Monseñor Jesús Sanz Montes, religioso franciscano, nuevo Arzobispo de Oviedo
De la página de la COPE y de la Agencia Zenit
La Nunciatura Apostólica en España comunica a la Conferencia Episcopal Española (CEE) que a las 12,00 horas de hoy, sábado 21 de noviembre, la Santa Sede ha hecho público que el Papa Benedicto XVI ha nombrado Arzobispo de Oviedo a Mons. D. Jesús Sanz Montes, en la actualidad Obispo de Huesca y de Jaca. La Archidiócesis de Oviedo está vacante tras el nombramiento de Mons. D. Carlos Osoro Sierra como Arzobispo de Valencia, sede de la que tomó posesión el pasado 18 de abril. Desde entonces está al frente de la diócesis ovetense, como Administrador diocesano, el Obispo Auxiliar de Oviedo, Mons. D. Raúl Berzosa Martínez.
Mons. Sanz Montes, Obispo de Huesca y de Jaca desde 2003
Mons. D. Jesús Sanz Montes nació en Madrid el 18 de enero de 1955. Ingresó en el Seminario Conciliar de Toledo en 1975 donde realizó los estudios institucionales teológicos (1975-1981). En 1981 ingresó en la Orden Franciscana, Provincia de San Gregorio Magno de Castilla, realizando la profesión solemne el 14 de septiembre de 1985 en Toledo. Fue ordenado sacerdote el 20 de septiembre de 1986 en Madrid.
Es Bachiller en Teología por la Facultad de Teología del Norte de España (Burgos 1981); Licenciado en Teología, con especialidad en Espiritualidad, por el Pontificio Ateneo Antonianum de Roma (1986) y en Teología de la Vida Religiosa por la Universidad Pontificia de Salamanca (1993). Asimismo es Doctor en Sagrada Teología por el Pontificio Ateneo Antonianum de Roma (1999).
Entre los cargos pastorales destaca el de Rector del Seminario Menor Franciscano de Ávila (1986-1991); director de la Formación Permanente de la provincia Franciscana de Castilla (1991-1994); Rector y P. Guardián del Colegio dei Santi Quaranta Martiri de Roma (1994-1997); Rector y P. Guardián del Monasterio San Juan de los Reyes de Toledo (1997-2000); Secretario Provincial de Formación y Estudios, de la provincia Franciscana de Castilla (1997-2000), y Presidente de la CONFER diocesana de Toledo (1997-2000). Desde este último año y hasta su nombramiento episcopal, en 2003, fue el Director del Secretariado de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada de la CEE, de la que actualmente, y desde el año 2005, es Presidente.
En cuanto a las actividades académicas ha sido profesor de Espiritualidad medieval, profesor de la Asociación Hispánica de Estudios, miembro del Consejo de Redacción –edición española- de “Communio” Revista Católica Internacional; profesor en la Facultad de Teología San Dámaso, de Madrid y profesor en el Pontificio Ateneo Antonianum, de Roma.
El 23 de octubre de 2003 se hacía público su nombramiento como Obispo de las diócesis de Huesca y de Jaca. De esta manera, ambas diócesis quedaron unidas “in persona Episcopi”, aunque con independencia entre sí. El 14 de diciembre del mismo año recibió la ordenación episcopal y tomó posesión de la diócesis de Huesca. Una semana después, el 21 de diciembre, hacía su entrada en la diócesis de Jaca.
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Publicamos a continuación algunas reflexiones del nuevo Arzobispo, para quien pedimos una bendición especial de Señor en el nuevo servicio que Él le pide.
Crucifijos y Crucificados
Alguna vez los había visto en los típicos documentales de cine o televisión. Con la debida distancia para que no te asalte demasiado la comodidad o comprometa la educada despreocupación por tus semejantes ignorados. Pero hete aquí que el Señor ha dispuesto en su providencia que las cosas se combinasen para que cayera de bruces ante esa realidad que tiene nombre, domicilio y edad.
He debido hacer la visita apostólica a algunas comunidades de Lumen Dei, esa Asociación de la que soy superior general desde que el Santo Padre me nombrara el pasado mes de mayo Comisario Pontificio. Perú, Argentina y Chile, en escasamente diez días, ha supuesto un periplo agotador. Pero el Señor me ha permitido ver con ojos no prestados el mucho bien que Lumen Dei realiza en aquellos lares, y las realidades a las que en tantos rincones de este mundo se nos pide responder.
En las alturas inmensas del Cuzco peruano, pude ver la penuria en los rostros abrasados por el aire, por el sol y por la indiferencia de tantos que sostenemos un mundo insolidario, engolado y obeso de sí mismo. Allí, la entrega de los misioneros de Lumen Dei -sacerdotes, hermanas y laicos- era el abrazo concreto del buen Dios con el que Él seguía gritando que la vida de sus hijos le importa, saliendo al paso de sus precariedades inmensas a través de los colegios, de los pequeños hospitales y de los centros de asistencia. El pan del alimento, el pan de la cultura y el pan de la gracia de Dios, se partía y se repartía con la medida del amor, llegando a calmar e incluso colmar las hambres nutriendo el cuerpo, superando la ignorancia y anunciando la buena nueva de Cristo en nombre de la Iglesia.
Fue en Chile donde la pobreza tenía otra visual, apostando estos misioneros por una educación integral y cristiana en medio de una barriada periférica llena de violencia y corrupción. Las familias rotas y la juventud desnortada hace increíble que un mundo nuevo y distinto pueda renacer allí. Pero el corazón de los más pequeños, el corazón de sus adultos también, tiene inscrito un ansia incensurable que tan sólo espera que alguien se lo despierte, se lo acompañe, se lo encauce y posibilite: en ansia de ser felices en la bondad, la belleza y la verdad para las que hemos nacido. Aunque en la noche escuchara los tiroteos de las mafias, viese el temblor de la inseguridad y la engañifa de una dicha tan falsa como barriobajera y barata que te vacía más y más, vi mucho más el brillo de la esperanza en los niños y los jóvenes que se dejaban llevar por el Dios que les acompaña a través de la entrega de los hijos de la Iglesia.
Finalmente en los aledaños del Buenos Aires argentino, volví a toparme con la indigencia brutalmente escenificada en las "villas miseria" que por allí pululan. Ante esa inimaginable pobreza que tiene carne de niño y de mujer, nuevamente estos misioneros de Lumen Dei me ayudaron a comprender cómo duele esta humanidad nuestra tan falta de lo que superfluamente nos sobra a tantos. Aquella pobreza duele en el alma, hasta hacerla llorar, hacerla rezar y hacer que nos preguntemos tantas cosas que nos ponen delante de la falta de caridad del amor solidario.
Nuestra Cáritas sabe bien de esta procesión de la penuria en momentos de honda crisis económica y moral. Los pobres saben bien a qué puerta llamar, y no lo harán jamás ante la puerta de los que quieren quitar los crucifijos, o la de quienes organizan su sainete para protestar por los espacios cedidos para construir una parroquia. Pero nadie nos podrá quitar a los crucificados ni cerrar la puerta de nuestro cristiano hogar. Para ellos, y tantas veces en solitario, queremos seguir siendo cirineos con el bien y la paz.
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