pero debemos escrutar las Escrituras y no contentarnos con ojear la superficie. Para nuestro ejercicio están adaptadas de tal modo, que a fin de penetrarlas mejor, hemos de examinar lo que sigue. Primero dice: Y entonces verán al Hijo del hombre venir sobre una nube con gran poder y majestad. Luego continúa: Cuando eso comience a acaecer, mirad y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra redención. Y les dijo esta semejanza: Mirad la higuera y los otros árboles; cuando producen fruto sabéis que está cerca el verano. Pues del mismo modo, cuando viereis que esto se realiza, sabed que está cerca el reino de Dios (Lc 21,28-31). Al decir: Cuando viereis, ¿a qué puede referirse, sino a lo que hemos citado? Y una de las cosas citadas es: Y entonces verán al Hijo del hombre venir sobre una nube con gran poder y majestad.

Vemos que los dos evangelistas mantienen el mismo orden. Marcos dice: Y las virtudes que están en los cielos se estremecerán. Y entonces verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes con gran poder y gloria. Y lo que Lucas refería a la higuera y a todos los árboles, Marcos lo refiere a sólo la higuera: Aprended de la higuera esta parábola: Cuando sus ramas están tiernas y nacen las hojas, conocéis que se acerca el verano. Pues del mismo modo, cuando viereis que se realiza todo esto, sabed que está cerca, a las puertas. ¿A qué se refiere Cuando viereis que se realizan estas cosas, sino a lo que citó antes? Y una de esas cosas es: Y entonces verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes con gran poder y gloria; y entonces enviará a sus ángeles y reunirá a sus elegidos. Luego no será entonces el fin, sino la cercanía del fin.

Quizá se diga que las palabras Cuando veáis que se realizan estas cosas, no se refieren a todas ellas, sino a algunas, y que se exceptúa esa parte: Y entonces verán venir al Hijo del hombre, etc. Porque esta parte será ya el fin, no su proximidad. Pero Mateo declara que no se ha de exceptuar nada al decir: Cuando viereis que se realizan estas cosas, las virtudes de los cielos se estremecerán y entonces aparecerá el signo del Hijo del hombre en el cielo, y entonces llorarán todas las tribus de la tierra. Y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y majestad. Y enviará a sus ángeles con una trompeta y grande voz, y congregarán de los cuatro vientos a sus elegidos, de lo más alto de los cielos a su ínfimo extremo. Del árbol de la higuera, aprended la parábola: cuando ya echa ramas tiernas y nacen las hojas, sabéis que se acerca el verano. Pues así, cuando viereis estas cosas, sabed que está cerca, a las puertas (Mt 24,2933).

Luego sabremos que está cerca cuando viéremos todas estas cosas y no sólo algunas; y entre ellas está esa de ver al Hijo del hombre venir, y enviar a sus ángeles y reunir a sus elegidos de las cuatro partes del mundo, es decir, de todo el mundo. Todo esto constituye la hora novísima, cuando el Señor venga, o bien en sus propios miembros, o bien en toda la Iglesia, que es su Cuerpo, como una nube grande y fértil que se viene extendiendo por todo el mundo desde que él comenzó a predicar y decir: Haced penitencia, porque se acerca el reino de los cielos (Mt 4,17). Luego quizá todas esas señales que los evangelistas dan de su venida, si se comparan y analizan con mayor esmero, puedan referirse a la venida que el Señor realiza cada día en su Iglesia, en su Cuerpo, de cuya venida dijo: Ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder venir sobre las nubes del cielo. Exceptúo aquellos pasajes en que promete y afirma que se acerca su venida última en sí mismo, cuando juzgará a los vivos y a los muertos, y la parte final de las palabras de Mateo, en que se refiere evidentemente a esa venida, de cuya inminencia daba antes ciertas señales.

Carta 199, XI, 41-45

Mensaje de la Virgen en Medjugorje: 25 de noviembre de 2009

image “Queridos hijos! En este tiempo de gracia, los invito a todos a renovar la oración en sus familias. Prepárense con alegría para la venida de Jesús. Hijitos, que sus corazones sean puros y acogedores, para que el amor y el calor comiencen a fluir a través de ustedes, en cada corazón que está lejos de Su amor. Hijitos, sean mis manos extendidas, manos de amor para todos aquellos que se han perdido, que no tienen más fe ni esperanza. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado! ”

Presidentas de Chile y Argentina se reúnen con el Papa para conmemorar los 25 años del tratado de paz y amistad

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Benedicto XVI recibirá en audiencia, el próximo sábado, a las presidentas de Chile, Michelle Bachelet y de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner. El evento celebra el 25o aniversario de la firma del Tratado de paz y amistad entre los dos países, el 29 de noviembre de 1984 con el feliz resultado de la mediación pontificia, querida por Juan Pablo II que evitó un conflicto entre Chile y Argentina.

 

Si no tienes claro porqué Chile y Argentina estuvieron al borde de una guerra, podemos recurrir a la Wikipedia para conocer la historia del Conflicto del Beagle.

Chile: Estudio denuncia primer caso de detenido desaparecido en democracia

Revelan graves déficit en derechos humanos en Chile

Por Diana Porras

De la Radio Universidad de Chile

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Se trata de José Huenante, un niño de 16 años, apresado por carabineros de Puerto Montt en 2005, de quien nunca más se volvió a saber. El informe del Centro de Derechos Humanos de la Universidad Diego Portales además señaló fallas estructurales en esta materia.

“El informe da cuenta de un caso de un niño detenido desaparecido en democracia. José Huenante, un niño que en 2005 fue visto ser arrestado por una patrulla policial en Puerto Montt y desde entonces su paradero se desconoce. En marzo de 2009, casi cuatro años y medios después de la desaparición de José Huenante, entonces de 16 años, se formalizan a tres carabineros y son dados de baja por secuestro y sustracción de menores”, detalló el director del Centro de Derechos Humanos de la Universidad Diego Portales, Jorge Contesse.
“Una persona que es vista por última vez siendo detenido por una patrulla de Carabineros y después de eso no hay registro de su paradero es una persona que fue detenida y que hoy está desaparecida”, agregó.
Este caso es uno de los antecedentes que contiene el documento y que concluye además que existen “problemas estructurales” en las políticas de defensa de los derechos humanos en nuestro país.

Ante esta denuncia el ministro Secretario General de la Presidencia, José Antonio Viera Gallo, indicó que  “llamar desaparición forzosa de persona al caso que se refiere el informe de la universidad no puede sino confundir a la opinión pública y es algo que esta universidad debiera aclarar tajantemente".

En la misma línea, el ministro del Interior, Edmundo Pérez Yoma señaló que esta es una “información audaz que no corresponde a la realidad. Este es un gobierno sumamente transparente, que no oculta información”.
Problemas diversos
El estudio, que se viene realizando desde el 2003, concluye que se mantienen las deficiencias varias materias vinculadas a los derechos humanos, mientras que en otros puntos se percibe que empeoran.
A nivel interno, el informe reconocen a los grupos más vulnerables en sus derechos humanos, entre los que se encuentran mujeres, niños, pueblos indígenas, migrantes y refugiados, personas con discapacidad y quienes son víctimas de discriminación por su orientación sexual.
En cuanto a las condiciones carcelarias del país y las garantías fundamentales de las personas privadas de libertad, el estudio señala que en los dos últimos años, “según cifras de la Fiscalía Judicial de la Corte Suprema, la población penal alcanzó a 48.998 en 2008 y 53.482 en lo que iba de 2009 al cierre de este Informe” registrando un visible aumento, pero no así una mejora en las condiciones.
“Según Gendarmería de Chile, más de veintitrés centros (de un total de 101) albergan el doble de internos de lo que deberían, e incluso hay recintos donde la sobrepoblación alcanzaría casi el cuatrocientos por ciento”, dice la investigación.
Por otra parte, se destacó que “en materia educacional, en la Oficina 600 Mineduc las denuncias por negación de matrícula por rendimiento escolar aumentaron en cerca de un cincuenta por ciento el último año”.
Pero en relación a la comunidad internacional, Contesse recordó que Chile tuvo que rendir cuentas en tres instancias relacionadas a los derechos humanos durante este año y manifestó que en esos informes oficiales el gobierno “omitió” información crítica relevante para estas evaluaciones”.
“Esto da cuenta de la actitud ambivalente del Estado chileno, cuando está fuera, delante de delegados de los otros países, ante las recomendaciones, promete que va a invitar a participar a la sociedad civil. De regreso en el país, no contestan los llamados, simplemente”, señaló.  
Otro de los temas que trató esta investigación es el medio ambiental. Tomando cinco casos representativos de conflictos ecológicos: Pascua Lama, Celco-Mehuín, planta de Metrogas en Peñalolén, termoeléctrica Los Robles e HidroAysén, determinaron que la forma en que se han desarrollado “ponen de manifiesto la práctica del uso de incentivos que terminan por fraccionar a las comunidades afectadas”.
En este sentido, relevaron  que la participación ciudadana en temas medio ambientales “se encuentra muy por debajo de los estándares internacionales”.
“El proyecto de reforma a la institucionalidad ambiental más ambicioso desde 1994 podría revertir esta situación, pero todo parece indicar que, más allá del ajuste y corrección de algunos aspectos, la participación ciudadana en materia ambiental tendrá que seguir esperando”, concluye.

