16 de enero de 2010

La Cruz de Haití

CRUZ EN PIE-TERREMOTO HAITI

Esta cruz fue lo único que quedo en pie en la Catedral de Port-au-Prince después del terremoto. Me llegó esta foto por correo electrónico, como muchos testimonios que en esta hora circulan como mudos testimonios a través de la red.

No quiero pasar por un ingenuo, o llamar a cualquier cosa milagro, pero cierto es que los signos existen ante los ojos de quien tienen la capacidad de verlos.

Ante todo el dolor circundante, la destrucción y la desolación, lo único real que es el dolor que en la persona de Jesucristo fue la cruz.

El dolor de quienes murieron, de quienes perdieron la vida tan temprano, en un minuto terrible de tragedia.

El dolor de quienes sienten la impotencia de saber que bajo ese cúmulo de ruinas están sus seres queridos.

El dolor de quien se halla en el extranjero sin saber qué pasó con sus seres queridos.

Y tantos, tantos otros dolores que difícilmente podemos cuantificar, porque el dolor, en lo más profundo, siempre lo vivimos en la soledad más absoluta. Aunque estemos rodeados de mucha gente.

Pero está la fatiga y el cansancio de quienes hacen posible que esta cruz sea más ligera, y la esperanza de la resurrección, del renacimiento de la vida nueva, sea una realidad menos lejana, aun entre las ruinas.

La fatiga y el cansancio de los cascos azules de las Naciones Unidas, que patrullan y velan por una sociedad más justa, por el orden en medio del caos, por la necesaria distribución de lo más básico para los sobrevivientes. Porque ellos también perdieron a sus compañeros al calor del trabajo.

La fatiga y el cansancio del personal de la Cruz Roja, de la Unicef, de los Médicos sin Fronteras, de Manos Unidas, de la Cáritas Internationalis, y de miles y miles de ONGs tan variopintas como muchas son las esperanzas de un mundo nuevo, cuyas acciones nunca aparecerán con letras de neón sobre las portadas de la prensa mundial. Pero eso no importa.

La fatiga y el cansancio de los paramédicos que hoy ayudaron a nacer aun niño en medio del dolor, en unos de los improvisados hospitales de Port-au-Prince, a veces a pocos metros de las abarrotadas morgues que acogen en racimos los silenciosos despojos mortales del dolor de las vidas cortadas demasiado pronto.

Y el pequeño esfuerzo de anónimos ciudadanos, como tú, como yo, que pueden ayudar, y lo hacen, a través de los múltiples canales que la tecnología, los gobiernos y las organizaciones han creado para direccionar las ayudas económicas, tan necesarias en esta hora oscura, y en los días que vendrán.

Por ellos, las palabras de mi Maestro: Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios (Mt 5,27).

José Ignacio Busta Ramírez, o.s.a.

1 comentario:

  1. Una cosa que me preocupa, es como ayudar a estas personas victimas de esta situción a seguir creyendo en Dios. Me siento muy triste de una parte, y feliz de otra parte de ver la compasión humana que muchos han manifesta al pueblo haitiano. Creo que a estos se los puede llamar hijos de Dios, porque trabajan por la paz.

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