27 de noviembre de 2009

Viene Dios

homilia

I DOMINGO DE ADVIENTO

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: clip_image002

-- Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y del oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad, ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros temblarán. Entonces, verán al Hijo del Hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.

Lc 21, 25-38.34-36

Nos disponemos a celebrar el Adviento, tiempo en que los cristianos celebramos la venida de Dios, que eso es lo que significa la palabra. Son muchas las venidas de Dios: al final de las cosas, en cada momento en nuestra vida, y en esa venida especial de Jesús en la historia que celebramos el día de Navidad.

Adviento es un tiempo de esperanza y de alegría, de salvación. También de espera, de preparación y esfuerzo vigilante. Desde la fe parece claro, para un creyente, que viene Dios. Si miramos, en cambio, a nuestro entorno y a nuestra sociedad, esa venida de Dios se hace problemática: ¿de verdad viene Dios a nuestra sociedad?, ¿de verdad nuestro hombre de hoy busca a Dios? Estamos a las puertas del tercer milenio, y la venida de Dios no aparece muy clara en el horizonte actual. La revista "30 días" acaba de preguntar a tres teólogos sobre la fe y la Iglesia en los próximos diez años. Para el alemán Kasper, el proceso de descristianización, al menos en Europa va a seguir, no ha llegado aún a su término. El italiano Colombo señala, como síntomas alarmantes, la poca fidelidad al magisterio del Papa y de los Obispos y el desapego a la moral católica. Para el austriaco Schödorn, el fondo de la cuestión se reduce a saber si existe hoy la fe personal en Jesús, y la verdadera pregunta que la Iglesia tendrá que formularse, y todos nosotros, es la que Cristo dirigió a Pedro: ¿Me amas? Los que estamos en la brega de la pastoral diaria vemos la poca importancia que la mayoría de nuestros adultos, especialmente la llamada segunda juventud (veinte a treinta y cinco años), dan a la religión. Y lo difícil que está resultando la evangelización.

En el evangelio se nos pide vigilar y estar atentos a los signos de los tiempos. Tenemos que saber lo que pasa. Existen también signos positivos, pero una venida de Dios o un tiempo propicio para esta venida no están muy claros al empezar el tercer milenio.

El tiempo del evangelio

Tampoco en tiempo de Jesús el horizonte estaba claro. Las palabras de Jesús se dicen en Jerusalén, en el Templo. Aquel pueblo esperaba ciertamente la venida de Dios, pero equivocadamente: no iba a quedar piedra sobre piedra de aquel templo, lo más sagrado para aquel pueblo; ni su religiosidad tal como la vivían.

Es un tiempo apocalíptico: vemos desplomarse los cielos y la angustia y el miedo adueñarse del corazón del hombre. De acuerdo que es un modo de hablar, un cierto lenguaje; pero hoy sabemos que el lenguaje va unido a las formas de vida. Y aquí se está hablando de una forma desgarrada del fin de un lugar sagrado, del fin de una nación, del fin del hombre y del final de los tiempos. Y todo esto es una realidad histórica y existencial.

La venida de Dios en aquel momento histórico es la presencia de Jesús, que está siendo rechazado por la religión oficial que lo llevará a la muerte. Sorprendentemente, y estos son los caminos de Dios o la dialéctica de la fe, ahora está más cerca que nunca la venida de la salvación de Dios. El creyente tiene fe en que esto va a ser así, aunque el horizonte no aparezca muy despejado, como veíamos en nuestros días, en este momento histórico. Por eso la llamada de atención a que sepamos leer bien los signos de los tiempos y a estar despiertos o vigilantes, a tener cuidado para que ni el vino ni los agobios de la vida emboten nuestra mente.

Aquí habría que hacer un análisis de lo que en este momento está embotando concretamente nuestra mente.

Tiempo de salvación

"Cuando empiece a suceder esto, poneos derechos y alzad la cabeza, que se acerca vuestra liberación", dice el Evangelio. La salvación va unida a la venida en poder de este hombre, de Jesús.

Sin duda se alude aquí a la venida y salvación definitivas al final de los tiempos, aunque ese tiempo final se ha inaugurado ya con la presencia de Jesús. Es un todo unido: la venida de Jesús en un momento histórico, la venida por la fe en cada momento existencial, la Navidad que se acerca y la venida final. Aunque para nosotros todo gravita en torno a este momento que estamos viviendo, porque Dios ya está entre nosotros y lo definitivo ya ha comenzado: aquí y ahora es cuando se tiene que hacer realidad la venida de Dios.

Tres cosas, por lo tanto, a tener bien en cuenta:

-El Adviento de Dios para el hombre es Jesús.

-Esa venida tiene que ser una liberación, una salvación. Una liberación que se hace realidad en el aquí y ahora de nuestra existencia.

-En la dialéctica de la fe, en el lenguaje apocalíptico anuncia la esperanza y la alegría de la salvación cercana, más allá de las catástrofes. Si el hombre de hoy no tiene nada de qué salvarse, si no necesita de Dios, difícilmente lo buscará, y menos aún lo encontrará: la salvación de Dios tiene que incidir en la condición del hombre.

M. MARTÍNEZ DE VADILLO
DABAR/88/01


Dios todopoderoso, aviva en tus fieles, al comenzar el Adviento, el deseo de salir al encuentro de Cristo, acompañado por las buenas obras, para que colocados un día a su derecha, merezcan poseer el reino eterno.


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