Revise la síntesis de los capítulos del informe aquí

25 de noviembre de 2009

No es una ilusión óptica: es tu cerebro que falla

Visto en Fogonazos

 

Antes de nada mira el vídeo. Obsérvalo cuantas veces quieras y siempre tendrá el mismo efecto desconcertante. Sí. Todos los rombos son exactamente iguales aunque tu cerebro se empeñe en enviarte información engañosa. La frase que titula este post es del astrónomo Neil deGrasse Tyson, quien se quejaba en una conferencia reciente de que les llamemos "ilusiones ópticas" cuando en realidad no son más que fallos que comete nuestro cerebro al interpretar la realidad. ¿Quieres saber por qué vemos los rombos diferentes? (Seguir leyendo)
En realidad los rombos no tienen un color uniforme, sino que son más claros en la parte superior y se van oscureciendo gradualmente hacia abajo. Basta colocar un dedo en el medio de cada rombo para comprobarlo. La presencia de los rombos blancos arriba hace que los de la parte superior parezcan más oscuros de lo que son. Nuestra mente establece referencias entre unos y otros y hace que los veamos totalmente distintos. Es la manera en que percibimos el color y las formas lo que nos engaña. O dicho de otra forma, somos buenos con los límites y malos con los tonos.

24 de noviembre de 2009

Cuando la fe se encuentra con el arte: reflexiones sobre la belleza

papa

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De la Agencia Zenit y COPE

El Papa Benedicto XVI se ha encontrado el sábado 21 con 250 artistas en la Capilla Sixtina, en un acto de gran significación cultural que ha contado con la participación de relevantes hombres y mujeres del mundo del cine, de la escultura, la literatura, la arquitectura y la música. Este encuentro evoca aquel otro promovido por Pablo VI que tuvo lugar en el mismo sitio, hace ahora 45 años. Entonces el Papa Montini propuso una alianza e invitó a los artistas a hacer las paces con la Iglesia, que siempre ha sido amiga de las bellas artes.

Cuando la fe se encuentra con el arte, como hemos podido disfrutar en esta ocasión, se crea una profunda armonía, porque ambos pueden y quieren hablar de Dios, haciendo visible lo invisible. Benedicto XVI ha subrayado en muchas ocasiones que es preciso ensanchar los horizontes de la razón, y en esa perspectiva ha planteado la necesidad de volver a comprender también la íntima conexión que une la búsqueda de la belleza con la búsqueda de la verdad y la bondad.

La Iglesia ha abierto su casa de par en par para que, una vez más, el encuentro fuera posible. Ojala que muchos tomen nota y recojan el guante lanzado para que el significativo signo que ha hecho el Papa pueda desarrollarse y dar frutos en abundancia en el futuro.

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Aquí el texto íntegro del Mensaje, que es muy significativo:

Señores cardenales,

venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
ilustres artistas, señoras y señores:
Con gran alegría os doy la bienvenida en este lugar solemne y rico de arte y de memorias. Dirijo a todos y cada uno mi cordial saludo y os doy las gracias haber acogido mi invitación. Con este encuentro deseo expresar y renovar la amistad de la Iglesia con el mundo del arte, una amistad consolidada en el tiempo, dado que el cristianismo, desde sus orígenes, ha comprendido bien el valor de las artes y ha utilizado sabiamente los multiformes lenguajes para comunicar su inmutable mensaje de salvación. Esta amistad debe ser continuamente promovida y sostenida, para que sea auténtica y fecunda, adecuada a los tiempos y tenga en cuenta las situaciones y los cambios sociales y culturales. Este es el motivo de nuestra cita. Doy las gracias de corazón a monseñor Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio de la Cultura y de la Comisión Pontificia para los Bienes Culturales de la Iglesia, por haberlo promovido y preparado, con sus colaboradores, así como por las palabras que me acaba de dirigir. Saludo a los señores cardenales, a los obispos, a los sacerdotes y a las distintas personalidades presentes. Agradezco también a la Capilla Musical Pontificia "Sixtina" que acompaña este significativo momento.
Protagonistas de este encuentro sois vosotros, queridos e ilustres artistas, pertenecientes a países, culturas y religiones diferentes, alejados quizá de experiencias religiosas, pero deseosos de mantener viva la comunicación con la Iglesia católica y de no reducir los horizontes de la existencia a la mera materialidad, a una visión reductiva y banal. Vosotros representáis al variado mundo de las artes y, precisamente por este motivo, por mediación vuestra quisiera hacer llegar a todos los artistas mi invitación a la amistad, al dialogo y a la colaboración.

image El Papa Juan Pablo II con Bono, vocalista de U2. Bono le regala sus gafas y el Papa se las prueba.


Significativas circunstancias enriquecen este momento. Recordamos los diez años de la Carta a los Artistas de mi venerado predecesor Juan Pablo II. Por primera vez, en la vigilia del Gran Jubileo del Año 2000, ese pontífice, también él artista, se dirigió directamente a los artistas con la solemnidad de un documento papal y el tono amigable de una conversación entre "los que con apasionada entrega --como reza la dedicatoria-- buscan nuevas 'epifanías' de la belleza para ofrecerlas al mundo a través de la creación artística". El mismo Papa, hace ya veinticinco años, proclamaba patrono de los artistas al beato Angélico, presentándole como un modelo de perfecta sintonía entre fe y arte. Pienso también en el 7 de mayo de 1964, hace 45 años, cuando en este mismo lugar se realizaba un histórico evento intensamente querido por el Papa Pablo VI para reafirmar la amistad entre la Iglesia y las artes. Las palabras que pronunció en aquella circunstancia resuenan todavía hoy bajo la bóveda de esta Capilla Sixtina, tocando el corazón y el intelecto. "Nosotros os necesitamos --dijo--. Nuestro ministerio necesita vuestra colaboración. Porque, como sabéis, nuestro ministerio consiste en predicar y hacer accesible y comprensible, es más, conmovedor, el mundo del espíritu, de lo invisible, de lo inefable, de Dios. Y en esta misión... vosotros sois maestros. Es vuestro oficio, vuestra misión; y vuestra arte consiste en aferrar del cielo del espíritu sus tesoros y revestirlos de palabra, de colores, de formas, de accesibilidad" (Enseñanzas II, [1964], 313). Era tanta la estima de Pablo VI por los artistas que le llevó a manifestar expresiones verdaderamente audaces: "Y si nos faltara vuestra ayuda -seguía diciendo--, nuestro ministerio se haría balbuciente e incierto, y tendría necesidad de hacer un esfuerzo, diríamos, para ser artístico en sí mismo, es más, convertirse en profético. Para alcanzar la fuerza de la expresión lírica de la belleza intuitiva, necesitaría hacer coincidir el sacerdocio con el arte" (Ibídem, 314). En aquella circunstancia, Pablo VI asumió el compromiso de "restablecer la amistad entre la Iglesia y los artistas", y les pidió hacer lo propio y compartirlo, analizando con seriedad y objetividad los motivos que habían turbado esa relación, asumiéndose, cada quien con valentía y pasión, la responsabilidad de un renovado y profundo itinerario de conocimiento y de diálogo, de cara a un auténtico "renacimiento" del arte en el contexto de un nuevo humanismo.  

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El Nacimiento de Venus, de Sandro Botticelli.

