11 de octubre de 2009

La Madre Juana Jugan, fundadora de las Hermanitas de los Pobres, proclamada santa por el Papa Benedicto XVI

De Ecclesia Digital

imageJuana Jugan (llamada en la Congregación Sor María de la Cruz) es  la fundadora del Instituto Consagrado de las Hermanitas de los Pobres. Su larga y fecunda existencia –murió con 87 años- bien se podría definir como una vida bien y siempre injertada en la cruz de Cristo –cuyo nombre llegaba como religiosa- y en la cruz de los pobres y de los ancianos, a quienes sirvió y amó admirablemente.

Ya lo escribió y lo repitió ella misma en distintas ocasiones en comunicaciones a sus religiosas: “Hemos sido injertadas en la cruz de Cristo”. Y es que “es tan hermoso ser pobre, no tener nada, esperarlo todo de Cristo”. De ahí que Juana Jugan insistiera: “no olviden nunca que el pobre es nuestro Señor”, “miren al pobre con compasión y Jesús las mirará con bondad”, “cuando estén en las casas, sean buenas con los ancianos, sobre todo, con los enfermos, quiéranlos mucho”. Juana Jugan, insertada también en la extraordinaria pléyade de santos con que Dios bendijo a la Iglesia y a la humanidad en el turbulento siglo XIX, es un modelo de vida crucificada y unida a Cristo, de humildad, de oración, de pobreza y de confianza plena, tierna y simple en la confianza y en la providencia.

“Por los frutos los conoceréis”

La máxima evangélica “por los frutos los conoceréis” se hace realidad en la vida y en el legado de Juana Jugan a través de la Congregación de las Hermanitas de los Pobres, nacida en 1839. En la actualidad, las Hermanitas de los Pobres están presentes en 32 países de los cinco continentes. Son 2.710 religiosas, incluidas las 60 novicias actuales. Sirven 202 casas de ancianos y enfermos, con un total de 13.232 residentes. Además, el Movimiento Asociación Juana Jugan, de laicos asociados, está integrado por 2.065 personas.

Como muestra de la universalidad de su misión y su compromiso misionero y a favor de los pobres más necesitado, las fundaciones de comunidades de Hermanitas de los Pobres en los últimos veinte años han llegado a países como Colombia, Benin, Chile, Corea, India, Filipinas y Perú.

Amar y acoger al pobre, que es siempre el mismo JesúsImage

Para Juana Jugan, “el Pobre” define su vocación. Dios la ha esperado en “el Pobre” y ella lo ha encontrado y lo ha reconocido en “el Pobre”. Ser Hermanita de los Pobres es ir siempre hacia los más pobres, crear una corriente de colaboración apostólica, de caridad fraterna y de acogida y de asistencia hacia los pobres, pues en ellos está presente Cristo. Las bienaventuranzas se convierten, de este modo, el frontispicio de la Congregación como lo fue en la vida de Juana Jugan.

La gracia de la hospitalidad para con los ancianos pobres es el carisma fundacional de las Hermanitas, el legado de Juana Jugan. Para ello, las Hermanitas realizan un cuarto voto, junto a los tradicionales de pobreza, castidad y obediencia. Es el voto de hospitalidad, que significa el don de ellas mismas al apostolado de la caridad como testimonio, en medio del mundo, de la misericordia del Padre y el amor compasivo del Corazón de Cristo.

La frase evangélica “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla”, a los pequeños, a los humildes el norte, el ideal, es el hilo conductor de Juana Jugan y de las Hermanitas.

En Juana Jugan concluyen dos fecundas y fecundadoras corrientes espirituales. Son las procedentes de la Orden Tercera del Corazón de la Madre Admirable, fundación de San Juan Eudes, y de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. A las dos estuvo vinculada Juana Jugan. De la primera recibió la necesidad de la sencillez, la humildad y la vida de oración y caridad; de la segunda, el dinamismo y el compromiso hospitalario como un acto de la virtud de la religión, como un compromiso formal y reglado, concretado en el cuarto voto de las Hermanitas.

La cruz que no se cesó en su vida

La cruz acompañó toda la existencia humana de Juana Jugan. Su sombra alargada fue y es su sombra benéfica y florida. Juana Jugan nació en plena revolución francesa y en los momentos de su virulenta persecución a la Iglesia, en el alba del siglo XIX, el siglo de las revoluciones, el siglo de los pobres. Tanto entusiasmó su vida y su testimonio a otros coetáneos suyos que hasta el escritor británico Charles Dickens, que describió y fustigado la pobreza y la injusticia de aquel siglo, quiso conocerla. Fue en 1846, un año después de que la Academia Francesa concediese a Juana el premio Montyon, mientras la cruz planeaba sobre su vida.

Y es que la cruz le acompañó de su más tierna infancia. Nacida el 25 de octubre de 1792, en Cancale (Bretaña francesa), su padre, marinero, cuando Juana tenía tan solo 4 años, desapareció en el mar, en Terranova. Fue la sexta de ocho hermanos. Cuatro de ellos murieron con muy tierna edad. A los 16 años, Juana, para ayudar a su madre viuda y sus hermanos, marcha con ayudante de cocina a una casa solariega.

