Hace más de dos mil años Belén fue testigo de la fidelidad de las promesas de Dios. En el abrazo entre el cielo y la tierra Jesús inauguró un reino, de amor, capaz de "cambiar los corazones, iluminar las mentes y reforzar las voluntades". Por eso hoy Belén nos llama a ser "testigos del triunfo del amor de Dios por encima del odio, del egoísmo, el miedo y el rencor que paralizan las relaciones humanas y crean división entre los hermanos que deberían vivir juntos en unidad.
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