Dejémonos guiar por San Agustín para meditar el evangelio de esta fiesta. Recordemos a los grandes testigos de la fe, grandes apóstoles y recordemos hoy en nuestra oración al sucesor de Pedro en la guía de la Comunidad de Jesús: el Papa Benedicto XVI, para que el Señor lo ilumine en su misión de Pastor.
Jesús ha dado las llaves del Reino a un hombre sobre la tierra. Pero esta misión de «portero del Reino» será mejor ejercida, mientras más atento esté el «portero» al misterio que sólo Dios puede enseñar.
En la celebración eucarística nosotros nos edificamos como comunidad cristiana, asamblea de creyentes que preside Cristo, del cual es signo Pedro. Participando en el banquete común nos confirmamos en la verdadera fe, que potencia nuestra esperanza y nos hace vivir en caridad.
Lectura del santo Evangelio según San Mateo 16,13-19.
En aquel tiempo, llegó Jesús a la región de Cesarea de Felipe y preguntaba a sus discípulos:
-¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?
Ellos contestaron:
-Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.
El les preguntó:
-Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
-Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.
Jesús le respondió:
-¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora te digo yo:
-Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del Reino de los Cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.
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Si es sólo un hombre y nada más, no es Jesucristo
San Agustín,
Sermón 183,3-4
¿Quién es Cristo? Preguntémoselo al bienaventurado Pedro. Cuando se leyó ahora el evangelio, oísteis que, habiendo preguntado el mismo Señor Jesucristo quién decían los hombres que era él, el Hijo del hombre, los discípulos respondieron presentando las opiniones de la gente: Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas. Quienes esto decían o dicen no han visto en Jesucristo más que un hombre. Y si no han visto en Jesucristo más que un hombre, no hay duda de que no han conocido a Jesucristo. En efecto, si sólo es un hombre y nada más, no es Jesucristo. Vosotros, pues, ¿quién decís que soy yo?, les preguntó. Respondió Pedro, uno por todos, porque en todos está la unidad: Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo (Mt 16,13-16).
Aquí tienes la confesión verdadera y plena. Debes unir una y otra cosa: lo que Cristo dijo de sí y lo que Pedro dijo de Cristo. ¿Qué dijo Cristo de si? ¿Quién dicen los hombres que soy yo, el Hijo del hombre? Y ¿qué dice Pedro de Cristo? Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo. Une las dos cosas y así viene Cristo en la carne. Cristo afirma de sí lo menor, y Pedro de Cristo lo mayor. La humildad habla de la verdad, y la verdad de la humildad; es decir, la humildad de la verdad de Dios, y la verdad de la humildad del hombre. ¿Quién -pregunta-dicen los hombres que soy yo, el Hijo del hombre? Yo os digo lo que me hice por vosotros; di tú, Pedro, quién es el que os hizo. Por tanto, quien confiesa que Cristo vino en la carne, automáticamente confiesa que el Hijo de Dios vino en la carne. Diga ahora el arriano si confiesa que Cristo vino en la carne. Si confiesa que el Hijo de Dios vino en la carne, entonces confiesa que Cristo vino en la carne. Si niega que Cristo es hijo de Dios, desconoce a Cristo; confunde a una persona con otra, no habla de la misma. ¿Qué es, pues, el Hijo de Dios? Como antes preguntábamos qué era Cristo y escuchamos que era el Hijo de Dios, preguntemos ahora qué es el Hijo de Dios. He aquí el Hijo de Dios: En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba en Dios y la Palabra era Dios (Jn
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