2 de febrero de 2011

Cristo, único Sacerdote que, a la vez, es sacrificio (Comentario de San Agustín)



Y ya que los hijos tienen una misma sangre y una misma carne, él también debía participar de esa condición, para reducir a la impotencia, mediante su muerte, a aquel que tenía el dominio de la muerte, es decir, al demonio, y liberar de este modo a todos los que vivían completamente esclavizados por el temor de la muerte. Porque él no vino para socorrer a los ángeles, sino a los descendientes de Abraham. En consecuencia, debió hacerse semejante en todo a sus hermanos, para llegar a ser un Sumo Sacerdote misericordioso y fiel en el servicio de Dios, a fin de expiar los pecados del pueblo. Y por haber experimentado personalmente la prueba y el sufrimiento, él puede ayudar a aquellos que están sometidos a la prueba.

Hb 2,14-18


Éste es el título del salmo: Salmo de David antes de ser ungido. David fue ungido como rey (1 Re 16,13). Entonces solamente se ungían a los reyes y a los sacerdotes: en aquel tiempo eran las dos únicas personas ungidas. Y en ambas personas se prefiguraba el único rey y sacerdote futuro, el único Cristo dotado de ambas funciones. Por tanto, la palabra Cristo procede de «crisma», unción. No sólo fue ungida nuestra cabeza, sino también su cuerpo, es decir, nosotros mismos. Él es rey porque nos rige y guía, y sacerdote, porque interpela por nosotros (Rom 8,34). Y además él es el único sacerdote que es a la vez sacrificio. No ofreció a Dios un sacrificio distinto de sí mismo.

En efecto, no hubiera encontrado fuera de sí mismo una víctima racional purísima que, como cordero inmaculado, nos redimiese derramando su sangre y nos incorporase a él haciéndonos miembros suyos, para que también nosotros fuésemos Cristo en él. Por eso la unción pertenece a todos los cristianos. En los primeros tiempos, los del Antiguo Testamento, pertenecía sólo a dos personas. De aquí se deriva que nosotros somos cuerpo de Cristo, puesto que todos somos ungidos, y todos estamos en él siendo de Cristo y Cristo, porque de alguna manera el Cristo total lo forman la Cabeza y el cuerpo. Esa unción nos llevará a la perfección espiritual en aquella vida que se nos promete. Y ésta es la voz del que anhela aquella vida; es como la voz del que desea la gracia de Dios que alcanzará su plenitud en nosotros al final. Por eso se dijo: Antes de ser ungido. Ahora somos ungidos en figura, y por el mismo símbolo se prefigura algo de lo que hemos de ser. Ignoro qué es aquello, no sé qué, futuro e inefable, que debemos desear y por lo que debemos suspirar en la figura, a fin de llegar al gozo de aquella realidad figurada.

San Agustín, Comentario al salmo 26,2,2

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