33 DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO- C
En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo:
--Esto que ustedes contemplan, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.
Ellos le preguntaron:
--Maestro, ¿Cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?
Él contestó:
--Cuidado con que nadie les engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: "Yo soy", o bien: "el momento está cerca"; no vayan tras ellos. Cuando oigan noticias de guerras y de revoluciones, no tengan pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida.
Luego les dijo:
--Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo. Pero antes de todo eso echarán mano de ustedes, les perseguirán, entregándoles a los tribunales y a la cárcel, y les harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre: así tendrán ocasión de dar testimonio. Hagan propósito de no preparar su defensa, porque yo les daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario de ustedes. Y hasta sus padres, y parientes, y hermanos, y amigos les traicionarán, y matarán a algunos de ustedes, y todos les odiarán por causa de mi nombre. Pero ni un cabello de su cabeza perecerá; con su perseverancia salvarán sus almas.
Lc 21,5-19
El Evangelio que acabamos de escuchar podemos sintetizarlo en las siguientes ideas:
a) Unos le preguntan a Jesús cuándo llegará el final de los tiempos y cuál será la señal de que ha llegado.
b) La respuesta de Jesús cambia el planteamiento de la cuestión: que nadie os engañe, esa no es la cuestión importante.
c) De lo que hay que preocuparse es de todo lo que va a suceder antes de ese momento final.
Este es el esquema sobre el que se ha vertebrado el relato evangélico hoy escuchado. Lo que tenemos que hacer ahora es tratar de "traducir" este mensaje a nuestro tiempo, a nuestra vida, a nuestra situación y nuestras vivencias.
-Los engaños de nuestro tiempo.
-Hoy también debemos escuchar esa advertencia de Jesús: "Cuidado de que nadie os engañe; vendrán muchos diciendo "Yo soy"; no vayáis tras ellos". Porque hoy también son muchos los que pretenden llevarse al hombre tras de sí y hacerlo su esclavo:
-Lo pretende la publicidad, que pretende convertir al hombre en un "ser-para-consumir", ofreciéndole por todo sentido en la vida el trabajar para tener unos ingresos con los cuales comprarse cada día más cachivaches.
-Lo pretenden los políticos, para quienes el pueblo no es más que un voto cada cuatro años, y el hombre sólo un resignado consumidor de esperanzas no cumplidas, de palabras engañosas, de ofertas embusteras, de soluciones que nada arreglan salvo el poder y el bolsillo de presidentes, ministros, secretarios, subsecretarios y los respectivos familiares y amigos de esta ralea.
-Lo pretende ese "consenso tácito" que entre todos nos hemos hecho asegurándonos que la ciencia y la técnica lo van a resolver todo o casi todo, y a muy breve plazo (y eso nos lo seguimos tragando aunque el "Challenger" y el “Columbia” exploten dejando al desnudo la precariedad de nuestra ciencia, aunque haya un accidente nuclear en Chernobyl, aunque los médicos sigan sin tener una vacuna realmente eficaz contra algo tan viejo y tan vulgar como el resfrío, aunque en África sigan muriendo de hambre incluso después de las famosas campañas promovidas por músicos y atletas); y en ella ponemos nuestras esperanzas, nuestra confianza y nuestras ilusiones, aunque la ciencia nos depara tan crueles desengaños. Es cierto que la ciencia progresa, que muchos problemas se van resolviendo, pero ¿lo resolverá todo?
-Lo pretenden los medios de comunicación social, tan frecuentemente parciales, vendidos al mejor postor, o incluso -¿por qué negarlo?- incompetentes, incultos, propalando falsedades nacidas unas veces de mala voluntad, otras del interés partidista y algunas de la ignorancia (basta ver los reality shows o darse cuenta cuál es la noticia destacada del día en los noticieros, entre muchas otras cosas); y lo pretenden al querer decirnos qué y cómo debemos pensar, razonar, valorar, buscar, entender y hacer.
