23 de octubre de 2009

Ciego, por el camino

homilia

XXX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO- B

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En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo (el hijo de Timeo) estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:

- Hijo de David, ten compasión de mí.

Muchos le regañaban para que se callara. Pero él gritaba más:

- Hijo de David, ten compasión de mí.

Jesús se detuvo y dijo:

- Llamadlo.

Llamaron al ciego diciéndole:

- Ánimo, levántate que te llama.

Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.

Jesús le dijo:

- ¿Qué quieres que haga por ti?

El ciego le contestó:

- Maestro, que pueda ver.

Jesús le dijo

- Anda, tu fe te ha curado.

Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

Mc 10,46-52

-Los ciegos del Evangelio

La posición estratégica en el evangelio de Marcos de la curación de dos ciegos, el de Betsaida (/Mc/08/22-26) y el hijo de Timeo (10, 46-52), nos hace comprender que tienen una función pedagógica en la formación de los discípulos de entonces y de todos los tiempos, a la que se dedica Jesús desde que los empieza a llamar a su seguimiento.

El primer bloque del evangelio de Marcos nos muestra cómo el interés de Jesús, su palabra y su actuación, se centra en un primer momento en confrontar a los discípulos con su persona y su mensaje. Se trata de comprender el gozoso anuncio y construcción del Reino y optar por él. Para ello hay que aceptar la autoridad de Jesús que lo propone, frente a la autoridad de los escribas y fariseos, custodios de una anquilosada y rutinaria Ley. La experiencia de Jesús no puede ser más descorazonadora ante la actitud de los discípulos: "¿Aún no comprendéis ni entendéis? ¿Es que tenéis la mente embotada? ¿Teniendo ojos no véis y teniendo oídos no oís?" (8, 17-18). Sin embargo la curación que sigue del ciego de Betsaida es un respiro de esperanza: Jesús es capaz de abrir los ojos a esta comprensión y opción por el Reino. El ciego, tras su actuación, "comenzó a ver perfectamente y quedó curado, de suerte que veía de lejos claramente todas las cosas" (8, 25). Como quien no quiere la cosa, ahora Pedro ya es capaz para Marcos de confesar que Jesús "es el Cristo", es decir, ha comprendido su misión del Reino y su autoridad y opta por él. Curiosamente tras esta ceguera curada, Jesús "les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de él" (8, 30). ¿No parece una contradicción cerrar el camino de la transmisión evangélica a quienes al fin han comprendido y han adoptado? Queda todavía algo muy importante. Para seguir a Jesús es necesario conocer y aceptar su camino. Si las palabras claves en una primera fase del discipulado son comprensión y opción (o confesión), los conceptos indispensables en este segundo momento son camino y seguimiento. Desde la opción de Pedro, Jesús se esfuerza en abrir a los discípulos los ojos sobre su camino hacia el Reino: "Debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, lo sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte, y resucitar a los tres días.

Hablaba de esto abiertamente". (8, 31-32). Su camino no es el del poder, el triunfo aplastante, el de la dominación (cosa, por otra parte, evidente desde el principio, porque de los contrario en lugar de haber nacido en una cueva de pastores lo hubiera hecho en el palacio de Herodes...), sino el del servicio hasta la muerte si fuera preciso. También en esta segunda fase pedagógica Jesús debe experimentar una amarga decepción, simbolizada finalmente en el "honesto" tráfico de influencias que intentan Santiago y Juan para contar con una posición honrosa en el Reino, a lo que Jesús pacientemente responde con "el que quiera ser grande entre vosotros, será vuestro servidor... que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir..." (10, 45).

Pero también aquí, en plena ceguera sobre el "camino" de Jesús, queda un resquicio para la esperanza: Jesús quiere y puede abrir los ojos para que le puedan seguir por su mismo camino. El evangelista coloca aquí con enorme intención al ciego Bartimeo. Está "sentado junto al camino" (ahora entendemos mejor lo que esto significa en este momento de la pedagogía de Jesús), sin poder andar a pesar de que le interpela con el título mesiánico de "Hijo de David". No le falta fe, Jesús mismo va a elogiarla y a decirle que es el comienzo de su salvación. Su ceguera es sobre el "camino", al borde del cual permanece sentado. Su humildad le lleva a comprenderlo y a pedir la ayuda de Jesús: "ten compasión de mí". A pesar de la cerrazón de los discípulos con respecto al camino de Jesús, no estaba dicha la última palabra. Y la de Jesús es de curación. "Recobró la vista y le seguía por el camino". Camino y seguimiento! Ahora ya juntos marchan hacia Jerusalén. Curiosamente, es la primera vez que Jesús en Marcos no ordena silencio al ciego. ¡Puede hablar y seguirle porque va por su mismo camino! Esa palabra se desatará de manera explícita en los labios del centurión ante la cruz de Jesús con la confesión de un no creyente: "Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios". Entonces ya había desaparecido toda ambigüedad respecto al camino de Jesús y a dónde le había llevado.

-Camino y seguimiento de Jesús

La segunda ceguera pienso que es muchas veces más peligrosa para nosotros los cristianos, colectivamente en cuanto Iglesia y personalmente en cuanto creyentes. El sutil engaño puede ser creer que "el comprender y optar" de la fe, no necesita concretarse en el "camino" para "seguir". Nadie duda de que los Concilios reúnen a "obispos" creyentes, pero la aportación del Vaticano II fue precisamente revisar el "camino" por el que marchaba la Iglesia y confrontarlo con el de Jesús. Se suponía la opción y la buena voluntad en todos, se trataba sólo de "discernir" los medios para hacer histórico el Reino en nuestro tiempo.

Porque forma parte del mismo evangelio no sólo su contenido sino los medios con los que se transmite. Un contenido evangélico puede confiarse a medios antievangélicos, como lo tenemos que reconocer los cristianos humildemente en la historia de la Iglesia. El Vaticano II y después el compromiso de Medellín y Puebla fue un abrirse los ojos de la iglesia con respecto a su camino.

Los Ejercicios Espirituales y retiros que los creyentes hacemos normalmente versan más sobre el discernimiento del "camino" para seguir a Jesús que sobre la "decisión" (que se supone). Y aquí, autores espirituales como Ignacio de Loyola nos avisan sobre los enormes engaños a que estamos expuestos y que tenemos que desenmascarar. En definitiva, se trata de aceptar que creyendo en Jesús muchas veces no le seguimos porque tenemos una enorme ceguera con respecto al "camino".

El evangelio de hoy nos invita a la esperanza, si humildemente, "sentados junto al camino", somos capaces de clamar: "Hijo de David, ten compasión de nosotros". Buena petición para cada uno de nosotros y también para el conjunto de la Iglesia.

DABAR 1988, 53

Dios todopoderoso y eterno, aumenta nuestra fe, esperanza y caridad; y para conseguir tus promesas, concédenos amar tus preceptos.

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