27 de septiembre de 2009

Una sola carne

XXVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

DOMINGO 4 DE OCTUBRE DE 2009


En aquel tiempo, se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús para ponerlo a prueba:

-¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?

El les replicó:

-¿Qué os ha mandado Moisés?

Contestaron:

-Moisés permitió divorciarse dándole a la mujer un acta de repudio.

Jesús les dijo:

-Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.

En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. El les dijo:

-Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido. y se casa con otro, comete adulterio.

Le presentaron unos niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban.

Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo:

-Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el Reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el Reino de Dios como un niño, no entrará en él.

Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.

Mc 10,2-16


-Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre (Mc 10, 2-16)

El evangelio de hoy contiene dos partes que no están visiblemente unidas entre sí. San Marcos refiere diferentes enseñanzas de Jesús agrupándolas bajo un mismo título, el de la revelación y la fe, pero sin preocuparse de una unión lógica entre tales enseñanzas. La 1ª lectura de hoy tendrá conexión únicamente con la primera parte del evangelio. Nos vemos, por ello, impulsados a insistir en ésta, sin por eso olvidar completamente la otra parte. Al comentario de la primera parte del evangelio haremos que siga el de la 1ª lectura, tomando a continuación la segunda parte del evangelio.

El debate se abre a partir de una insidiosa pregunta planteada por un fariseo. Se trata de un grupo que interroga a Jesús, concretamente acerca del divorcio. Podría uno pensar que se encuentra en una reunión mundana de hoy día, con ocasión de la cual un sacerdote se encuentra en un aprieto a propósito de un problema lleno de actualidad en la vida de un Estado, cuyo gobierno se ve a menudo envuelto en dificultades, precisamente por el mismo tema planteado a Jesús en el evangelio. Está claro que san Marcos se siente en esta ocasión satisfecho de poder ofrecer una instrucción precisa a sus fieles a propósito del matrimonio.

Se trata de la manera cristiana de concebir el matrimonio, concepción que se enfrenta con la manera palestina y pagana de concebirlo. Conflicto entre cristianismo, judaísmo y paganismo a propósito de la fidelidad en el matrimonio.

En efecto, según el judaísmo, el adulterio se da en la mujer con respecto a su marido; el hombre, en cambio, no es adúltero respecto a su mujer. San Marcos es claro en la forma de referir las afirmaciones de Cristo. Hombre y mujer están en el mismo plano en lo que a su deber de fidelidad se refiere: un hombre que repudie a su mujer y se case con otra, es adúltero. El adulterio existe lo mismo para el hombre que para la mujer. La ley mosaica sobre el repudio está claramente abolida. Jesús propone aquí, pues, la ley de Dios que sobrepasa toda disposición particular y temporal adoptada por Moisés. Cristo no se queda en el enunciado de un principio, sino que se apoya en la Escritura, y, así, leemos aquí la interpretación que Jesús da al texto de Génesis: "Al principio de la creación, Dios los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne". Es afirmar la unidad irrompible y permanente del matrimonio.

-Y serán los dos una sola carne (Gn 2, 18-24)

El relato del Génesis nos presenta al hombre y a la mujer como dos seres iguales que tienen un origen común. En efecto, la mujer no es objeto de una "creación" a la manera que lo fue el hombre, sino que la mujer sale del hombre; la persona del hombre se encuentra únicamente diversificada, con el fin de recibir la ayuda que solicita de Dios, pero no existe otro ser humano profundamente diferente que sea creado. Por eso exclama Adán: Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne". Adán mismo le da nombre a la mujer: "Su nombre será Mujer". Las traducciones aquí son impotentes para dar el realismo, importante sin embargo, de esta exclamación de Adán. El término hebreo empleado es ish: hombre; "ish" da a la que ha salido de él el nombre de "mujer", es decir, ishah, femenino de ish.

Pero el libro del Génesis prosigue explicando las consecuencias de esta "creación" de la mujer: "Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne". El libro pone así de relieve la unidad de la pareja. Sin embargo, no habría que exagerar el alcance del texto del Génesis; el papel de la mujer como ayuda del hombre fue perfectamente comprendido en los tiempos antiguos, sin que por ello se admitiera la poligamia en la vida de los patriarcas. En nuestro texto de san Marcos no se trata más que del repudio; la poligamia no queda recogida en las reflexiones de Jesús. Lo que el autor y autores del Génesis querían, era afirmar la igualdad de la mujer: en el plano humano no es distinta del hombre, no le es inferior. En ella encuentra el hombre una compañera igual a sí mismo, de la misma naturaleza que él y que proviene de él, de quien aquella es "una parte".

De este modo, ya en los primeros tiempos de la Iglesia tiende ésta a dar una doctrina que viene de su experiencia vivida. En el plan de Dios, la mujer es entregada al hombre como su ayuda, pero como su igual. Hay entre ellos tal unidad, que no se puede pensar en romperla; todos los motivos que puedan aducirse, no tienen consistencia ante el hecho ontológico que representa su "creación" en la unidad. Y así, la unidad de la pareja y la exigente fidelidad de los esposos, uno para con el otro, no es únicamente una exigencia moral, que sería obediencia a unos acuerdos, a una ley externa a ellos mismos, sino que esa exigencia de fidelidad está inscrita en lo que ellos son uno para el otro ontológicamente. Nadie puede ir en contra de esta ontología; ni nadie, ni la Iglesia, y esto tiene consecuencias hasta el heroísmo. Meditación salvadora para todos los esposos, especialmente en nuestra época, en que las concepciones paganas y eróticas tienden a cobrar empuje. No es sólo un hecho de moralidad externa el que exige la moralidad de los esposos, sino la manera en que Dios mismo ha concebido el mundo y ha pensado al hombre dándole una ayuda que sea para el otro yo-mismo.

-El Reino de Dios es de los que son como ellos

El evangelio de hoy tiene una segunda parte que no tiene unión con la primera.

Ha podido haber confusión sobre las palabras de Jesús a propósito del Reino y de los niños. Cristo no recomienda la actitud general e ingenua, ni tampoco la irresponsabilidad de los niños, en orden a la entrada en el Reino, sino que quiere llamar la atención sobre un hecho: la acogida del don del Reino que se nos ofrece. Nadie tiene acceso a el si no recibe este don como recibe un don el niño. No se trata, por lo tanto, de una candidez infantil, ni de una pretensión de permanecer en la infancia, sino de mantener en uno mismo las posibilidades de acogida que encontramos en el niño. Un niño no está endurecido por el propio egoísmo, ni por su orgullo de saber; por eso acepta fácilmente y con generosidad lo que se le da. Así ocurre con el Reino. Los niños entran en él fácilmente, porque son capaces de acoger un don. Este frescor, que nada tiene que ver con la candidez, es lo que desea el Señor en quienes quieren entrar en el Reino.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 7
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 22-34
SAL TERRAE SANTANDER 1982.Pág. 58 ss.



Padre lleno de amor, que nos concedes siempre más de lo que merecemos y deseamos, perdona misericordiosamente nuestras ofensas y otórganos aquellas gracias que no hemos sabido pedirte y tú sabes que necesitamos.


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