-Lo pretenden los mil sucedáneos que, ante la insatisfacción que muchos van encontrando en todo lo anterior, han surgido como alternativa a algunos de los esquemas de vida en alza en nuestra sociedad; así, la droga, la música, el vídeo, la moda, la astrología, las "escuelas de meditación trascendental", el deporte..., cosas muy sanas muchas de ellas, si permaneciesen en su lugar de "medios de entretenimiento" en lugar de convertirse -como ha sido para muchos- en "fines en la vida".
-Y los que pretenden muchas más cosas que podrán descubrirse en una reflexión que cada uno hiciese con su comunidad, sobre su entorno. No se trata aquí de agotar el tema, sino de dar unas pistas generales y animar a un análisis más concreto sobre la realidad en que uno vive.
Siguiendo con las palabras de Jesús, habría que decir: "Que nada de todo esto les engañe; nada de todo esto es la salvación del hombre, ni el sentido de su vida, ni su última realidad, ni su primordial preocupación". Todas ésas son cosas que deben ponerse en su sitio, no supravalorarlas. Entonces, ¿qué es lo importante? Lo importante es ganar la vida (el "salven sus almas" del texto evangélico); ganarla de verdad y del todo. Porque hay dos engaños muy frecuentes:
-"Creer que" uno está ganando la vida porque gana dinero, fama, poder, prestigio, comodidad, placer...(un viejo profesor nos enseñaba que el infierno está lleno de "creiques" y "penseques").
-Contentarse con ganar una parte de la vida (normalmente sólo la parte que "se ve", olvidando lo demás). Y para ganar la vida:
-No pretender huir de ella; hay que asumir la vida y la historia en toda su crudeza; el ejemplo de Dios en Jesús es más que claro: él lo asumió todo: el dolor, la injusticia, la incomprensión, la persecución y la muerte; y sólo asumiéndolo le dio sentido y lo salvó. Pero este camino no es fácil; exige muchas cosas que se nos hacen cuesta arriba:
-Renunciar a lo más fácil, lo más cómodo o lo más brillante, todo ello tan de moda en nuestra civilización.
-Renunciar a nuestras propias ideas para dejar lugar a la voluntad de Dios, tan extraña normalmente para nosotros porque nos obstinamos en enseñarle a Dios lo que debe hacer, en vez de aprender de lo que él ha hecho por nosotros. Y aquí el problema se agrava porque lo que hay que superar no es ya algo manifiestamente negativo, sino una voluntad buena y lógica, pero que confía en las propias fuerzas y no en el amor de Dios.
-Renunciar a nuestras falsas imágenes de Dios, especialmente la de ese Dios todopoderoso que debería hacer bajar fuego del cielo para castigar a los malos, en vez de seguir obstinándose en hacer salir el sol sobre todos sin distinción. A Dios tenemos que acercarnos tal cual él se nos muestra, no como a nosotros nos gustaría; éste siempre será un ídolo hecho a nuestra medida.
-Estar dispuesto a aceptar las complicaciones que la fidelidad al Evangelio nos pueda reportar. A veces, muchas o muy serias (el evangelio de hoy nos hablaba ni más ni menos que de odio, traición y muerte por parte de padres y hermanos). Pero quien confía de verdad en el Padre sabe que a nada de eso ha de temer: ni la persecución, ni la traición, ni la muerte (y no entendamos todo esto como eufemismos, sino como realidades) han de hacer tambalear la perseverancia de quien sabe que Dios es nuestro Padre: "con la perseverancia ganarán la vida", o "ganen la vida con su perseverancia".
Claro que, ¿cómo hablar de perseverancia en nuestro mundo, en el que la fidelidad se toma con frecuencia como signo de inmovilidad, de atraso, de falta de madurez...? Y si no, que se lo pregunten a algunos políticos, o a los que "saben adaptarse a las circunstancias"... Y, sin embargo, Jesús nos habla hoy de la perseverancia.
L. GRACIETA
DABAR 1986/56
DABAR 1986/56
Señor, Dios Nuestro, concédenos vivir siempre alegres en tu servicio, porque en servirte a ti, creador de todo bien, consiste el gozo pleno y verdadero.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
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