Aquel histórico encuentro, como decía, tuvo lugar aquí, en este santuario de fe y de creatividad humana. No es por lo tanto casualidad el que volvamos a encontrarnos precisamente en este lugar, precioso por su arquitectura y por sus simbólicas dimensiones, pero, más aún, por sus frescos que lo hacen inconfundible, empezando por las obras maestras de Perugino y Botticelli, Ghirlandaio y Cosimo Rosselli, Luca Signorelli y otros, hasta llegar a Las Historias del Génesis y El Juicio Universal, obras excelsas de Miguel Ángel Buonarroti, que aquí dejaron una de las creaciones más extraordinarias de toda la historia del arte. Aquí también resonó con frecuencia el lenguaje universal de la música, gracias al genio de grandes músicos que han puesto su arte al servicio de la liturgia, ayudando al alma a elevarse hacia Dios. La Capilla Sixtina es un singular cofre de memorias, ya que constituye el escenario solemne y austero de eventos que caracterizan la historia de la Iglesia y de la humanidad. Aquí, como sabéis, el Colegio de los Cardenales elige al Papa; aquí he vivido también yo, con trepidación y absoluta confianza en el Señor, el momento inolvidable de mi elección a sucesor del apóstol Pedro.
Queridos amigos, dejemos que estos frescos nos hablen hoy, acercándonos a la meta última de la historia humana. El Juicio Final que destaca a mis espaldas, recuerda que la historia de la humanidad es movimiento y ascensión, es incansable tensión hacia la plenitud, hacia la felicidad última, hacia un horizonte que siempre sobrepasa el presente, aunque lo atraviesa. En su dramatismo, sin embargo, este fresco nos pone ante nuestros ojos también el peligro de la caída definitiva del hombre, amenaza que incumbe sobre la humanidad cuando se deja seducir por las fuerzas del mal. El fresco lanza por lo tanto un fuerte grito profético contra el mal; contra toda forma de injusticia. Pero para los creyentes, Cristo resucitado es el Camino, la Verdad y la Vida. Para quien fielmente lo sigue es la puerta que introduce en aquel "cara a cara", en aquella visión de Dios de la que surge sin limitación alguna la felicidad plena y definitiva. Miguel Ángel ofrece de este modo a nuestra visión, el Alfa y el Omega, el principio y el final de la historia, y nos invita a recorrer con alegría, valentía y esperanza el itinerario de la vida. La dramática belleza de la pintura de Miguel Ángel, con sus colores y sus formas, se convierte en anuncio de esperanza, invitación potente a elevar la mirada hacia el horizonte último. La relación profunda entre belleza y esperanza constituía también el núcleo esencial del sugestivo mensaje que Pablo VI dirigió a los artistas en la clausura del Concilio Ecuménico Vaticano II, el 8 de diciembre de 1965: "A todos vosotros --proclamó solemnemente-- la Iglesia del Concilio os dice con nuestra voz: ¡si sois amigos del verdadero arte, sois nuestros amigos!" (Enchiridion Vaticanum, 1, p. 305). Y agregó: "este mundo, en el cual vivimos, necesita belleza para no precipitar en la desesperación. La belleza, como la verdad, es lo que infunde alegría en el corazón de los hombres, es el fruto precioso que resiste a la degradación del tiempo, que une a las generaciones y las hace comulgar en la admiración. Y esto gracias a vuestras manos... Recordad que sois custodios de la belleza del mundo" (Ibídem).
El momento actual está lamentablemente marcado, además de por los fenómenos negativos a nivel social y económico, también por un debilitamiento de la esperanza, por una cierta desconfianza en las relaciones humanas, de modo que crecen los signos de resignación, de agresividad, de desesperación. El mundo en el que vivimos, corre el riesgo de cambiar su rostro a causa de la acción no siempre sabia del hombre, quien en lugar de cultivar su belleza, explota sin conciencia los recursos del planeta a favor de unos pocos y con frecuencia desfigura las maravillas naturales. ¿Qué es lo que puede volver a dar entusiasmo y confianza, qué puede animar al alma humana a encontrar el camino, a levantar la mirada hacia el horizonte, a soñar una vida digna de su vocación? ¿No es acaso la belleza? Sabéis bien, queridos artistas, que la experiencia de lo bello, de lo auténticamente bello, de lo que no es efímero ni superficial, no es accesorio o algo secundario en la búsqueda del sentido y de la felicidad, porque esa experiencia no aleja de la realidad, más bien lleva a afrontar de lleno la vida cotidiana para liberarla de la oscuridad y transfigurarla, para hacerla luminosa, bella.

Una función esencial de la verdadera belleza, de hecho, ya expuesta por Platón, consiste en provocar en el hombre una saludable "sacudida", que le haga salir de sí mismo, le arranque de la resignación, de la comodidad de lo cotidiano, le haga también sufrir, como un dardo que lo hiere pero que le "despierta", abriéndole nuevamente los ojos del corazón y de la mente, poniéndole alas, empujándole hacia lo alto. La expresión de Dostoyevski que voy a citar es sin duda audaz y paradójica, pero invita a reflexionar: "La humanidad puede vivir --decía-- sin la ciencia, puede vivir sin pan, pero sin la belleza no podría seguir viviendo, porque no habría nada que hacer en el mundo. Todo el secreto está aquí, toda la historia está aquí". Se hizo eco de sus palabras el pintor Georges Braque: "El arte está hecho para turbar, mientras que la ciencia tranquiliza". La belleza golpea, pero por ello mueve al hombre hacia su destino último, lo pone en marcha, lo llena de nueva esperanza, le dona la valentía de vivir hasta el final el don único de la existencia. La búsqueda de la belleza de la que hablo, evidentemente, no consiste en una fuga irracional o en un mero esteticismo.

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Les Oiseaux (Los Pájaros) de Georges Braque


Con demasiada frecuencia, sin embargo, la belleza de la que se hace propaganda es ilusoria y falaz, superficial y cegadora hasta el aturdimiento y, en lugar de sacar a los hombres de sí y abrirles horizontes de verdadera libertad, empujándolos hacia lo alto, los encarcela en sí mismos y los hace ser todavía más esclavos, quitándoles la esperanza y la alegría. Se trata de una belleza seductora pero hipócrita, que estimula el apetito, la voluntad de poder, de poseer, de prepotencia sobre el otro y que se transforma, rápidamente, en lo contrario, asumiendo los rostros de la obscenidad, de la trasgresión o de la provocación en sí misma. La auténtica belleza, por el contrario, abre el corazón humano a la nostalgia, al deseo profundo de conocer, de amar, de salir hacia el otro, hacia más allá de sí mismo. Si aceptamos que la belleza nos toque íntimamente, nos hiera, nos abra los ojos, entonces redescubrimos la alegría de la visión, de la capacidad de comprender el sentido profundo de nuestro existir, el misterio del cual somos parte y del cual podemos obtener la plenitud, la felicidad, la pasión del compromiso cotidiano. Juan Pablo II, en la Carta a los Artistas, cita, en este contexto, este verso de un poeta polaco, Cyprian Norwid: "La belleza sirve para entusiasmar en el trabajo, el trabajo para resurgir" (n.3). Y más adelante añade: "En cuanto búsqueda de la belleza, fruto de una imaginación que va más allá de lo cotidiano, es por su naturaleza una especie de llamada al Misterio. Incluso cuando escudriña las profundidades más oscuras del alma o los aspectos más desconcertantes del mal, el artista se hace de algún modo voz de la expectativa universal de redención" (n. 10). Y en la conclusión afirma: "La belleza es clave del misterio y llamada a lo trascendente" (n. 16).
Estas ultimas expresiones nos llevan a dar un paso adelante en nuestra reflexión. La belleza, desde la que se manifiesta en el cosmos y en la naturaleza hasta la que se expresa a través de las creaciones artísticas, a causa de su característica de abrir y ampliar los horizontes de la conciencia humana, de llevarla más allá de sí misma, de asomarla al abismo de lo infinito, puede convertirse en un camino hacia lo trascendente, hacia el misterio último, hacia Dios. El arte, en todas sus expresiones, en el momento en el que se confronta con las grandes interrogantes de la existencia, con los temas fundamentales de los cuales deriva el sentido de vivir, puede asumir una validez religiosa y transformarse en un recorrido de profunda reflexión interior y de espiritualidad. Esta afinidad, esta sintonía entre camino de fe e itinerario artístico, se confirma en un incalculable número de obras de arte que tienen como protagonistas los personajes, las historias, los símbolos de aquel inmenso depósito de "figuras" --en sentido amplio-- que es la Biblia, la Sagrada Escritura. Las grandes narraciones bíblicas, los temas, las imágenes, las parábolas han inspirado innumerables obras maestras en cada sector de las artes, así como también, han hablado al corazón de cada generación de creyentes mediante obras de artesanía y de arte local, no menos elocuentes y conmovedoras.
Se habla, en este contexto, de una via pulchritudinis, un camino de la belleza que constituye al mismo tiempo un recorrido artístico, estético, y un itinerario de fe, de búsqueda teológica. El teólogo Hans Urs von Balthasar abre su gran obra titulada "Gloria", una estética teológica con estas sugestivas expresiones: "Nuestra palabra inicial se llama belleza. La belleza es la última palabra que el intelecto pensante puede atreverse a pronunciar, porque ella no hace otra cosa que coronar, cual aureola de esplendor inalcanzable, el doble astro de lo verdadero y del bien y su indisoluble relación". Después observa: "esa es la belleza desinteresada sin la cual el viejo mundo era incapaz de entenderse, pero que se ha apartado de puntillas del moderno mundo de los intereses, para abandonarlo a su oscuridad, a su tristeza. Esa es la belleza que ya no es amada y custodiada ni siquiera por la religión". Y concluye: "Quien, en su nombre, crispa los labios en una sonrisa, juzgándola como el juguete exótico de un burgués, de éste se puede estar seguro que --secreta o abiertamente-- no es capaz de rezar y, pronto, ni siquiera de amar". El camino de la belleza nos conduce, entonces, a tomar el Todo en el fragmento, el Infinito en lo finito, Dios en la historia de la humanidad. En este sentido, Simone Weil escribía: "En todo aquello que suscita en nosotros el sentimiento puro y auténtico de lo bello, está realmente la presencia de Dios. Hay casi una especie de encarnación de Dios en el mundo, del cual la belleza es un signo. Lo bello es la prueba experimental de que la encarnación es posible. Por esto, cada arte de primer orden es, por su esencia, religiosa". Todavía más cáustica es la afirmación de Hermann Hesse: image"Arte significa: dentro de cada cosa mostrar a Dios". Haciendo eco a las palabras del Papa Pablo VI, el siervo de Dios Juan Pablo II reafirmó el deseo de la Iglesia de renovar el diálogo y la colaboración con los artistas: "Para transmitir el mensaje que Cristo le ha confiado, la Iglesia tiene necesidad del arte" (Carta a los artistas, n. 12); pero preguntaba inmediatamente después: "¿el arte tiene necesidad de la Iglesia?", animando a los artistas a encontrar en la experiencia religiosa, en la revelación cristiana y en el "gran código" que es la Biblia una fuente de renovada y motivada inspiración.
Queridos artistas, al concluir, quisiera dirigir también yo, como ya lo hizo mi predecesor, un cordial, amigable y apasionado llamamiento. Sois los custodios de la belleza, tenéis, gracias a vuestro talento, la posibilidad de hablar al corazón de la humanidad, de tocar la sensibilidad individual y colectiva, de suscitar sueños y esperanzas, de ampliar los horizontes del conocimiento y del compromiso humano. ¡Agradeced los dones recibidos y sed plenamente conscientes de la gran responsabilidad de comunicar la belleza, de comunicar la belleza a través de la belleza! ¡Sed también, a través de vuestro arte, anunciadores y testigos de esperanza para la humanidad¡ ¡Y no tengáis miedo de relacionaros con la fuente primera y última de la belleza, de dialogar con los creyentes, con quien, como vosotros, se siente peregrino en el mundo y en la historia hacia la Belleza infinita! La fe no quita nada a vuestro genio, a vuestra arte, es más, los exalta y los nutre, los anima a atravesar el umbral y a contemplar con ojos fascinados y conmovidos la meta última y definitiva, el sol sin crepúsculo que ilumina y hace bello el presente.

