15 de abril de 2011

CUARESMA CON SAN AGUSTÍN: Viernes V de Cuaresma: Apresar a Jesús



Los judíos tomaron piedras para apedrearlo. Entonces Jesús dijo: «Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿por cuál de ellas me quieren apedrear?». Los judíos le respondieron: «No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios».  Jesús les respondió:
«¿No está escrito en la Ley:
Yo dije: Ustedes son dioses?
Si la Ley llama dioses
a los que Dios dirigió su Palabra
–y la Escritura no puede ser anulada–
¿cómo dicen: “Tú blasfemas”,
a quien el Padre santificó y envió al mundo,
porque dijo: “Yo soy Hijo de Dios”?
Si no hago las obras de mi Padre,
no me crean;
pero si las hago,
crean en las obras,
aunque no me crean a mí.
Así reconocerán y sabrán
que el Padre está en mí
y yo en el Padre».
Ellos intentaron nuevamente apresarlo, pero él se les escapó de las manos.
Jesús volvió a ir al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había bautizado, y se quedó allí. Muchos fueron a verlo, y la gente decía: «Juan no ha hecho ningún signo, pero todo lo que dijo de este hombre era verdad». Y en ese lugar muchos creyeron en él. 
 
Jn 10,31-42
Ellos intentaron nuevamente apresarlo. ¡Ojalá lo hubiesen apresado creyendo y comprendiéndole, no persiguiéndole y dándole muerte! Pues yo, hermanos míos, en este momento en que estoy diciendo tales cosas, como un débil ante el fuerte, como un pequeño ante el grande, como frágil ante lo firme y ustedes que son de la misma masa que yo les hablo, todos juntos queremos apresar a Cristo. ¿Qué significa apresar? Si entendiste, lo apresaste. Pero no así los judíos; tú le apresaste para tenerle; ellos quisieron apresarle para verse libres de él. Y porque querían apresarle de este modo, ¿qué les hizo? Se escapó de sus manos. No le apresaron porque no tenían las manos de la fe. La Palabra se hizo carne, pero no era dificultoso para la Palabra librar a su carne de las manos de la carne. Apresar a Cristo con el corazón es la única forma de apresarle bien.

Comentario al Evangelio de S. Juan, 48,11.

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