15 de noviembre de 2009

2012: El mundo termina y reaparece el arca

cine
image
De L’Osservatore Romano. Traducido por el Autor del Blog.
Por Luca Pellegrini
El sol inquieto, algunos años antes del 2012, comienza a lanzar neutrinos que sobrecalientan y desplazan el centro líquido de la Tierra. Será la causa de nuestra extinción. Le gusta al cine, en estos años, el apocalipsis; aunque hayamos dejado en el pasado, sin problemas, el fatídico cambio de milenio. En el reciente Knowing de Alex Proyas la Tierra arde completamente y se esperará que dos niños, en una atmósfera de flores y mensajes new-age, recomiencen la sucesión de las generaciones después de haber sido transportados en un planeta nuevo elegido por criaturas alienígenas buenas e inteligentes. Está también 9, producido por Tim Burton, estrenado en gran parte del mundo, que parece ser el primer dibujo animado apocalíptico en el cual, sobre la Tierra completamente abandonada por la humanidad, permanecen sólo nueve criaturas vivientes y sin nombre, empeñadas a combatir las máquinas asesinas que han tomado el dominio del planeta. Pinceladas espirituales se encontrarán, quizás, en El Libro de Elí, que será estrenado en enero próximo: aquí un héroe solitario –cuyo nombre está formado por tres letras del verbo inglés to believe (creer)- protege a como dé lugar, en un mundo devastado y violento, un libro que tiene una cruz en la portada y parece ser decisivo para el futuro de la humanidad.
Ahora, de manera muy simple, arqueología e historia se unen para suscitar nuevos miedos y ataviarlos como antiguos: el pretexto inicial lo ofrece el calendario de la antigua y evolucionada civilización maya: en ella el cómputo del tiempo, con el final del último ciclo, llega hasta el 20 de diciembre de 2012 (20-12-2012) y luego se interrumpe. ¿Fin del mundo y de la humanidad? ¿Cielos nuevos y tierra nueva? ¿Regeneración o aniquilamiento total? Después de haber catalogado nuestra destrucción (y la reducida posibilidad de salvación) antes con un formidable ataque extraterrestre (Independence Day) y luego con una temible glaciación (El Día después de Mañana), el director alemán Roland Emmerich, ya establecido en Hollywood image y especialista en películas de enormes proporciones, cierra su “trilogía de la catástrofe” con la más terrible y espectacular de todas: en 2012 desaparecen ciudades enteras, terremotos craquelan la corteza terrestre, enormes volcanes eructan verdaderas y propias bombas incendiarias, olas de más de 1500 metros devastan continentes y el Himalaya, la Casa Blanca es aplastada por un portaaviones, se derrumba el Cristo Redentor de Río de Janeiro, se desmigajan la Capilla Sixtina y la Basílica de San Pedro aplastando a cardenales y fieles en oración en la Plaza. Pobre planeta y pobre humanidad.
image
Un espectáculo sin frenos y sin medida, que ha costado la cifra enorme de 260 millones de dólares, con un esquema extremadamente simple y cautivador: pocos saben que el fin es inminente, el secreto no debe ser desvelado para tutelar así el orden social –ocurría también en Impacto Profundo, mientras se esperaba al meteorito definitivo- poquísimos podrán salvarse pagando un precio por las nubes que sirve para la construcción de mastodónticas “arcas”. Un héroe desconfiado y deprimido (el actor John Cusack) se entromete en el plan de los malvados image egoístas, salva a la familia dividida y su alma buena molesta los proyectos inescrupulosos de los potentes que al menos buscan, antes del fin, de redimirse de sus hipocresías. ¿Es esta la conciencia de la humanidad ante el desastre inminente? Emmerich, más allá de ser experto en crear destrucciones y efectos especiales, combina astutamente aspectos de naturaleza mitológica, tormentos milenaristas, actualidad política, descontento social, sentido de la aventura y proezas de la tecnología, sembrando la más terrible de las inquietudes: ante el fin de la humanidad, desprovista totalmente de lo Trascendente y del sobrenatural, no es verdad que todos somos iguales, porque es capaz de sobrevivir sólo quien se ganó la salvación pagándola literalmente con un carísimo precio porque disponía de ingentes medios económicos, y no con la fe y las buenas obras. Así, millonarios estadounidenses, oligarcas rusos y príncipes árabes están en primera fila.
image
Como sucede a menudo en el cinema norteamericano de ciencia ficción y de fantasía, también en esta ocasión se asoman las teorías de Joseph Campbell, filósofo e historiador estadounidense de mitos y religiones comparadas, muerto en 1987, regularmente saqueado por escenógrafos y directores que han confesado más o menos abiertamente de haberse inspirado en él. Entre éstos, emblemático fue el caso de George Lucas para su Star Wars. La Biblia –que para Campbell no tiene nada de sagrado ni de divinamente inspirado, sino que es una mera antología de cuentos mitológicos que demuestran lo que él llama sanctified chauvinism (“chauvinismo santificado”)– es el texto que ofrece el esquema arquetípico más sugestivo y fácilmente declinable por el cine: aquello del héroe salvífico de la paternidad complicada. Un caso sin pudores fue la trilogía cinematográfica de Matrix en la que Neo era completamente asimilado a la figura de Cristo, aunque en un contexto risible. Las sucesivas variaciones sobre el tema del sacrificio no han faltado: desde El Rey León a Corazón Valiente, desde Batman a El Señor de los Anillos. Con Emmerich comienza una nueva era para Hollywood: se va más atrás, del Nuevo al Antiguo Testamento e incluso a Noé, el diluvio, el arca y el monte Ararat, que en la película se transfiere, a causa de los movimientos telúricos desproporcionados, en África, donde recalará aquel poco de humanidad sobreviviente, con todos sus pecados a la espalda, forzada a comenzar de nuevo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

¿Quieres comentar esta noticia?