"Es increíble lo que Luciani tenía en mente de hacer como Papa. El mismo card. Villot, que conocía sus ideas y sus propósitos, como Secretario de Estado, dijo : "Creo que habría sorprendido a la Iglesia y al mundo".
Si es verdad cuanto Luciani ha confiado al card. Villot, debemos decir que Luciani, en breve tiempo, ha manifestado un vasto plan de trabajo, para maravillar también al hombre más indiferente.
En tanto, también él habría sido un Papa peregrino, si ha dicho : "Yo no soy muy propenso a viajar. Pero iré a cualquier parte donde me quieran". Habría sido un Papa de las ideas claras y con una fuerte voluntad. Habría cambiado muchas cosas, ante todo, en la Curia. "Me doy cuenta - dice - que el aparato de la Curia es una gigantesca oficina, casi un monumento necesario, pero embarazoso. La reforma de la Curia es urgente ..."
Habría cambiado también su modo de trabajar y de vivir. "Yo recibo - dice - cada día dos valijas de papeles : una a la mañana y una a la tarde; una va y otra viene, como los ángeles por la escalera de Jacob ... pero no quiero más valijas en mi mesa. No acepto esta máquina que condiciona mecánicamente al Papa en sus funciones de trabajo y de vida.. El trabajo hecho en este modo se hace insoportable. No he sido hecho Papa para hacer de empleado. No es así como Cristo ha pensado a su Iglesia".
Luciani no tenía miedo de las críticas que sentía circular acerca de su estilo y de su modo de hablar. Era franco y humilde. "Yo sé que hay monseñores - dice - y otros que critican los discursos que yo hago y los modos de ser y de hacer de Papa ... Alguno luego ha definido al actual Papa "insignificante". No es un descubrimiento. Yo lo he sabido siempre y nuestro Señor antes que yo. Puedo ser una zapatilla rota, pero es Dios quien obra en mí".
Había expresado la idea de hacer pronto un consistorio, para algunas nóminas cardenalicias, entre las cuales los teólogos De Lubac, Chenu y von Balthasar. Quería dar la púrpura también a algunos obispos de África, de Asia y de las Américas que han sufrido la persecución. "Pero es difícil, si no está la tradición", le respondió Villot. Y, enseguida, Luciani : "La tradición la creamos nosotros".
Luciani tenía en mente también escribir algunas cartas. La primera sobre "La unidad de la Iglesia". "Sólo así tendremos las cartas en regla ... No traicionemos la ardiente oración de Jesús al Padre, su testamento, su mandato más doloroso". La segunda carta debía ser sobre "La colegialidad de los obispos con el Papa". La tercera carta sobre "La mujer en la sociedad civil y en la vida eclesial". Demasiado desprecio, demasiados prejuicios y demasiada marginación se han acumulado en los siglos sobre la mujer. La cuarta carta que Luciani pensaba escribir era sobre "Los pobres y la pobreza en el mundo". Aquellas pobrezas son el escándalo del mundo occidental, de los ricos y de los cristianos.
Luciani tiene una preocupación que revela cándidamente a su secretario : "Tengo la impresión de que la figura del Papa sea demasiado alabada. Hay algún riesgo de caer en el culto a la personalidad, que yo no quiero absolutamente. El centro de todo es Cristo, es la Iglesia". Tenía un deseo vivo : "Querría encontrarme a menudo con los jóvenes ... Hoy los jóvenes no creen en la pobreza de la Iglesia, en su espíritu evangélico, en su desprendimiento de los bienes y del poder del mundo. Tenemos que ponernos a su lado, con humildad, para ayudarlos".
Y, hablando del IOR -el Banco del Vaticano-, decía : "El IOR debe ser integralmente reformado. La Iglesia no debe tener, ni poder, ni poseer riquezas. El mundo debe saber la finalidad del IOR; cómo se juntan los fondos y cómo se gastan. Se debe llegar a la transparencia".
Luciani tenía en el corazón la situación de los cardenales ancianos y los quería revalorizar. Así también, la situación de los obispos que deben presentar la renuncia a los 75 años y decía : "Hay obispos y cardenales que, a aquella edad, están todavía sanos, eficientes y ricos de intelecto, de cultura y de humana sabiduría, en grado de dar a la Iglesia los tesoros de su corazón".
Había expresado también la voluntad de reformar el cónclave y de llevar alguna mejora con la presencia, no sólo de los cardenales, sino también de los obispos presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo. Y decía : "También la habitabilidad del cónclave debe ser más decorosa y eficiente".
"Quiero dar un fuerte impulso a la Acción Católica - dijo todavía a su secretario -. La Acción Católica ha sido una presencia vital para Italia":
"Hay otro hecho que está en mi corazón. Quiero recordar y honrar a todos los obispos, los sacerdotes, los religiosos, los cristianos que han sufrido persecuciones por Cristo Señor. Quiero hacer justicia con ellos delante de toda la Iglesia ... (y nombraba con veneración al card. Slipyj, Mindszenty, Wyszynski, Beran, Stepinac, Romero). Si me será concedido - agregaba - iré a recordarlos y honrarlos en sus países. No podemos callar".
Después de este programa de intenciones y de trabajo, Luciani decía al card. Villot : "Estos pensamientos que le confío, eminencia, por ahora, breves, están muy en mi corazón. Ud. me ayudará a realizarlos de la mejor manera".
Y el Card. Villot comentaba : "He vivido una preciosa experiencia junto al Papa Luciani. Mostraba la fe de un niño, el corazón de una madre. Era el hombre de la esperanza. El Papa Luciani ha muerto demasiado pronto ..."
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
¿Quieres comentar esta noticia?