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San Agustín, cantor enamorado de la belleza, reflexionando sobre el destino último del hombre y como comentando ante litteram la escena del Juicio que tenéis hoy ante vuestros ojos, escribía: "Gozaremos, entonces de una visión, hermanos, nunca contemplada por los ojos, ni oída por los oídos, nunca imaginada por la fantasía: una visión que supera todas las bellezas terrenas, la del oro, la de la plata, la de los bosques y de los campos, la del mar y del cielo, la del sol y la luna, la de las estrellas y los ángeles; la razón es ésta: es la fuente de cualquier otra belleza" (In Ep. Jo. Tr. 4,5: PL 35, 2008).

Os deseo a todos vosotros, queridos artistas que llevéis en vuestros ojos, en vuestras manos, en vuestro corazón ésta visión, para que os dé alegría e inspire siempre vuestras bellas obras. Mientras os bendigo de corazón, os saludo, como lo hizo Pablo VI, con una palabra: ¡Hasta pronto!

[Al final, el Papa saludó a los artistas en varios idiomas, en español, dijo:]

Saludo cordialmente a los artistas que participan en este encuentro. Queridos amigos, os animo a fomentar el sentido y las manifestaciones de la hermosura en la creación. Que Dios os bendiga. Muchas gracias.

[Traducción del italiano por Jesús Colina

©Libreria Editrice Vaticana]

22 de noviembre de 2009

La Iglesia de Asturias tiene un nuevo Pastor

Monseñor Jesús Sanz Montes, religioso franciscano, nuevo Arzobispo de Oviedo

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De la página de la COPE y de la Agencia Zenit

La Nunciatura Apostólica en España comunica a la Conferencia Episcopal Española (CEE) que a las 12,00 horas de hoy, sábado 21 de noviembre, la Santa Sede ha hecho público que el Papa Benedicto XVI ha nombrado Arzobispo de Oviedo a Mons. D. Jesús Sanz Montes, en la actualidad Obispo de Huesca y de Jaca. La Archidiócesis de Oviedo está vacante tras el nombramiento de Mons. D. Carlos Osoro Sierra como Arzobispo de Valencia, sede de la que tomó posesión el pasado 18 de abril. Desde entonces está al frente de la diócesis ovetense, como Administrador diocesano, el Obispo Auxiliar de Oviedo, Mons. D. Raúl Berzosa Martínez.

Mons. Sanz Montes, Obispo de Huesca y de Jaca desde 2003

Mons. D. Jesús Sanz Montes nació en Madrid el 18 de enero de 1955. Ingresó en el Seminario Conciliar de Toledo en 1975 donde realizó los estudios institucionales teológicos (1975-1981). En 1981 ingresó en la Orden Franciscana, Provincia de San Gregorio Magno de Castilla, realizando la profesión solemne el 14 de septiembre de 1985 en Toledo. Fue ordenado sacerdote el 20 de septiembre de 1986 en Madrid.

Es Bachiller en Teología por la Facultad de Teología del Norte de España (Burgos 1981); Licenciado en Teología, con especialidad en Espiritualidad, por el Pontificio Ateneo Antonianum de Roma (1986) y en Teología de la Vida Religiosa por la Universidad Pontificia de Salamanca (1993). Asimismo es Doctor en Sagrada Teología por el Pontificio Ateneo Antonianum de Roma (1999).

Entre los cargos pastorales destaca el de Rector del Seminario Menor Franciscano de Ávila (1986-1991); director de la Formación Permanente de la provincia Franciscana de Castilla (1991-1994); Rector y P. Guardián del Colegio dei Santi Quaranta Martiri de Roma (1994-1997); Rector y P. Guardián del Monasterio San Juan de los Reyes de Toledo (1997-2000); Secretario Provincial de  Formación  y Estudios, de la provincia Franciscana de Castilla (1997-2000), y Presidente de la CONFER diocesana de Toledo  (1997-2000). Desde este último año y hasta su nombramiento episcopal, en 2003,  fue el Director del Secretariado de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada de la CEE, de la que actualmente, y desde el año 2005, es Presidente.

En cuanto a las actividades académicas ha sido profesor de Espiritualidad medieval, profesor de la Asociación Hispánica de Estudios, miembro del Consejo de Redacción –edición española- de “Communio” Revista Católica Internacional; profesor en la Facultad de Teología San Dámaso, de Madrid y profesor en el Pontificio Ateneo Antonianum, de Roma.

El 23 de octubre de 2003 se hacía público su nombramiento como Obispo de las diócesis de Huesca y de Jaca. De esta manera, ambas diócesis quedaron unidas “in persona Episcopi”, aunque con independencia entre sí. El 14 de diciembre del mismo año recibió la ordenación episcopal y tomó posesión de la diócesis de Huesca. Una semana después, el 21 de diciembre, hacía su entrada en la diócesis de Jaca.

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Publicamos a continuación algunas reflexiones del nuevo Arzobispo, para quien pedimos una bendición especial de Señor en el nuevo servicio que Él le pide.

Crucifijos y Crucificados

imageAlguna vez los había visto en los típicos documentales de cine o televisión. Con la debida distancia para que no te asalte demasiado la comodidad o comprometa la educada despreocupación por tus semejantes ignorados. Pero hete aquí que el Señor ha dispuesto en su providencia que las cosas se combinasen para que cayera de bruces ante esa realidad que tiene nombre, domicilio y edad.

He debido hacer la visita apostólica a algunas comunidades de Lumen Dei, esa Asociación de la que soy superior general desde que el Santo Padre me nombrara el pasado mes de mayo Comisario Pontificio. Perú, Argentina y Chile, en escasamente diez días, ha supuesto un periplo agotador. Pero el Señor me ha permitido ver con ojos no prestados el mucho bien que Lumen Dei realiza en aquellos lares, y las realidades a las que en tantos rincones de este mundo se nos pide responder.

En las alturas inmensas del Cuzco peruano, pude ver la penuria en los rostros abrasados por el aire, por el sol y por la indiferencia de tantos que sostenemos un mundo insolidario, engolado y obeso de sí mismo. Allí, la entrega de los misioneros de Lumen Dei -sacerdotes, hermanas y laicos- era el abrazo concreto del buen Dios con el que Él seguía gritando que la vida de sus hijos le importa, saliendo al paso de sus precariedades inmensas a través de los colegios, de los pequeños hospitales y de los centros de asistencia. El pan del alimento, el pan de la cultura y el pan de la gracia de Dios, se partía y se repartía con la medida del amor, llegando a calmar e incluso colmar las hambres nutriendo el cuerpo, superando la ignorancia y anunciando la buena nueva de Cristo en nombre de la Iglesia.

Fue en Chile donde la pobreza tenía otra visual, apostando estos misioneros por una educación integral y cristiana en medio de una barriada periférica llena de violencia y corrupción. Las familias rotas y la juventud desnortada hace increíble que un mundo nuevo y distinto pueda renacer allí. Pero el corazón de los más pequeños, el corazón de sus adultos también, tiene inscrito un ansia incensurable que tan sólo espera que alguien se lo despierte, se lo acompañe, se lo encauce y posibilite: en ansia de ser felices en la bondad, la belleza y la verdad para las que hemos nacido. Aunque en la noche escuchara los tiroteos de las mafias, viese el temblor de la inseguridad y la engañifa de una dicha tan falsa como barriobajera y barata que te vacía más y más, vi mucho más el brillo de la esperanza en los niños y los jóvenes que se dejaban llevar por el Dios que les acompaña a través de la entrega de los hijos de la Iglesia.

Finalmente en los aledaños del Buenos Aires argentino, volví a toparme con la indigencia brutalmente escenificada en las "villas miseria" que por allí pululan. Ante esa inimaginable pobreza que tiene carne de niño y de mujer, nuevamente estos misioneros de Lumen Dei me ayudaron a comprender cómo duele esta humanidad nuestra tan falta de lo que superfluamente nos sobra a tantos. Aquella pobreza duele en el alma, hasta hacerla llorar, hacerla rezar y hacer que nos preguntemos tantas cosas que nos ponen delante de la falta de caridad del amor solidario.

Nuestra Cáritas sabe bien de esta procesión de la penuria en momentos de honda crisis económica y moral. Los pobres saben bien a qué puerta llamar, y no lo harán jamás ante la puerta de los que quieren quitar los crucifijos, o la de quienes organizan su sainete para protestar por los espacios cedidos para construir una parroquia. Pero nadie nos podrá quitar a los crucificados ni cerrar la puerta de nuestro cristiano hogar. Para ellos, y tantas veces en solitario, queremos seguir siendo cirineos con el bien y la paz.

