4 de diciembre de 2009

La salvación de Dios es Cristo el Señor (San Agustín)

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Quizá a alguien le parezca que es tan claro el testimonio en favor de la visión de Dios por la carne como el que se refiere al corazón, pues está escrito: Toda carne verá la salvación de Dios (Lc 3,6). El testimonio referido al corazón es clarísimo: Dichosos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios (Mt 5,8). Tenemos también uno referido a la carne: Toda carne verá la salvación de Dios. Ante esto, ¿quién dudaría de que aquí se promete la visión de Dios a la carne, si no intrigase saber qué es la salvación de Dios? En verdad no nos intriga, puesto que no tenemos la menor duda: la salvación de Dios es Cristo el Señor. Así, pues, si a nuestro Señor Jesucristo sólo se le viese en la naturaleza divina, nadie dudaría de que también la carne vería la sustancia de Dios, puesto que toda carne verá la salvación de Dios. Mas nuestro Señor Jesucristo puede ser visto, en cuanto se refiere a su divinidad, con los ojos del corazón limpios, perfectos, llenos de Dios; pero fue visto también en su cuerpo, según lo cual está escrito: Después de esto fue visto en la tierra y convivió con los hombres (Bar 3,3.8), ¿Cómo puedo saber por qué se dijo que toda carne verá la salvación de Dios? Nadie dude de que se dijo porque verá a Cristo. Pero se duda y se pregunta si se trata de Cristo el Señor en su cuerpo o en cuanto la Palabra existía en el principio, y la Palabra estaba junto á Dios, y la Palabra era Dios (Jn 1,1). No me agobies con un solo testimonio; te lo repito al instante: Toda carne verá la salvación de Dios. Se admite que equivale a «toda carne verá al Cristo de Dios».

Pero Cristo fue visto también en la carne, y no ciertamente en carne mortal, si es que aún puede hablarse de carne tras convertirse en espiritual, pues incluso él mismo, después de la resurrección, dijo a quienes le estaban viendo y tocando: Palpad y ved, que un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo (Le 24,39). Se le verá también en esa condición. No sólo se le vio, se le verá también. Y quizá entonces se cumplirá de forma más plena lo dicho: Toda carne. Entonces, en efecto, lo vio la carne, pero no toda carne; mas entonces, en el momento del juicio, cuando venga con sus ángeles a juzgar a vivos y muertos, después que todos los que estén en los sepulcros oigan su voz y salgan fuera, y unos resuciten para la vida y otros para el juicio, verán la misma forma que se dignó tomar por nosotros. La verán no sólo los justos, sino también los malvados, unos desde la derecha, otros desde la izquierda, pues incluso quienes le dieron muerte verán al que traspasaron (Jn 19,37). Así, pues, toda carne verá la salvación de Dios. Verán su cuerpo mediante el cuerpo, puesto que ha de venir a juzgar en el cuerpo...

El justo Simeón lo vio tanto con el corazón, puesto que lo reconoció cuando era aún un niño sin habla, como con los ojos, puesto que lo cogió en brazos. Viéndole de esta doble manera, es decir, reconociendo en él al Hijo de Dios y abrazando al engendrado por la Virgen, dijo: Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo ir en paz, porque mis ojos han visto tu salvación (Lc 2,25-30). Ved lo que dijo. Se hallaba retenido aquí hasta que viera con los ojos a quien veía con la fe. Tomó en sus brazos un cuerpo pequeñito; lo que abrazó fue un cuerpo, y viendo un cuerpo, es decir, contemplando al Señor en la carne, dijo: Mis ojos han visto tu salvación.

Sermón 277,16-17

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