HOMILÍA
12° DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO B
Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:
--Vamos a la otra orilla.
Dejando a la gente, se lo llevaron en la barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciendo:
--Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?
Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago:
--¡Silencio, cállate!
El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo:
--¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?
Se quedaron espantados y se decían unos a otros:
--¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!
Mc 4,35-40
"Vamos a la otra orilla"
Jesús nos invita hoy a pasar a la otra orilla. Estamos en una de las orillas del mar. Debemos subir a la barca de Jesús, atravesamos el mar y vamos a la otra orilla. ¿Cuál es nuestra orilla de ahora? Cada uno sabe sus cosas: egoísmo, mentira, orgullo, opresión del otro, la mujer, el marido, el hijo, el padre, el obrero, la empresa, el vecino... Ganas de figurar, buscar ser servidos. Estamos instalados en nuestra orilla, como si fuese un castillo inexpugnable y no nos damos cuenta de que hay la posibilidad de otra orilla mucho más reconfortante, más gratificante. Jesús lo sabe y por eso dice: "Vamos a la otra orilla".
Pero no somos nosotros solos, individualmente, los que estamos instalados, mal instalados. El mundo en el que vivimos también está instalado en un sistema "sálvese quien pueda", de "el negocio es el negocio", de "el negocio no tiene entrañas", del "este es tu problema". Es un sistema que produce desigualdades irritantes y provoca guerras incontables: desde que terminó la segunda guerra mundial se han producido 175 guerras casi todas en el tercer mundo, que han destrozado la vida de millones de personas. Se habla del fracaso del sistema comunista. Y es verdad. Ha sido un error inmenso. Pero hay que decir muy alto que el sistema comunista fue un intento de paliar el fracaso, más antiguo, y todavía vigente, del sistema capitalista, que hace que, aún hoy, mueran de hambre cincuenta millones de personas cada año, hace que una tercera parte de la humanidad viva más o menos bien -unos cuantos, pocos, muy bien- a costa de la miseria espantosa de las otras dos terceras partes de la humanidad. Esta es la orilla en que se encuentra nuestro mundo. Jesús nos dice: "Vamos a la otra orilla".
-Hay otra orilla
De hecho, lo que Jesús nos dice es que hay otra orilla: el Evangelio entero es una descripción de cómo está proyectado por Dios el hombre y el mundo. Mejor: Jesús mismo, su manera de vivir, es la otra orilla. "Nos apremia el amor de Cristo... Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos".
Hay otra manera de existir que no es la nuestra de ahora: "El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado". Jesús está convencido de que podemos atravesar el mar y llegar al otro lado, de que podemos transformar nuestra manera de vivir y la manera de vivir de nuestra sociedad.
-Se levantó un fuerte huracán
Creer en Jesucristo no es algo que se pueda hacer impunemente.
Pasar a la otra orilla implica el temporal: "Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua". La iglesia de Marcos, en el siglo primero, ya conoció esta situación. El grupo de creyentes se hundía: las persecuciones, las infidelidades, los miedos, el desánimo, se apoderó de muchos. Igual que ahora. Encontramos dificultades que nos parecen insuperables para atravesar el mar de los egoísmos personales y sociales. Quien conoce mejor estas dificultades es Jesús: "...uno murió por todos....". Jesús ha dejado la piel.
Quizá en este temporal tendremos que dejar nuestro bolsillo, o nuestro cargo, o la fama, o las comodidades, o lo que nos parecen seguridades, o el lucimiento. Cuando hayamos perdido muchas de estas cosas, acudiremos a Jesús para decirle: "¿No te importa que nos hundamos?"
-"Silencio, cállate"
El final es seguro e impresionante: "Cristo murió por todos... y resucitó por ellos". "El viento cesó y vino una gran calma". Como dice el libro de Job: "El Señor cerró el mar con una puerta. y le dijo: "Hasta aquí llegarás y no pasarás". Jesús es este Señor de quien habla Job.
"¿Pero quién es éste?" Se preguntaba aquella gente. Nosotros podemos responder: Este es el Señor que ha hecho el cielo, la tierra y el mar. Digámosle todo eso a lo largo de nuestra misa.
SALVADOR CABRÉ
MISA DOMINICAL 1991/09
Concédenos vivir siempre, Señor, en el amor y respeto a tu santo nombre, porque jamás dejas de dirigir a quienes estableces en el sólido fundamento de tu amor.
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