11 de diciembre de 2009

Cristo es tanto nuestro como de ellos (San Agustín)

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«¡Pero este soldado me ha hecho tanto mal!». Quisiera saber si no harías tú lo mismo si fueses soldado como él. Tampoco yo quiero que los soldados hagan cosas tales como afligir a los pobres. No lo quiero; quiero que también ellos escuchen el evangelio. El hacer el bien no lo prohíbe la milicia, sino la malicia. Llegando unos soldados al bautismo de Juan, le preguntaron: -Y nosotros, ¿qué hemos de hacer? Juan les responde: -No hagáis extorsión a nadie ni denunciéis falsamente; básteos vuestro salario (Lc 3,14). Así ha de ser, hermanos; si los soldados fuesen así, sería dichoso hasta el Estado, pero a condición de que también el recaudador de impuestos se acomodase a lo que indica el evangelio. Le preguntaron los publicanos, es decir, los recaudadores de impuestos: -Y nosotros ¿qué hemos de hacer? Se les respondió: No cobréis más de lo que tenéis establecido (Lc 3,13). Fue aleccionado el soldado, fue aleccionado el recaudador; séanlo también los tributarios. Tienes una exhortación dirigida a todos: ¿Qué haremos todos? (ib., 10). Quien tenga dos túnicas, dé una a quien no la tiene; haga lo mismo quien tiene alimentos (ib., 11). Quiero que oigan los soldados lo que ordenó Cristo; oigámoslo también nosotros, pues Cristo es tanto nuestro como de ellos, y Dios lo es de ellos y nuestro al mismo tiempo. Escuchémoslo todos y vivamos concordes en la paz.

Sermón 302,15

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