15 de marzo de 2011

CUARESMA CON SAN AGUSTÍN: Martes I Semana: ¿Cómo orar?



Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal. Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.  

San Mateo 6,7-15.

Ustedes han recitado ya lo que creen -el Credo-, escuchen lo que han de pedir: Según las palabras del Apóstol: ¿Cómo van a invocar a aquel en quien no han creído? (Rm 10,14), no podrían invocar a aquel en quien no hubieran creído antes. Por este motivo ustedes aprendieron en primer lugar el Credo, en que está la regla de la fe, breve y grande al mismo tiempo; breve por el número de sus palabras y grande por el peso de sus artículos. La oración que hoy han recibido para aprenderla y darla de memoria dentro de una semana, fue dictada, como escucharon en la lectura del Evangelio, por el mismo Señor a sus discípulos, y a través de ellos ha llegado a nosotros, puesto que su voz se extendió por toda la tierra.
Por tanto, no se apeguen ustedes a las cosas terrenas, quienes han encontrado un Padre en el cielo. Van a decir: Padre nuestro que estás en el cielo. Comienzan a formar parte de una gran familia. Bajo este Padre son hermanos el señor y el siervo, el emperador y el soldado, el rico y el pobre. Los cristianos bautizados tienen distintos padres en la tierra, unos nobles, otros plebeyos; pero todos invocan a un mismo Padre, que está en los cielos. Si allí habita nuestro Padre, allí se nos prepara la herencia. Es tal este Padre que lo que nos dona hemos de poseerlo en su compañía. Nos da una herencia, pero no nos la deja al morir él. Él no se va, sino que permanece, para que nosotros nos acerquemos a Él. 

Sermón 59. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

¿Quieres comentar esta noticia?