25 de febrero de 2011

Como una madre y un padre



8º DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
“Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará la primero y no hará caso del segundo. No pueden ustedes servir a Dios y al dinero. Por eso les digo: no estén agobiados por la vida pensando qué van a comer, ni por el cuerpo pensando con qué se van a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento y el cuerpo que el vestido? Miren a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valen ustedes más que ellos? ¿Quién de ustedes, a fuerza de agobiarse, podría añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué se agobian por el vestido? Fíjense cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan, ni hilan. Y les digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por ustedes, gente de poca fe? No anden agobiados pensando qué van a comer, o qué van a beber, o con qué se van a vestir. Los paganos se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro Padre del cielo que tienen necesidad de todo eso. Sobre todo busquen el Reino de Dios y su justicia; lo demás se les dará por añadidura. Por tanto, no se agobien por la mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos.”
Mt 5,17-37


Madre y padre. En las lecturas de este domingo octavo del tiempo ordinario se evocan esas dos palabras que nos remiten a la experiencia primera de toda persona. En el libro de Isaías resuena un oráculo divino: “¿Es que puede una madre olvidarse del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré” (Is 49,15).

En el evangelio según san Mateo, se menciona la preocupación humana por las necesidades elementales, como el alimento o el vestido. Jesús sabe que son inevitables, pero invita al discípulo a levantar la vista con fe: “Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso” (Mt 6,32).



Aunque separadas por varios siglos entre sí y por muchos más siglos respecto a nuestro tiempo, esas dos referencias mantienen una dramática actualidad. El hombre de hoy se siente huérfano, abandonado por sus vecinos y por las autoridades que deberían cuidar de los pueblos que les han sido confiados.



Con todo, la luz de la fe recuerda al creyente que toda persona es importante a los ojos de Dios. Más que una madre y un padre, Dios presta atención a sus hijos, se cuida de ellos y los invita a vivir en la confianza.



CONTEMPLACIÓN Y ADORACIÓN



Ahora bien, la confianza en Dios se manifiesta en dos actitudes que es preciso ir aprendiendo y perfeccionando cada día:



- En primer lugar, Jesús nos pide una mirada contemplativa a este mundo. “Mirad los pájaros”. “Fijaos en los lirios del campo”. Una larga y fecunda tradición espiritual nos ha enseñado a leer el libro de la naturaleza. En él Dios nos habla de sí mismo. La creación nos revela al Creador.



Pero en ese libro encontramos también un amplio y profundo mensaje sobre nosotros mismos. El mundo creado nos recuerda nuestra pequeñez y nuestra grandeza, nuestra fragilidad y nuestra dignidad. La naturaleza nos habla y nos interpela. Nos llama a vivir en libertad y a ejercer nuestra responsabilidad.



- En segundo lugar, Jesús nos pide que revisemos nuestra orientación fundamental. “Nadie puede estar al servicio de dos amos”. Con demasiada frecuencia adoramos a las cosas creadas por Dios más que al Dios que las ha creado. Absolutizamos lo relativo y relativizamos al Absoluto.



La admiración ante los bienes de la tierra o el miedo ante las fuerzas de este mundo nos llevan a confundir el sendero. Olvidamos que sólo Dios es Dios. Que sólo Dios puede ser la meta definitiva de nuestro camino. Que sólo Dios puede salvar nuestra existencia y colmar nuestros deseos más profundos.



AGOBIO E IDOLATRÍA



Más que una lección de moral, el evangelio de hoy es una revelación de Dios, como Padre providente. Pero la meditación sobre su providencia conlleva dos consejos de Jesús:



• “No os agobiéis”. Por cuatro veces aparece esa palabra en el texto que hoy se proclama. El agobio nace de nuestra inseguridad. Y de nuestro miedo al futuro. Nuestras carencias nos hacen temblar. Quisiéramos controlar y poseer todo lo que parece apuntalar nuestra existencia. Jesús nos invita a confiar en el Padre celestial.

• “Buscad el reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura”. Que Dios sea nuestro Rey y Señor. Eso es lo importante. Tan importante que ante esa confesión, todo lo demás se convierte en “lo demás”. Todo es accesorio y prescindible. Nada de todo ello puede ser adorado. La conciencia de nuestra filialidad nos libra de toda idolatría.



José-Román Flecha Andrés


Concédenos tu ayuda, Señor, para que el mundo progrese según tus designios, gocen las naciones de una paz estable y tu Iglesia se alegre de poder servirte con una entrega confiada y pacifica.

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