21 de noviembre de 2009

Iglesia diocesana de Talca despidió a Hna. Mónica Acevedo

De la Página de la Iglesia de Chile

“Jesús en la vida de Mónica fue vida y una luz para nosotros”, afirmó el Padre Luis Flores, sacerdote del Prado de la Diócesis de Chillán, en la Eucaristía de funeral celebrada el miércoles 18 de noviembre, en el Templo Parroquial de Pelarco.

imageEn una emotiva y fraternal celebración eucarística, la Hermana  Mónica Acevedo, Religiosa del Prado, fue despedida por la Comunidad de la Iglesia Diocesana, en la mañana del 18 de noviembre. La celebración fue presidida por el Padre Luis Felipe Egaña Baraona, Vicario Episcopal de Talca Rural, y concelebrada por sacerdotes diocesanos de la Comunidad del Prado. El Padre Luis Felipe Egaña entregó el mensaje de Monseñor Horacio Valenzuela, quien se encuentra en Asamblea Plenaria de Obispos en Punta de Tralca.
La Eucaristía fue motivada por una Religiosa del Prado, quien leyó un discurso del Consejo General de su Congregación.
En la homilía, el Padre Luis Flores, sacerdote del Prado de la Diócesis de Chillán, manifestó que cuando dos o más personas se reúnen para leer el Evangelio se produce un vínculo tan grande que podemos decir que llegan a ser familiares, es tan fuerte que podríamos decir que son hermanables. “Por eso no es extraño que, entre los cristianos y en la vida religiosa, las mujeres que se consagran al Señor se llamadas hermanas. ¡Ha muerto una hermana! de la Congregación de las Hermanas del Prado, servidora por muchos años en esta diócesis”.
Más adelante el sacerdote explicó que la pascua de la Hermana Mónica nos recuerda que también nosotros moriremos, pero que esto no es la última verdad. “También nosotros vamos a pasar por esto, y es la condición humana, somos frágiles, también moriremos. Y, sin embargo, esa no es la última verdad, siendo creaturas en Jesucristo, hemos sido hechos hijos de Dios; en Jesucristo hemos sido hermanados; en Jesucristo adquirimos una nueva condición, somos hijos de Dios y se nos dará una vida que no termina. Esto de llamarnos hermanos o hermanas, no es un privilegio de una u otra congregación, de uno u otro grupo, es un regalo para la humanidad de la Iglesia. El Señor quiere que en definitiva todos nos comportemos como hermanos unos de otros”.
Finalmente, el Padre Luis, aludiendo al texto del Evangelio, afirmó que la Hna. Mónica reconocía a Jesucristo en los más pobres y que para ella lo era todo, “hoy podemos decir que reconocerlo en los más pobres es el camino y lo es todo. Hoy queremos dar testimonio de que Jesús en la vida de Mónica fue vida y es una luz para nosotros. Hagamos un esfuerzo de cuidar lo que ella amó, de hacer crecer lo que ella cultivó, pero sobre todo de que Jesucristo siga siendo conocido, en todas partes, muy particularmente en aquellos que el Evangelio describe: forasteros, los enfermos, los encarcelados, los que pasan sed y hambre. Quien reconoce al Señor en ellos no ha perdido el camino. Que el Señor a todos nos consuele y que también nosotros podamos, cada día, reconocerlo”.
En el ofertorio se ofreció, junto al pan y al vino, un pesebre como signo de la humildad y entrega generosa de la Hna. Mónica en su vida.
Antes de la bendición final, se realizó el responso, para luego ser llevada por su Comunidad de Religiosas hasta las puertas del Templo, y ser trasladada a Santiago donde quedarán sus restos mortales.

Fuente: Comunicaciones Talca.

20 de noviembre de 2009

Mi Reino no es de este mundo

homilia

CRISTO REY Y SEÑOR DEL UNIVERSO

clip_image002En aquel tiempo, preguntó Pilatos a Jesús:

-- ¿Eres tú el rey de los judíos?

Jesús le contestó:

-- ¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?

Pilatos replicó:

-- ¿Acaso yo soy judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí ¿Qué has hecho?

Jesús le contestó:

-- Mi reino no es de este mundo. Si me reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.

Pilatos le dijo:

-- Conque, ¿tú eres rey?

Jesús le contestó:

-- Tú lo dices: Soy Rey. Yo para esto he nacido y por eso he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz.

Jn 18, 33b– 37

 

La afirmación de que Jesucristo es Rey lleva la garantía del evangelio. Jesús mismo lo reconoce abiertamente frente al poder político. Y ello es tanto más extraño cuanto que Jesús repetidas veces había rehuido el ser proclamado popularmente rey, incluso tenía sumo cuidado en no dar pie para ello ante el enardecimiento de las multitudes. En ningún momento Jesús negó su condición de rey, pero renunció a los honores y ventajas de la condición real.

A la hora de las ventajas se esconde, pero a la hora de la verdad, cuando está es juego su vida, da la cara y lo reconoce paladinamente: "Tú lo dices, soy rey".

¿Qué quiso decir Jesús? ¿Qué creemos nosotros? Frecuentemente hemos traducido las palabras de Jesús en categorías de nuestro mundo. Lo hemos representado en imágenes, con cetro y corona, sobre un trono. Sin embargo, el evangelio, que da testimonio de su condición real, lo describe sin más cetro que una caña, sin más corona que la de espinas, y su exaltación al trono es al trono de la cruz. Quizá esa imagen de Cristo Rey, tan distinta de la del evangelio, que preside casas y altares, sea sólo fruto de un sueño de artista; pero también puede ocurrir que esa imagen extorsionada, sea signo de otras extorsiones que hemos podido hacer, no ya con la imagen, sino con la persona de Jesús y su evangelio. Por eso, en la fiesta de Cristo Rey, es bueno olvidar nuestros cabildeos y volver al evangelio.

* "Mi reino no es de este mundo". Jesús reconoce frente al poder constituido que es rey, pero aclara muy bien que su reino no es de ese mundo. Pilato no lo entendió: ¿cómo creer que es rey un desgraciado, un hombre traicionado por los suyos, un tipo con la facha que presentaba aquel acusado? Y sin embargo, Pilato lo condenó por ser rey. Así lo hizo constar en la sentencia condenatoria para que figurara en el patíbulo de la cruz: Este es el rey de los judíos. Quizá tampoco lo entendamos los cristianos, a pesar de que seguimos repitiendo la frase y utilizando el alcance que nos conviene de la condición real de Jesús.

Espiritualismo: Muchos, con el pretexto de que el reino de Dios no es de este mundo, pretenden alejarlo y situarlo en un tiempo remotísimo que no llegue nunca. Piensan de esta guisa campar por sus respetos, como si se tratara de una ilusión colectiva o de un sucedáneo para consuelo de los débiles. Pero Jesús dice que su reino no es de este mundo, no que no esté ya en este mundo. No hay, pues, motivo evangélico para convertir el cristianismo en un espiritualismo escapista, que pasa de todo lo que concierne a este mundo, que es, de otra parte, el mundo creado por Dios. Nos equivocamos tristemente, si así pensamos, porque el reino de Dios está ya en este mundo, entre nosotros.

Lo que Jesús afirma en el evangelio es muy distinto. Porque, frente al poder de este mundo -en el poder tal y como se entiende y practica en política- el reino de Dios no necesita impuestos, ni soldados, ni presupuesto para armamentos, ni leyes y sanciones para juzgar y castigar, ni enchufes y partidismos tan parciales siempre, tan injustos siempre.

El reino de Dios no tiene estructuras de poder, ni necesita alianzas con los poderosos, ni entra en la política de bloques o de defensa o de cooperación económica. Todo eso es lo propio de este mundo. Todo eso es lo que no es el reino de Dios, lo que nunca debiera hacerse para que el reino de Dios crezca. Cuando pensamos que con estructuras, con leyes y sanciones, con la fuerza del dinero o la gracia de los poderosos de turno, con la estrategia de élites intelectuales o espirituales, estamos facilitando el crecimiento del reino o haciendo "Iglesia", nos equivocamos de medio a medio.

Porque el reino de Dios no es de este mundo, no puede ser como los de este mundo inmaduro y por reformar radicalmente. "Sabéis que los que figuran como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen, pero no ha de ser así entre vosotros", dijo Jesús a sus discípulos, su incipiente iglesia. Y aclaró: "el que quiera ser grande entre vosotros, que sea esclavo de todos, pues el Hijo del Hombre tampoco ha venido a que le sirvan, sino a servir" (Mc 10,42-44). Por eso el reino de Dios no es de este mundo, porque no tiene nada que ver con las categorías sociales y políticas de nuestro mundo. El reino de Dios es un reino de servidores, no de ministros, que literalmente significa lo mismo, pero realmente es todo lo contrario. Por eso, Jesús es Rey, porque es el primer servidor, el que ha prestado el mayor servicio: dar la vida incluso por sus enemigos.

* "Para eso he venido, para dar testimonio de la verdad". La misión de Jesús, el Rey, el primero, y la misión de los cristianos, los seguidores, es sencillamente la de dar testimonio, la de ser testigos de la verdad. Porque la verdad se impone por su propia evidencia, no por la fuerza ni con violencia, ni con engaños publicitarios o trampas propagandísticas, sino por su propia fuerza, por su atractivo, por su capacidad de convocatoria. Los cristianos no somos agentes comerciales de un buen producto, que hay que colocar sea como sea.

