De la Agencia Zenit
Es el más joven de los cinco beatos que serán canonizados este domingo. Murió a los 27 años. También es quien que vivió hace más poco tiempo (1911 – 1938).
Juan Pablo II lo propuso como modelo de santidad en la Jornada Mundial de la Juventud en Santiago de Compostela en 1989. Varios obispos españoles han solicitado que sea proclamado uno de los "copatrones" de la JMJ que se realizará en Madrid en agosto de 2011.
Una juventud alegre y pura a la vez. Llena de inquietudes que supo encaminar por medio de su respuesta al ingresar al monasterio de San Isidro de Dueñas. Una vida monacal llena de alegría en medio de sacrificios y abnegaciones, donde, según él, cada día tenía un encanto distinto.
Comentarios y escritos ricos de espiritualidad, y a la vez sencillos y llenos de sentido del humor. Una actitud dócil y abnegada frente a la enfermedad son algunos elementos que reflejaron el alma enamorada de Dios del beato María Rafael Arnaiz Barón que será canonizado este domingo en la plaza de San Pedro por Benedicto XVI.
Nació en Burgos (España) en 1911. Allí mismo fue a la escuela con los padres Jesuitas. Después comenzó a estudiar en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid. Sus tíos, los duques de Maqueda, influyeron en el crecimiento de su fe.
En 1932 realizó unos ejercicios espirituales donde descubrió que Dios le pedía hacerse monje trapense. Tenía 23 años cuando fue aceptado en el monasterio de San Isidro de Dueñas.
Pasaba horas escribiendo cartas, a su madre, sus tíos y a varios amigos. Compartía en ellas sus experiencias interiores: “Para mí esta vida que parece monótona, tiene tantos atractivos que no me canso ni un momento. Cada hora es diferente pues aunque exteriormente siguen iguales, interiormente no lo son como no son iguales todas las misas”.
La vida sencilla que vivía en el monasterio se convertía también en motivo de una alegría profunda que contagiaba tanto a sus hermanos de comunidad como a sus familiares. “Las lentejas serán siempre lentejas mientras dure mi vida en el monasterio pero a pesar de todo las como con mucho gusto, porque las sazono con dos cosas: con hambre y con amor de Dios y así no hay alimento que se me resista”, escribía.
La hermana Agustina Tescari, postuladora de la causa del hermano Rafael, destaca la manera con el que el joven monje expresaba su amor a Dios y a su vocación: “Un estilo pictórico porque describe su experiencia como si estuviese pintando. Su espiritualidad es muy sencilla, centrada sobre la eucaristía, la grandeza y la bondad de Dios. En el dominio de Dios sobre su vida. Lo llamaba “el Amo” y a la Virgen “la Señora”, explicó la religiosa a ZENIT.
Con docilidad, el hermano Rafael supo aceptar los misteriosos designios de Dios. En el momento más feliz de su vida su salud se alteró. La fiebre aumentaba y por ello lo enviaron de regreso a la casa de sus padres. Con el corazón partido de dolor dejó el monasterio. Salió y entró en tres ocasiones hasta que se reincorporó en 1937. Fue la última vez que vio a su familia.
Murió el 26 de abril de 1938 de un coma diabético. Los últimos días reflexionaba sobre el misterio del dolor como punto de unión con la Eternidad: “Mi centro es Dios y Dios crucificado. Mi centro es Jesús en la cruz. Agarrado a mi crucifijo quisiera morir. El fin es la eterna posesión del día. Del cielo pero eso será en el cielo”.
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