18 de marzo de 2012

CUARESMA CON LOS PADRES: Domingo IV, Dios mandó a su Hijo para que tengamos vida eterna (San Agustín)

En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo:
-Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vicia eterna.
Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
Esta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas.
Pues todo el que obra perversamente detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.

Jn 3,14-21

Cómo es que te parecía que los hombres pecadores no podrían hacerse miembros de Cristo, es decir, de quien no tuvo pecado alguno? Te impulsaba a ello la mordedura de la serpiente. Pero a causa del pecado, es decir, del veneno de la serpiente, fue crucificado Cristo y derramó su sangre para el perdón de los pecados.

Moisés levantó la serpiente en el desierto para que sanasen quienes en el mismo desierto eran mordidos por las serpientes, mandándoles mirarla, y quien lo hacía quedaba curado. Del mismo modo, conviene que sea levantado el Hijo del Hombre, para que todo el que cree en Él, que lo contemple levantado, que no se avergüence de su crucifixión, que se gloríe en la Cruz de Cristo, no perezca, sino que tenga la vida eterna. ¿Como no morirá? Creyendo en Él. ¿De qué manera no perecerá? Mirando al levantado. De otra forma hubiera perecido.

San Agustín, Sermón 294,11.

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