Tampoco podemos identificarnos sin más, con los propietarios de la verdad o sus concesionarios. Somos no más que eso: testigos de la verdad que creemos y no poseemos, porque la verdad es inapropiable, es universal, es de todos y para todos. Y ahí está nuestra misión en hacerla llegar, en facilitar su camino, en ayudar a los hombres a buscarla y a encontrarla. No tenemos nada más que hacer, porque no es necesario hacer más. Pero tampoco podemos conformarnos con menos; somos testigos. Tenemos que vivir y actuar como tales, para que vean, para que crean, para que descubran también los demás. Y en esa tarea hemos de empeñar todas nuestras fuerzas hasta la vida, pero no hace falta emplear otras fuerzas, porque la verdad no se impone por la fuerza. Dios no se puede imponer más que por la fe, que es don de Dios, es decir, no se puede imponer por los hombres, ni por la Iglesia, cuya misión es sólo proponer, anunciar, predicar, testimoniar.

Así se construye el reino de Dios. Así ejerce Jesús su realeza, completamente al revés de como se ejerce en el mundo cualquier tipo de poder. No por la fuerza, sino por la invitación a la libertad: no con la violencia, sino con amor, no con engaños y slogans publicitarios, sino con verdad; no con injusticias, sino con justicia; no con la guerra, sino con la paz; no como los hombres, sino al estilo de Dios que actúa tan humanitariamente que hay quienes llegan incluso a creer que no actúa, o que no existe, porque "no se nota", o sea, porque no violenta al hombre como hacemos los hombres.

EUCARISTÍA 1985, 54


Dios Todopoderoso y Eterno, que quisiste fundar todas las cosas en tu Hijo muy amado, Rey del Universo; haz que toda la creación, liberada por la esclavitud del pecado, sirva a tu majestad y te glorifique sin fin.

Reino que está en este mundo, sin ser del mundo (San Agustín)

augustinevang

 

Escuchad, pues, judíos y gentiles, pueblo de la circuncisión y pueblo del prepucio; oíd todos los reinos de la tierra: «No estorbo vuestro dominio terreno sobre este mundo, pues mi reino no es de este mundo». No sucumbáis a vanos temores, como fueron los de Herodes el Grande ante la noticia del nacimiento de Cristo, dando muerte a tantos niños para eliminarlo, acuciada su crueldad más por el temor que por la ira (Mt 2,3.16). Mi reino -dice- no es de este mundo. ¿Queréis más? Venid al reino que no es de este mundo: venid llenos de fe y no le persigáis llenos de temor. De Dios Padre se dice en una profecía: Yo he sido constituido rey por él sobre Sión su monte santo (Sal 2,6). Pero esa Sión y ese monte santo no son de este mundo.

¿Cuál es su reino, sino los que creen en él, de los que dice: Vosotros no sois del mundo, como yo no soy del mundo? Eso aunque quisiera que permanecieran en el mundo, razón por la que dijo al Padre: No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del mal (Jn 17,16.15). Por eso no dice aquí: «Mi reino no está en este mundo», sino no es de este mundo. Y lo prueba con estas palabras: Si mi reino fuese de este mundo, mis siervos lucharían para que no fuese entregado a los judios. No dice: «Pero ahora mi reino no está aquí», sino no es de aquí. Aquí está su reino hasta el fin del tiempo, entremezclado con la cizaña, hasta la época de la siega, que es el fin del mundo, cuando vengan los segadores, esto es, los ángeles, y recojan todos los escándalos de su reino (Mt 13,38-41), cosa que no podría tener lugar, si su reino no estuviese aquí.

Sin embargo, no es de aquí, porque se encuentra como peregrino en el mundo, según él dice a su reino: Vosotros no sois del mundo, sino que yo os he elegido del mundo (Jn 15,19). Del mundo eran cuando no eran aún su reino y pertenecían al príncipe del mundo. Era del mundo todo lo que, aunque creado por el Dios verdadero, fue engendrado por la viciada y condenada estirpe de Adán, y se convirtió en reino, no de este mundo, cuando fue regenerado por Cristo. Por él Dios nos sacó del poder de las tinieblas y nos trasplantó en el reino del Hijo de su amor (Col 1,13); de este reino dice: Mi reino no es de este mundo, o Mi reino no es de aquí.

Pilato le contestó: Luego ¿tú eres rey? Y Jesús: «Tú lo has dicho: Yo soy rey» (Jn 18,37). No es que temiera proclamarse rey, sino que puso el contrapeso de estas palabras: Tú lo dices, de modo que no niega ser rey -porque es rey del reino que no es de este mundo-, ni confiesa que sea tal rey, cuyo reino se crea que es de este mundo, como pensaba quien le había preguntado: Luego ¿tú eres rey?, a lo que él respondió: Tú lo dices: «Yo soy rey». Las palabras: Tú lo dices equivalen a esto: «Siendo tú carnal, hablas según la carne».

Comentarios sobre el evangelio de San Juan 115,2-3

18 de noviembre de 2009

Hna. Mónica Acevedo, Religiosa del Prado (1939-2009)

Dedico este espacio a una religiosa que me conoció desde niño. Era hermana de comunidad de mi tía, también Religiosa del Prado. Lógicamente, de niño a todas las llamaba “tías” –claro, si eran las hermanas de mi tía, también ellas eran tías mías. Su entrega a Jesús lo vivió desde lo sencillo, en compañía de los más sencillos, donde Dios se revela. A través de este artículo conocerán mis lectores lo que esta hermana realizó durante su vida. A ella mi recuerdo, mi oración por su eterno descanso –allí donde el Padre recibe con el más eterno de los abrazos- y mi cercanía a toda la familia del Prado. Descansa en paz, tía Mónica.

De la página de la Iglesia de Chile

En la noche del lunes 16 de noviembre falleció la hermana Mónica Acevedo Cavieres, religiosa de la congregación de Hermanas del Prado, quien hace unos días había sufrido un accidente vascular.

En la madrugada del martes 16 de noviembre fue trasladada a la parroquia San José de Pelarco (22 kilómetros al nororiente de Talca), en donde se está efectuando su velorio y se celebrará la Eucaristía a las 11:30 y 19:00 horas. El miércoles 18 de noviembre, a las 08:00 horas, se efectuará la Misa de despedida para después ser trasladada a Santiago en donde se realizarán los funerales.


Antecedentes biográficos


La hermana Mónica Acevedo Cavieres nació en Chimbarongo en 1939. Fue criada por una tía en el sector de La Laguna de Teno. Sus estudios de preparatoria los hizo en una escuela cerca de su casa y después sus padres la enviaron a estudiar a Santiago.
Tras la muerte de su padre y con 14 años de edad retorna a la zona. En ese tiempo la Hna. Mónica junto a su hermano Gilberto empiezan a hacer empanadas y pan para vender, y así ayudar a su mamá. Estando ya en Maule, el patrón del fundo donde vivía la nombró contadora para anotar la leche que se distribuía. Posteriormente empieza a involucrarse en la Acción Católica Rural, junto al padre Mario Molina y el entonces seminarista Enrique Correa.
Su discernimiento vocacional lo inicia con el padre Enrique Salman, quien formó un grupo de jóvenes con inquietud religiosa. La Hna. Mónica en esos años (1959-1960), con Mons. Manuel Larraín hicieron un esquema de lo que querían vivir: ganar su propia vida, no depender de la Iglesia, tener una opción pastoral directamente del Obispo y tener los tres votos, de obediencia, pobreza y castidad. Pero vivir insertas en el mundo, sobre todo al servicio de las parroquias.
Estando en Francia el padre Salman se contacta con el Asesor Nacional de la JOC, quien era un sacerdote del Prado. Así llega a las Hermanas del Prado, quienes les ofrecen ir a Lyon si es que tienen verdadera vocación.
El 14 de marzo de 1960 la Hna. Mónica partió a Francia junto a otras cuatro jóvenes, donde permanecieron cuatro años. En 1964 hizo sus primeros votos. Al volver a la Diócesis fueron destinadas a la parroquia Santa Teresita. Luego de la muerte de Mons. Larraín la primera comunidad se fue a Santiago. Más tarde, en el año 1967 llegaron al sector de Santa Rosa de Lontué, junto a tres hermanas francesas.
Durante 28 años la Hna. Mónica Acevedo trabajó como auxiliar paramédico en la maternidad del Hospital de Talca.
Por muchos años también esta religiosa formó comunidad con sus hermanas en el sector poblacional El Esfuerzo, en la comunidad Juan Bautista de la parroquia Espíritu Santo de Talca. Desde 1999 se encontraba en la parroquia San José de Pelarco. Al momento de su deceso la Hna. Mónica Acevedo tenía 45 años de vida religiosa.

