HOMILÍA
XVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO- B
-- ¿Con qué compraremos panes para que coman estos? (lo decía para tentarlo pues bien sabía él lo que iba a hacer).
Felipe le contestó:
-- Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.
Uno de sus discípulos, Andrés el hermano de Simón Pedro, le dijo:
-- Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces, pero, ¿qué es esto para tantos?
Jesús dijo:
-- Decid a la gente que se siente en el suelo.
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron: sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados; lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dijo a sus discípulos:
-- Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.
Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido.
La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:
-- Este si que es el Profeta que tenía que venir al mundo.
Jesús sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña, él solo.
Jn 6, 1- 15
Aquella vez tenían cinco panes y eran más de cinco mil a comer. Es una historia muy vieja y muy repetida en la humanidad: el que haya cinco mil hombres que no tienen más que cinco panes. Pero suele coincidir con otra historia no menos vieja: el que, a la vez, en algún otro sitio, haya cinco hombres que tengan más que cinco mil panes.
En vista de todo esto, hay momentos en que uno empieza a dudar si es que el pan se hizo para el hombre o es el hombre el que se hizo para el pan. Porque cuando hay solo cinco panes para cinco mil hombres, no es el pan el que sirve al hombre, sino el hombre el que sirve, se arrastra y tiende las manos detrás del pan. Cuando hay cinco panes para cinco mil hombres, las matemática nos dan una solución aterradora: que sobran hombres.
Pero cuando sabemos que, a la vez, hay cinco hombres que tienen más de cinco mil panes, entonces ya no es verdad que sobran hombres, entonces es verdad alguna otra cosa, por ejemplo: que el pan no está en su sitio y, probablemente, los hombres tampoco. Pero bueno; en este caso histórico (y en otros muchos casos históricos) y la realidad es que había cinco panes y cinco mil hombres. Ante este planteamiento se suelen arbitrar dos soluciones: la primera, considerar que sobran hombres, y entonces algunos encuentran una magnifica ocasión para convertir a los hombres en infra-hombres; la otra solución es partir del supuesto de que faltan panes, y poner todo nuestro esfuerzo en tratar de multiplicar esos panes para que lleguen a todos, aunque haga falta hacer milagros. Esta es la solución humana y evangélica.
Es cierto que el milagro lo hizo Dios. Pero no del todo. Hubo allí un hombre que ofreció cinco panes: todos los que tenía. Este hombre hizo también el "milagro" de ofrecer a los demás todo lo que tenía. A Dios no le gusta milagrear solo; prefiere milagrear con nosotros. Podía haber hecho que las piedras se convirtieran en panes; pero estas son ideas de Satanás.
Dios sabe que aquellos cinco panes ofrecidos por aquel hombre tenían un valor inmenso: el valor de la generosidad total hacia los demás. Cristo no hace más que materializar el valor espiritual que tenían aquellos cinco panes. Ya nos dijo en otra ocasión que la monedilla que entregó la viuda valía mucho más que los dinerazos que entregaban los ricachones. Los cinco panes de este hombre generoso, claro que valían por cinco mil. El milagro no lo hizo solo Dios; lo hizo a medias y en colaboración con un hombre bueno.
Nosotros pensamos en milagros y, a veces, hasta pedimos milagros en los que queremos que Dios actúe como un mago, un prestidigitador o un saltimbanqui; que Dios se saque de la manga y nos reparta soluciones, bienestares, incluso salvaciones eternas, sin molestia ni esfuerzo de nuestra parte. Normalmente, Dios no actúa así; quiere que los milagros los empecemos nosotros; quiere que nuestra intervención en la historia sea leal, esforzada y generosa; quiere nuestros cinco panes.
Quiere que nuestras manos empuñen la historia y se abran hacia las manos de los demás; cuando nuestra mano haya empezado a moverse, entonces vendrá la mano omnipotente de Dios a ponerse sobre la nuestra, e irá surgiendo el milagro. Podremos multiplicar panes.... y otras muchas cosas. Aquel hombre tenía cinco panes, pero cada uno de nosotros tal vez tengamos cinco gotas de muchas cosas; cinco gotas de consuelo, cinco gotas de alegría, cinco gotas de amor. Y en este desierto que nos rodea hay muchos que no tienen ni una gota de esas cosas tan necesarias.
Vamos a por el milagro. Nuestra vocación de humanos y de cristianos es multiplicar. Si hacemos la prueba de dar nuestras cinco gotas de esto y de aquello, veremos con enorme sorpresa que dan resultados mucho mayores de los que esperábamos. Dios viene detrás multiplicando. Se repetirá exactamente lo que pasó en Galilea. En medio de la angustia general, hubo uno que dijo:
-Aquí hay uno que ofrece sus cinco panes.
Y entonces Jesús dijo inmediatamente:
-Decid a la gente que se siente en el suelo.
PEDRO MARÍA IRAOLAGOITIA
EL MENSAJERO
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarMuy cierto... A veces, en nuestra desesperación, pedimos por imposibles y no hacemos nada por hacerlo posible... Así es fácil echarle la culpa a Dios.
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