Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir su sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.
Mt 5,43-48
«Comprende las circunstancias y sé prudente. ¿Cuántos blasfeman contra tu Dios? Oyéndolo tú, ¿no lo oye Él? Lo sabes tú, y ¿lo ignora Él? Y con todo hace salir el sol sobre los buenos y los malos, y hace llover sobre los justos e injustos (Mt 5,45). Muestra su paciencia, difiriendo el ejercicio de su poder. Reconoce tú también las circunstancias y no dejes que los ojos se enciendan enojados... Tienes algo que hacer. Evita los altercados y dedícate a la oración. No devuelvas insulto por insulto, antes bien ora por quien te insulta. Ya que le quieres, habla a Dios por él... Abre tú los ojos a la luz; tú, envuelto en tinieblas, reconoce al hermano que está fuera de ellas... Ante el Padre tenemos una sola voz: “Padre nuestro que estás en los cielos...” ¿Por qué no tener también una misma paz?»
San Agustín, Sermón 357,4.
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