17 de noviembre de 2009

“Las zapatillas Rojas” (1948)

cine

De la Página del Festival de Música y Danza de Úbeda

image Inspirada en un cuento de Hans Christian Andersen, Las zapatillas rojas fue escrita en 1934 por Emeric Pressburger, quien trabajaba en aquel entonces como guionista para Alexander Korda. Este proyecto, que en su momento no llegó a llevarse a cabo, fue retomado y reescrito años después para ser llevado a la pantalla por Michael Powell y el mismo Pressburger, uno de los mejores duetos de colaboración cinematográfica que ha dado la historia del cine. Powell, hablando ya más concretamente de él, —aunque las películas en las que colaboraron figuraban ambos como productores, guionistas y realizadores— no fue un director especializado precisamente en el musical ya que realizó, de entre sus más de treinta obras, sólo cuatro pertenecientes a este género: a parte de la que ahora nos ocupa, Los Cuentos de Hoffman(1951), Oh, Rosalinda! (1955), Luna de Miel (1959) y Bluebeard's Castle (1964) —esta última realizada para la televisión-. Sin embargo, a Powell se le ha relacionado a menudo con el musical, y esto se debe indudablemente a que Las zapatillas rojas supuso un antes y un después en este género cinematográfico, una tipología de filmes que por aquel entonces estaba ya plenamente consolidada gracias a las obras de la factoría hollywoodiense que tanto éxito habían tenido —y seguían teniendo—, durante los años treinta y cuarenta. Los musicales de Hollywood proliferaron tras la irrupción del sonido en el cine. La teatralidad que imponía la precariedad técnica de captación de los diálogos de los actores, unido a la necesidad de evasión de un público que necesitaba huir de la realidad de una América sumida en plena depresión económica y una posterior guerra, posibilitó que este género fuese uno de los más prolíficos durante esos años. Las historias de estas películas eran normalmente agradables, y en ellas se solía resolver un conflicto de carácter romántico de manera satisfactoria, el típico happy end en el que el público necesitaba creer. Además de esto, los números de baile eran presentados dando prioridad esencial a los actores, siguiendo sus movimientos sin que la cámara interviniese más de lo necesario, dejando que fuese la misma coreografía corporal la que dictase las normas de la realización a seguir. image

Las zapatillas rojas rompió con estos esquemas básicos del musical hollywoodiense, aunque no pueda considerarse propiamente como una obra de este género, dado que ni cumple con el esquema básico alternativo entre narración y números de baile, ni éstos están integrados en la historia vivida por los personajes, sino que forman parte de su trabajo como bailarines de una compañía de danza. De todos modos, el magnífico número central de la representación de Las zapatillas rojas, así como la inclusión de otros fragmentos de ballet justifica esta comparación. Para empezar, la historia del filme posee un final trágico, lo que para esos años era, como se ha dicho, bastante image trasgresor. La película narra la historia de dos jóvenes: una bailarina de ballet llamada Victoria Page (Moira Shearer) y un joven compositor llamado Julian Craster (Marius Goring), ambos aspirantes a trabajar en una compañía de danza. Los dos lo consiguen gracias al dueño de la compañía, Boris Lermontov (Antón Walbrook), un empresario de carácter agrio y reservado cuya concepción de la vida se limita exclusivamente a su dedicación al arte de la danza, sacrificando con ello su vida sentimental y privada y exigiendo de sus trabajadores la misma obsesiva actitud ante su profesión. Vicky es una bailarina dispuesta a dejarlo todo con tal de llegar a lo más alto, el sentido de su vida está en la danza y por ello Lermontov apuesta por ella para convertirla en la estrella de su compañía. Lermontov no  quiere darse cuenta de que en realidad su confianza ciega en Vicky es tan profesional como debida a una atracción sentimental hacia ella. Vicky también siente en un principio cierto interés por Lermontov, pero una noche, cuando es invitada por él al palacio donde reside mientras representan una obra en Montecarlo, ella se viste elegantemente para causarle buena impresión, descubriendo más tarde, con una mezcla de decepción y satisfacción a la vez, que él la ha citado para anunciarle, junto a sus colaboradores de confianza, los prometedores proyectos que tienen preparados para ella. image Por su parte, Julian va haciéndose un hueco en la compañía gracias a su talento, hasta llegar a conseguir que se represente una obra compuesta por él: Las zapatillas rojas . Es durante la representación de esta obra donde Julian y Vicky se enamoran, desencadenando su romance la ira y los celos de Lermontov, quien despide automáticamente a Julian y pierde con ello también a Vicky. Con el tiempo, ya casados, Vicky y Julian viven su amor añorando respectivamente la vida que hubieran podido tener, hasta que un día Lermontov le ofrece astutamente a la joven la tentadora oferta de volver a su compañía y convertirse finalmente en la estrella que siempre deseó ser. Vicky accede sin que Julian lo sepa, y al descubrirlo éste, se produce un enfrentamiento entre ambos hombres, que acaba con la huida de la chica y su posterior caída desde un puente.

imageLa presencia del mito fáustico es evidente en esta película. En primer lugar, en el personaje de Lermontov, quien vive, como el doctor Fausto, obsesionado por conseguir la pureza en el arte y la superación personal como artista, aunque tenga que sacrificar para ello su propia alma. Por otro lado, la historia de Fausto incide también en la vivida por el personaje de Vicky, una joven que sufre un conflicto interior muy fuerte entre sus sueños y el verdadero amor de su vida y que finalmente sucumbe a la tentación de Lermontov —que en este caso actúa de particular Mefistófeles—, quien provoca su destrucción moral y también física. Todo ello es ligado a través de la historia de Andersen, un cuento en el que una niña se pone unas zapatillas rojas que la obligan a bailar sin parar hasta que, extenuada, le pide a un verdugo que le corte los pies para liberarla de ellas. Esta historia se muestra de manera dual en el filme: a través de la representación de la obra compuesta por Craster y bailada por Vicky, un número musical inigualable que provocó numerosas influencias en autores como Vincente Minnelli (Un americano en París, 1951) o Stanley Donen (Cantando bajo la lluvia, 1952); también a través de la historia que vive el personaje de la joven, quien al igual que la niña del cuento —es decir, del personaje que ella misma representa—, acaba por pagar con su vida la caída en la tentación que le ofrece Lermontov de obtener la fama y el éxito.

Quizás del trío protagonista el personaje más interesante sea el de Lermontov, y no tanto por la interpretación de Walbrook, quien había realizado a mi juicio un mejor papel en la anterior El coronel Blimp (Powell y Pressburger, 1943), sino por la misma esencia de su personaje. Hay que reconocer aquí la huella dejada por la escritura de Pressburger, quien dibujó un Lermontov individualista y obsesionado por la superación personal y por su  dedicación exclusiva al arte, un retrato sospechosamente cercano a la figura de Michael Powell. imageLa figura de este director ha sido siempre considerada como la de un profesional enigmático y de difícil definición, puesto que por un lado se mostraba como un artista individualista cuya obra debía responder únicamente a sus propios deseos y por otro actuaba como perfecto coordinador de un equipo de profesionales, entre ellos Pressburger, con los cuales cooperaba y trabajaba estrechamente para conseguir lo que quería. Esta es precisamente la dualidad que se observa en el personaje de Lermontov: por un lado, no permite que nadie ni nada se inmiscuya en sus objetivos ni en su particular concepción del arte —es curiosa la oposición entre su negativa rotunda a ver bailar a Vicky en una fiesta, alegando que ese no es un entorno adecuado para el arte de la danza, y en cambio le pide una audición a Craster mientras él desayuna distraídamente en su habitación—; por otro lado, sin embargo, toma sus decisiones teniendo en cuenta a su equipo de colaboradores. Estos están formados por el escenógrafo Sergei Ratov (Albert Bassermann), por el coreógrafo Grischa Ljubov (Léonida Massine), por el bailarín Ivan Boleslawsky (Robert Helpmann) y por su hombre de confianza Livy Montagne (Esmond Knight). Sin embargo, y pese a contar con este equipo, Lermontov sigue siendo un hombre solo, aislado del mundo que le rodea y dedicado en exclusiva al arte de la danza. Así lo muestra el impresionante desenlace del filme, en el que tras la muerte de Vicky, Lermontov se dirige al público, incapaz de contener su emoción, para anunciar que la representación se realizará de todos modos, simbolizando con ello que su obsesiva entrega al arte es capaz incluso de anteponerse a la dolorosa pérdida de la mujer que ama. La representación se efectúa sin Vicky, y la luz de los focos siguen el vacío dejado por ella, enfatizando así de manera escalofriante su image pérdida. Desde el palco, Lermontov observa la representación solo y desolado, dispuesto sin embargo a seguir con lo que él entiende que es su único modo de vida posible: la renuncia a cualquier sentimiento que lo pueda convertir en un ser vulnerable. A parte de este final, quizás la escena que mejor define el carácter de Lermontov, la lucha que en su interior se disputa entre el arte y la vida —la visión que el guión de Pressburger da sobre este tema parece decantarse hacia un pesimismo absoluto y un claro escepticismo sobre la compatibilidad entre la dedicación al arte y el vivir una vida normal— sea su reacción al enterarse de que Vicky y Julian están enamorados. Solo en su habitación, dirige su mirada furibunda hacia su propio doble reflejado en el espejo y lo golpea violentamente con el puño, como odiando ese otro yo, el que le hace sentir amor y celos y le aleja de su obsesivo voto de obediencia a la dedicación exclusiva en su vida hacia la creación artística.