Tras permanecer en este hogar y en este oficio durante nueve años, pasa a trabajar como ayudante de enfermería en un hospital. Allí comienza a sentir la vocación y el carisma fundacional, que años más tarde se hará realidad. Ya en 1816 rechazó una petición matrimonial porque sentía que Dios la “guardaba para una obra desconocida”. También entonces, cuando tenía 25 años, se incorpora a la Orden Tercera del Corazón de la Madre Admirable.

Desde 1837 Juana, con sus amigas Françoise Aubert y Virginia Tredaniel, vivía en el apartamento del piso segundo del número de la calle Centre de Saint-Servan. En una tarde invierno de 1839 una anciana ciega, abandonada a la soledad y medio paralítica llama a la puerta de su hogar. Juana le abre la puerta y, sobre todo, el corazón. La anciana se llamaba Anne Chauvin. Aquella noche Juana le cede su cama y se instala en el granero de la vivienda y este gesto compromete su vida para siempre. Una segunda anciana sigue a la primera, después una tercera… En 1841 se trasladan a una vivienda más grande, una planta baja de la calle de la Fontaine y un después adquieren el antiguo convento de las Hijas de la Cruz. En 1843, serán ya cuarenta las ancianas acogida, y a Juana Dios le ha dado ya hermanas, tres compañeras iniciales para asistir y amar a las ancianas.

Juana y sus compañeras crean una pequeña Asociación y queda elegida superiora de la misma. Sin embargo, poco tiempo después, en diciembre de 1843, es destituida y reducida al quehacer de limosnera o de encargada de recabar y postular las colectas y los donativos precisos para la subsistencia de la Asociación. Los Hermanos de San Juan de Dios le animan en emprender esta iniciativa de caridad y de apostolado.

La cruz es siempre la luz

Ante la cruz de la destitución y de la postergación, Juana responde con el silencio, la aceptación, el abandono en las manos de Dios y el amor, mientras la sombra de la cruz se alarga: los comienzos de su obra son falsificadas, ella continúa siendo preterida y apartada y los veintisiete últimos años de su vida (de 1852 a 1879) vive “puesta de lado”. Son los años –cuatro- de Rennes, capital de la Bretaña francesa, y los veintitrés de la Torre de San José, la casa madre de la Congregación de las Hermanitas de los Pobres desde 1856.

Mientras tanto las Hermanitas, que han pasado de llamarse Siervas de los Pobres a la Hermanas de Pobres hasta que en 1849 pasan ya de modo definitivo a denominarse Hermanitas de los Pobres, han abierto casas en Rennes, Tours, Angers, Tours Saint-Joseph… En 1854 el Papa Pío IX aprueba la Congregación y en 1879 León XIII aprueba la Constitución de las Hermanitas, que son ya 2.400 religiosas.

Cuando el 29 de agosto de 1879, Juana, ya con 87 años, fallece en el olvido, son pocas las Hermanitas de las Pobres que saben que ella era la fundadora de la Congregación, si bien había sembrando el carisma y la espiritualidad fundacionales entre las novicias y las postulantes.

Y la cruz será Pascua. A partir de 1902 la verdad comienza a desvelarse y abrirse paso: Juana Jugan, la durante tantos años olvidada y postergada Sor María de la Cruz, ya no es la tercera hermanita, sino la primera, la fundadora. La Pascua llegó también el 3 de octubre de 1982 con su beatificación de manos de Juan Pablo II y la Pascua será luz definitiva y bien esplendora el 11 de octubre cuando Benedicto XVI la proclama santa.

La curación milagrosa en 1989 de un médico norteamericano, atribuido y certificado a su intercesión, es el milagro que le ha abierto las puertas de la canonización. La persona curada fue el anestesista de Nebaskra Edward Edwin Gatz. A sus 51 años padecía adenocarninoma de esófago. La previsión médica hablaba de que tan solo sobreviviría al cáncer entre 6 y 13 meses. Su mujer, animada por un sacerdote amigo, llevó esta enfermedad a la oración, invocando reiteradamente a Juana Jugan. A partir del 8 de marzo de 1989 los controles médicos garantizaron la desaparición del cáncer. El doctor Gatz, ya con 72 años, vive todavía y confía poder asistir a la canonización de “su” madre Jugan, la madre los pobres y de la ancianos, como Santa Teresa Jornet e Ibars, que también en la segunda mitad del siglo XIX, creó y guió, bajo la tutela del sacerdote seguntino Saturnino López Novoa, el Instituto o Congregación de las Hermanitas de los Ancianos, otro signo del amor y de la providencia del Dios de los pobres y de los crucificados.

1 comentario:

  1. FUNDADORA DE LAS HERMANITA DE LOS POBRE ELLA DECIA DIOS MEQUIERE PARA UNA HOBRO BEN DITO SEAS BALLA HOBRA ENORA BUENA A TODAS LAS HERMANITAS DE LOS POBRES

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