"Era una fría y lluviosa mañana de invierno, con un viento gélido que curvaba, desde las raíces, los árboles. El Obispo estaba próximo a llegar a la parroquia "de la baja" para la Misa de la hora 5.30. A lo largo del camino, una mujer cubre como puede, con su propio impermeable, al hijo, a quien tiene sujeto, y los dos, con fatiga, iban contra el viento. - "Para el auto", dijo Luciani; "aquélla es una madre que, junto al hijo, viene a la Misa y llega tarde, llueve y hace frío". - "Señora, si quiere, yo la puedo acompañar hasta la iglesia". - "Oh ! reverendo, es justo una gracia de Dios ... Llego tarde y formo parte del coro parroquial; debería encontrarme ya en la iglesia para cantar el "Benedictus" al obispo, que hoy viene para la vista pastoral. Y éste es mi hijo; es monaguillo y tiene que llevar el "bastòn" (báculo episcopal) del obispo". después de algún kilómetro, la señora : "Reverendo, gracias ! Casi he llegado; puedo bajar". - "Señora, responde Luciani, no se preocupe, también yo vengo de aquel lugar ...". - "Ah ! es verdad, continúa la señora. Nuestro párroco nos había dicho que esta mañana estarían también dos sacerdotes "forasteros" para las confesiones ...". En la puerta de la iglesia, baja la señora junto a su niño, mientras el obispo, sonriente, se dirige hacia la vecina casa parroquial. A las 5.30 aparecen en la puerta de la iglesia, el párroco, los monaguillos, los cantores y, con alegría y satisfacción (la iglesia estaba llena de gente, no obstante, el tiempo inclemente), acogen al obispo al sonido del órgano y al canto festivo del "Benedictus". El Obispo entra bendiciendo y divisa a la señora que se pone toda roja y le dice : "Ve, señora, que hemos llegado todos justo a tiempo y hemos hecho un buen papel ..."
don Francesco Taffarel
qué linda historia!
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