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Michael Powell fue un director perfeccionista y entusiasta con el tratamiento visual de sus filmes. Nunca negó la influencia que el cine mudo imprimió en sus películas, una influencia que es también patente en Las zapatillas rojas y en el espectacular número central de la representación de la obra de danza. Powell entendía el cine como la expresión del artista a través las posibilidades que el encuadre y el montaje le ofrecían. El aspecto visual de sus obras es mucho más importante que el resto de elementos que integran el lenguaje, los cuales, como la música o los diálogos, sirven para enfatizar o realzar la belleza y el cuidado formal de sus imágenes. «En mis films las imágenes lo son todo, las palabras son como música para construir emoción». Su interés por el musical vino dado, se puede entender, por la posibilidad que este género le ofrecía de explorar nuevas formas de lenguaje, de indagar en la realización formal y en la puesta en escena para encontrar nuevas vías de expresión. Su trabajo sobre la parte visual, en un momento en el que el lenguaje cinematográfico había sufrido un cataclismo con la entrada del cine sonoro, regresión formal que se estaba recuperando poco a poco con la introducción de las mejoras en la captación sonora —pero que aún estaba muy por debajo del nivel de expresión y conceptualización formal conseguido a través del desarrollo del montaje en el cine silente—, fue del todo innovador en su lenguaje image visual. Este preciosismo de las imágenes llega a la perfección en la secuencia de la representación de Las zapatillas rojas, en la que Powell explora con maestría las posibilidades técnicas que le ofrecía el cine, prescindiendo para ello de la incómoda obligación de permanecer fiel a la veracidad de las situaciones. Pese a tratarse de una representación filmada, cuya fidelidad al realismo pasaría por ubicar la cámara en ojos de un espectador que observa la acción desde la platea (tal escenificación sería la lógica si se tratase de mantener esta objetividad pretendida por el cine, pero como se sabe, del todo inefectiva con la inmovilidad de la cámara), Powell ni siquiera se limita a seguir a los actores/bailarines en sus coreografías, sino que va mucho más allá, y decide emprender un fascinante recorrido por el escenario llevando al espectador en todo momento a la mejor visión que de la acción pueda tener, olvidando voluntariamente que el espacio en el que la acción se desarrrolla es un escenario, que se trata de la representación de una representación, para convertir la obra que los espectadores ven —los del teatro y los del cine— en puro cine. Así, Powell prescinde del verismo en esta secuencia, y enfatiza su decisión descartando en todo momento del encuadre la presencia del público que se encuentra en el teatro, de manera que éste se metamorfosea en el público ubicado en la sala cinematográfica. Estos voyeurs, se sabe, disponen de muchos más privilegios que los espectadores teatrales, puesto que a través de los cambios en el punto de vista y en la ubicación de la cámara, articulados mediante el montaje, se pueden pasear a gusto por el espacio de la ficción que contemplan, dejándose llevar de la mano de un narrador omnisciente pero silencioso —el realizador— quien decide en todo momento hacia dónde desea dirigir la mirada de estos descarados mirones.

image Powell, como Lermontov. también contaba con un equipo de profesionales de alto prestigio, como el mismo Pressburger, el director de fotografía Jack Cardiff, con quien ya había colaborado en Narciso Negro (1946)—película que obtuvo además un Óscar a la mejor fotografía—, y con el director artístico Alfred Junge, quien debido a la decisión de Powell de substituirlo en la secuencia del baile por el pintor alemán Hen Heckroth, no volvió a colaborar en ningún otro filme de Powell. Estos profesionales llevaron a cabo un trabajo excelente en todo el filme, que llegó a su cumbre en esta secuencia del baile. Para empezar, Heckroth era un pintor alemán expresionista que trabajaba para el teatro, por lo que la dirección artística de esta secuencia es eminentemente expresionista, aunque en algún momento conecte más con el onirismo que caracterizaba las obras surrealistas, como la parte central en la que Vicky se halla sola en una ciudad desierta o la que la muestra cayendo al vacío, como perdiendo ya su propia alma. Todo en la puesta en escena sirve para embellecer la parte visual del filme, además de retratar psicológicamente el estado emocional de los personajes. A parte de los decorados y el vestuario, que van cambiando a medida que Vicky pasa por los diversos escenarios que van narrando su historia —otra concesión a la fantasía y la irrealidad de este fagmento, que recuerda mucho por lo demás al famoso y también extenso número de baile de Un ameicano en París — la iluminación y el tratamiento cromático de las imágenes, a cargo como hemos dicho del maestro Jack Cardiff, es otra de las maravillas de esta secuencia, y del filme entero. Cardiff y Heckroth colaboraron estrechamente en la elaboración de la secuencia del baile, desarrollando el primero ciento veinte dibujos preparatorios a color y muchísimos otros bocetos, una complicada dirección artística que exigía la utilización de cuarenta decorados diferentes y el cambio en cuatro ocasiones del vestuario de la protagonista. Cardiff tuvo así que iluminar cada escenario de manera que se cumpliese la visión pictórica de Heckroth y por ende la de Powell y aunque no llegó al grado de preciosismo visual que consiguió con Narciso Negro , se puede considerar Las zapatillas rojas como una obra maestra absoluta gracias entre otras cosas a su fotografía.

image Powell otorgaba una especial importancia al montaje en sus películas. El mimo exhaustivo que el realizador le reservaba a la parte visual de sus filmes no podía encontrar mejor vehículo de representación que la utilización de la danza como recurso para desarrollar sus inquietudes iconográficas. El ballet es la plasmación del ritmo, de la belleza visual del movimiento en consonancia con la música. Powell utilizó también la música como vehículo para desarrollar su particular coreografía visual. Esta evidente relación entre la danza y el cine fascinó tanto a Powell, que decidió utilizar este arte como excusa perfecta para desarrollar toda su creatividad estilística aplicada a las imágenes. La secuencia del baile está llena de recursos formales que rompen aún más con la sensación de realidad que en teoría persigue el cine clásico. Powell no duda en utilizar el montaje de manera expresiva, a través de transparencias que substituyen parte del encuadre para simbolizar las sensaciones que está sufriendo la protagonista, como cuando un mar embravecido substituye la zona circundante al escenario, el lugar donde debería verse al público y la orquesta para simbolizar la entrada en la locura y el estado de permanente pesadilla que está viviendo la protagonista/bailarina. También se utilizan recursos como la cámara lenta, la doble exposición y los trucajes ópticos, todos ellos destinados a entrar en ese mundo que los espectadores podemos ver pero que en realidad se encuentra fuera de la narración, en la cabeza del realizador o en la de la misma protagonista. Así, esta triple percepción se entrelaza en muchos momentos, mezclando las vivencias del personaje que interpreta Vicky con las de Vicky y las del mismo Powell. Por ejemplo, en un image momento de su danza, cuando Vicky ve atemorizada la figura del zapatero/hechicero, este se convierte sucesivamente en Lermontov y en Craster, mostrándole así al espectador el punto de vista subjetivo de Vicky, la cual se debate entre el amor y el éxito, representado como se ha dicho cada uno de ellos por los dos personajes masculinos principales.

La música se pone al servicio de las imágenes. Powell desarrolla aquí su concepto del composed film, es decir, montar el filme a partir de la música previamente registrada y no a la inversa. El ritmo visual acompaña al ritmo musical, el montaje funciona como elemento erigidor de este ritmo, en una armonía perfecta que sólo puede dar como resultado una obra maestra. Hay muchos ejemplos de ello a lo largo de todo el filme, pero quizás los más destacados, a parte de los mencionados, sean los correspondientes a la parte final de la película, en concreto a la huida despavorida de Vicky por las escaleras, llevada por el poder diabólico de las zapatillas que la conducirán a la muerte. El momento en el que Vicky baja los escalones en espiral, en comunión perfecta con la música que ensalza el ritmo ya frenético de las imágenes, fue rodado mediante un solo tramo de escaleras, repitiendo y acelerando el rápido descenso de Vicky (¿a los infiernos?) mediante el montaje, para acrecentar de este modo la sensación de arrastre irremediable y de carrera desenfrenada hacia la tragedia.

image Michael Powell nunca consideró Las zapatillas rojas entre sus mejores filmes, pese a que la el paso de los años ha encumbrado esta obra a la innegable categoría de obra maestra. Muchos directores han sido influidos por la magia que desprenden las imágenes de esta película, entre ellos Martin Scorsese, quien ha manifestado en varias ocasiones la influencia que le produjo a la hora de realizar Toro Salvaje. Lo quiera o no uno de sus creadores, lo cierto es que Las zapatillas rojas es, más de cinco décadas más tarde de su estreno, una obra increíblemente moderna y acertada en su tratamiento formal, una de las mejores y más bellas obras que ha dado el arte cinematográfico.

Reino Unido, 1948. Director: Michael Powell & Emeric Pressburger. Productores: George R. Busby, Michael Powell y Emeric Pressburger. Guión: Michael Powell, Emeric Pressburger, Keith Winter y Marius Goring, a partir de un cuento de Hans Christian Andersen. Música: Brian Easdale, Kenny Baker (música no original: Pyotr Ilych Tchaikovsky). Fotografía: Jack Cardiff, en color. Montaje: Reginald Mills. Diseño de producción: Hein Heckroth. Dirección artística: Arthur Lawson. Duración: 133 minutos. Intérpretes: Anton Walbrook (Boris Lermontov), Marius Goring (Julian Craster), Moire Shearer (Victoria Page), Robert Helpmann (Ivan Boleslawsky), Léonide Massine (Grischa Ljubov), Ludmilla Tchérina (Irina Boronskaja)